Robot humano (Homo robóticus)
Luis Negro Marco / Zaragoza
En la trilogía “Matrix”, películas de los
hermanos Wachowski, las máquinas se han apoderado del mundo, y los humanos,
excepto un pequeño reducto, han quedado relegados por ellas a ser meras pilas
para su funcionamiento. En “Matrix”, los humanos, son criados como animales, en
auténticas granjas, con la peculiaridad de que viven en estado vegetativo,
asumiendo, solo en su mente, el rol de un programa informático que las máquinas
han introducido en su cerebro. El planteamiento de esta película no es ajeno al
libro “Rebelión en la Granja” de Orwell o el personaje de Gran Hermano del también libro suyo “1984”.
|
"El Hombre-agua".- Monumental escultura en el recinto EXPO de Zaragoza.- El Hombre como un entramado de códigos binarios y letras, integrando una esencia infinita.- Foto: Luis Negro |
El sueño de dominar al mundo, o el goyesco
“sueño de la razón”, ha producido
monstruos de la talla de Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot y otros muchos, cuya
lista –desgraciadamente– sería larga de enumerar.
Y es que ¿es el ser humano verdaderamente
libre? El filósofo Erich Fromm ya alertaba en su conocido libro “El miedo a la libertad” sobre la
propensión de la Humanidad a rechazar su vocación de ser libre para abrazar la
esclavitud (entiéndase este concepto en un sentido laxo) a cambio de la comodidad
de que sean otros quienes tomen las decisiones que directa o indirectamente le
afectan.
Y a pesar de que vivimos en la sociedad digital,
y que ya Calderón de la Barca, en el siglo XVII, anotaba que “la vida es
sueño”, no somos entes virtuales, por mucho que lo quiera la posmodernidad y
el pensamiento débil del relativismo que nos empuja a contracorriente de
nuestra personalidad. Cada uno de nosotros somos sujetos activos de nuestro
futuro y no existe la predeterminación ni el destino, salvo el que cada uno,
libremente, se quiera forjar. Somos personas, y no solo animales, por nuestra
capacidad de tomar nuestras propias decisiones, de manera que no solo redunden
en nuestro beneficio sino en el del conjunto de la sociedad. Y aquí entran, no
solo la inteligencia racional, sino también otros valores fundamentales, como
la creatividad, la inteligencia emocional y sobre todo, el amor.
Los romanos definían a sus esclavos como “instrumenta vocale” (máquinas
parlantes), despojándolos así de cualquier derecho, de ahí que a pesar de que los esclavos fueron en la
Antigüedad la clase social más numerosa, nunca hubo revoluciones (a lo más
revueltas, como la de Espartaco) en ese período de la Historia.
La revolución
llegó con el Cristianismo que promulgaba la igualdad de todos los seres
humanos, como hijos de un mismo Dios. Precisamente esta idea, que rompía con la
economía esclavista sobre la que se sustentaban las Antiguas civilizaciones de
Grecia y Roma, fue, a juicio de algunos historiadores, la que provocó la decadencia
y caída del Imperio de Roma (título homónimo de la extraordinaria obra de Gibbon) en el tramo final del siglo V d.C.
Debemos a la enciclopédica sabiduría del
escritor ruso Isaac Asimov la palabra “robótica”, derivada de la anterior
–aparecida por vez primera en el primer cuarto del siglo XX– “robot”, entendida
como la máquina capaz de hacer cualquier cosa, excepto experimentar los
sentimientos y las emociones humanas.
Parece que el gran sueño de la Humanidad,
desde que puso el pie en la Luna, sigue siendo el de crear un mundo ideal de
ciencia ficción, en el que las máquinas harán todo el trabajo, los coches se
desplazarán por el aire, y las personas solo se ocuparán de disfrutar de todo
su tiempo de ocio. Puede, dado que “las ciencias avanzan que es una
barbaridad”, que en un futuro no muy lejano llegue tan ansiado día, en el que los
humanos que así vivan habrán alcanzado la inimaginable (cuando el “Homo sapiens” comenzaba a dar sus
primeros paseos por la sabana africana hace unos 200.000 años) escala evolutiva
de “Homo robóticus”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.