Sobre la configuración secular de la simbología de Santiago de Compostela
Luis Negro Marco / Santiago de Compostela
Según la tradición, en el año 44 de
nuestra Era, una vez decapitado el Apóstol Santiago, por orden de Herodes
Agripa, su cadáver, fue colgado en el
desierto de Judá, en las afueras de Jerusalén, de donde sus discípulos lo
robaron y embarcaron en el puerto de Joppe para una larga navegación a través
del Mediterráneo que finalizó en el puerto gallego de Iria, próximo a la
localidad coruñesa de Padrón, a su vez muy próxima a la actual Santiago de
Compostela.
--------------------------------------
Una vez en Iria, los navegantes se
dirigieron a la señora de aquellas tierras, la legendaria reina Lupa, a quien
pidieron un lugar que sirviera de sepultura para su maestro. La reina les donó
un campo próximo donde los discípulos de
Santiago construyeron el sepulcro del Apóstol.
Dos de aquellos discípulos del Apóstol, Atanasio y Teodoro quedaron allí
cuidando la tumba y a la comunidad cristiana surgida en aquel lugar, siendo los
primeros obispos de la naciente diócesis de Iria.
A partir del año 711, tras la invasión
musulmana, se perdió toda pista sobre el lugar exacto donde se encontraba la
tumba del Apóstol Santiago, hasta que en el año 829, el obispo de Iria,
Teodomiro, dio con su paradero, noticia que hace llegar al rey Alfonso II “el
Casto”, quien apoyó la idea de construir allí un monasterio y un santuario
nuevos donde custodiar las venerables reliquias, de transcendental importancia
para la Cristiandad. El obispo de Iria, para dar cumplimiento a estos deseos,
trasladó entonces su residencia al lugar de Estatua dedicada, en Santiago de Compostela, al rey Alfonso II el Casto, el primer peregrino. Foto: Luis Negro Marco |
La iconografía original de Santiago se
centró en la figura del peregrino, y hasta comienzos del siglo XVI, se
generalizó un tipo combinado de peregrino y apóstol, con túnica y pies
descalzos. A partir del XVI, aparece la imagen de Santiago exclusivamente como
peregrino, vestido con gorro, capa y cayado, calabaza para portar el agua, y
las conchas prendidas en sombrero y
hombros de la capa, y tras la Contrarreforma cobró auge la representación de
Santiago exclusivamente como Apóstol.
Respecto a la iconografía del
“Santiago Matamoros”, la misma tiene su
origen en la legendaria batalla de Clavijo, acontecida en un lugar próximo a
Logroño, en el año 834. La intervención de Santiago habría sido decisiva,
otorgando la victoria a los cristianos, y poniendo fin al tributo de las cien doncellas que los árabes
les reclamaban anualmente. La primera referencia escrita de la batalla de
Clavijo es obra de Rodrigo Jiménez,
arzobispo de Toledo, e historiador del siglo XII. El historiador tomó
como fuente el “Voto de Santiago” redactado en 1125, y que se conservaba en la
iglesia compostelana. En realidad, un falso documento según el cual Santiago
intervino en favor de Ramiro I en la Batalla de Clavijo. En virtud de esta
intervención se establecía el “Voto de Santiago” o de la “Donación de vino y
cereales a la Iglesia de Compostela”, en prueba de pago por la ayuda
recibida.
Pronto se generalizó la representación de Santiago, soldado de la Cristiandad, a lomos de un blanco corcel.- Foto: Luis Negro |
En cuanto a la imagen de Santiago a
caballo, esta es similar a la de otros santos caballeros, como san Jorge, san
Demetrio o san Milán. Cabalgando sobre un hermoso caballo blanco y ondeando en
su diestra una bandera blanca, simboliza a los ejércitos del cielo. La primera representación de “Santiago
Matamoros” aparece en el año 1220 en el tímpano del crucero de la catedral de
Santiago de Compostela, en una escena que reproduce la mítica batalla de
Clavijo. Asimismo, la supuesta aparición del santo en otras batallas frente a
los musulmanes, favorables siempre para los cristianos, fue la razón principal
para que Santiago fuese designado Patrón de España.
Losa de la plaza del Obradoiro que recuerda que el Camino de Santiago es un itinerario cultural europeo, según decreto del Consejo de Europa del año 1987.- Foto: Luis Negro Marco |
Pero será a partir del siglo XVI cuando la
figura de Santiago esté fuertemente arraigada con la Monarquía hispánica, y los
ejércitos de la nación, invocando al santo, generalizarán como grito de guerra,
al entrar en combate, el breve y lacónico “¡Santiago, y Cierra, España!”, que
aparece también citado en el Quijote dos veces, una de ellas cuando Sancho
inquiere a su señor Don Quijote: “Querría
que vuessa merced me dijesse qué es la causa por que dicen los españoles cuando
quieren dar alguna batalla, invocando aquel San Diego Matamoros: “Santiago, y
cierra España”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.