El montañero enamorado
El profesor y escritor zaragozano Javier Arruga publica “De la
montaña y el amor”, novela ganadora del Premio “Desnivel” de Literatura 2012
Luis Negro Marco / Santiago de Compostela
Parece que hay un dicho referido a los
amantes de la montaña: “Montañero casado, montañero acabado” ¿O no?
Precisamente, éste es uno de los hilos narrativos de este libro: “Un montañero
elige la cima de una montaña en Nepal como el lugar en el que tomará una dura
decisión: seguir disponiendo de su vida y de su tiempo sin ningún obstáculo, o
continuar con su pareja y hacerse cargo de su hijo, que debe nacer al terminar
su aventura montañera”.El otro cabo de “la cordada” es quizás más
duro , al ser la propia vida del montañero la que entra en juego: “Dos
cordadas, vasca y aragonesa, deben decidir si continuar su ascensión a
la cima del K2” o auxiliar a un compañero accidentado”.
En ambos casos, se trata de la necesidad de
tomar decisiones. Y es que la montaña exige respuestas inmediatas, sin vacilaciones,
a quienes se adentran en sus maravillosos, pero también peligrosos paisajes.
Al menos así lo ha visto nuestro autor, quien
con tan solo 42 años en su mochila, ya tiene acumuladas numerosas experiencias
de montaña y ha grabado en su retina las majestuosas imágenes de varios
“ochomiles”, comenzando por el Manaslú (8.156 metros de
altitud), el primero que vio en su vida.
Y sin embargo, es posible, que la montaña
cambie nuestra visión de ver las cosas, con solamente una cosa segura: a
nuestro regreso de ella seremos mejores y más humanos y cercanos hacia quienes
nos rodean. Pero “De la montaña y el amor”, no es un libro
de montañismo al uso, porque en él lo que de verdad importa son las relaciones
humanas que emergen en las altas cumbres; podría decirse que esta novela
traslada la cotidianeidad de la rutina diaria al terreno de la aventura. Al fin
y al cabo, el montañero sigue siendo la misma persona en el momento más duro de
la ascensión que cuando ha preparado su equipaje en el ambiente confortable de
su hogar.
Dicen que los montañeros tienen una mirada
especial, como perdida hacia un horizonte que se presiente pero no se ve. Esa
mirada que escudriña, en medio del silencio más absoluto, la vía que le permita
culminar su sueño de una feliz ascensión. Es en esos momentos cuando se entabla
un diálogo con ella. A la montaña no se le puede conquistar, se le debe
seducir, como cuando intentamos conseguir la atención de la persona que amamos.
Así, si la montaña adivina ansiedad o engaño, rechazará a su pretendiente,
haciéndole regresar hasta su campamento base. A otros los ha abrazado con su
manto helador convirtiéndolos en moradores eternos de su reino.
La reposada imagen de Buda también se trasluce
entra las líneas de este libro, como si los ojos de aquél se hubieran instalado
en todas las cumbres de las más altas montañas del mundo, infinitamente serenos
y eternos. Sabedores los sherpas y los baltis
(porteadores) de la dimensión religiosa de
la cordillera del Himalaya,desde hace cientos de años vienen jalonando
de improvisados altares en piedra y banderines los principales hitos de sus
relieves. Cada uno de ellos representa una oración y cuando el viento los mece,
transporta la plegaria en ellos depositada hasta el guardián de las alturas, en
la esperanza de que interceda por su bienestar y el de sus familias.
Este libro jamás hubiera poder sido escrito
por alguien que no ama y no conoce el sentido de la amistad, por eso Javier ha
podido titular a esta conmovedora novela: “De la montaña y el amor”.
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