San Valentín,
día de los enamorados
Luis Negro Marco / Zaragoza
Tradicionalmente, se considera a san Valentín como el
patrón de los enamorados y el de las jóvenes parejas casadas. El santo, como
propagador de la religión del amor universal predicada por Cristo: (“amaos los
unos a los otros”)vivió en Roma a finales del siglo III; y allí, siendo
sacerdote, y bajo la protección de las catacumbas, impartió el sacramento
del matrimonio a centenares de jóvenes de
Roma que, clandestinamente, habían abrazado la religión de Jesucristo. Por ello, san
Valentín murió mártir (poco antes del 270, año de la muerte a causa de la peste
de su ejecutor, el emperador Claudio II) en el transcurso de las numerosas
persecuciones que, comenzadas por
Nerón en el año 64 al acusarles del incendio de Roma,
sufrieron los cristianos hasta que su religión se convirtió, en el año 380, en
la oficial del Estado. En
nuestros días la imagen más simbólica del
amor es la del dibujo de un corazón atravesado por la flecha del amor. Pero
esta imagen hunde sus raíces (como la de los troncos de los árboles en los que
con frecuencia la vemos tallada por manos enamoradas) en la mitología clásica.
De este modo, las deidades del amor fueron las más conocidas, populares y
solicitadas de cualquier panteón de la Antigüedad clásica. Asimismo las diosas del amor
estuvieron en un principio vinculadas al agua (como se observa en “El
nacimiento de Venus” célebre cuadro que
Botticelli pintó en 1484, en que la diosa emerge de las aguas marinas,
desnuda y de pie sobre una concha). Y del vínculo metafórico entre el mar y el
deseo (ambos imprevisibles y misteriosos) Venus pasó a convertirse en la deidad
del amor sensual y sexual, así como en el de la belleza de la Naturaleza. Y así,
las diosas del mar perduraron en la mitología aunque degradadas en tanto que
“ondinas” o “sirenas”, en realidad imágenes de Afrodita con cola de pez y capacidad
para seducir a los hombres y arrastrarlos a su mundo submarino. Por eso en el
relato homérico de “La Odisea ”,
Ulises se hace amarrar por su tripulación al mástil de su embarcación, evitando
así ser arrastrado por los cantos de sirena que oye durante su azaroso viaje de
regreso a Ítaca, una vez finalizada la guerra de Troya. Porque el amor estuvo también en el origen de
esta guerra, la más famosa de la
Antigüedad , la cual
tuvo lugar en una fecha en torno al año 1200 antes de Cristo. Según la
mitología griega todo empezó cuando la diosa Discordia fue excluida de un
festín celestial, y en venganza, arrojó una manzana (otra vez esta fruta, como
en el relato de Adán y Eva, origen de la discordia) de oro a los asistentes.
Como iba dirigida a la más hermosa de las tres, tanto las diosas Hera, como
Atenea y Afrodita, la reclamaron para sí. Zeus, el dios del Olimpo griego, se
negó a elegir, pero obligó al príncipe troyano Paris aHelena, la mujer más bella del mundo. Por
supuesto, Paris escogió a Afrodita (el amor y la belleza), pero cuando Helena
fue raptada por Paris se desencadenó la célebre “guerra de Troya” de la que
finalmente los griegos salieron victoriosos gracias a la astucia de Ulises que
concibió la idea de construir un gran caballo de madera para entrar en la
ciudad: “el caballo de Troya”. Queda por tanto de relieve que tanto el amor
como la guerra estuvieron fuertemente unidos en la mitología clásica. De este
modo, el dios Eros, el de la atracción erótica y amorosa (Cupido para los romanos) nació de la unión
entre la diosa del amor Afrodita y Ares, el de la guerra (Venus y Marte
respectivamente en la mitología de Roma). De la importancia que para los romanos poseía
la deidad Venus de Milo” por
ejemplo) y pictóricas de la diosa, destacando de manera especial en este
segundo caso “La Venus
del espejo”, cuadro que Velázquez
realizó en 1651; en esta pintura, la diosa, desnuda y de espaldas al
espectador, observa su belleza en el espejo que le muestra Cupido con sus alas
y carcaj de flechas. Posteriormente, a finales del siglo XVIII fue Goya quien,
basándose en este mismo cuadro, pintaría sus célebres “Majas” (vestida y
desnuda) aunque en ambos casos, de cara al espectador. Pero en nuestros días, lo más importante es
que cada “14 de febrero, nuestras sociedades celebran san Valentín como el día
de los enamorados. Una ocasión especial para que las parejas, casadas o no, se
hagan intercambios de regalos y sellen su amor, quizás, escribiendo sus nombres
en el interior de un corazón de tiza, como cantaba Santiago Auserón. Un corazón
símbolo de la pasión del amor que en Aragón también podremos saborear gracias
al ya tradicional “roscón de san Valentín”.
Amar es el deseo de compartir un proyecto de futuro juntos, como se vislumbra en la serena mirada de estos jóvenes enamorados.- Foto: Luis Negro Marco |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.