La Candelaria ,
san Blas y santa Águeda
"En llegando san Blas, pan y vino pon en la alforja, que día no ha de faltar"
Luis Negro Marco / Zaragoza
Imagen de San Blas, como obispo de Sebasta, que se en- cuentra en la iglesia parroquial de Sar, Santiago de Compostela.- Foto: Luis Negro Marco |
Los romanos celebraban durante
el mes de febrero sus fiestas Lupercalias (fiestas de la fecundidad y
purificación) en honor del dios “Lupercus”, mezcla de lobo y ciervo. En este
tiempo, doce personajes, denominados “lupercos”, recorrían, casi desnudos, las
calles de Roma portando en sus manos unas largas tiras de cuero con las que
golpeaban a hombres y mujeres. Con este rito se trataba de propiciar la
fecundidad en las mujeres, a la vez que
proteger a los rebaños del ataque de los lobos, e invocar la abundancia de
cosechas.
Una vez que a finales del siglo IV el Cristianismo se impuso como religión oficial del Imperio, las Lupercalias fueron sustituidas por otras celebraciones más acordes con el espíritu dela Iglesia. Y es que en la
religión judía el parto ponía a la mujer
en una situación de impureza que duraba 40 días y que finalizaba con una fiesta
de purificación que consistía en la presentación del niño ante el templo. De
este modo, coincidiendo las Lupercalias con la celebración cristiana de la Presentación de Jesús
ante el templo (2 de febrero, festividad de “la Candelaria ”), las
Lupercalias consistieron en una serie de procesiones en las que los fieles iban
provistos de luminarias, como símbolo de purificación, identificando a su vez a Jesús como “la
luz del mundo.
------------------------------------Una vez que a finales del siglo IV el Cristianismo se impuso como religión oficial del Imperio, las Lupercalias fueron sustituidas por otras celebraciones más acordes con el espíritu de
Cepillo de limosnas para san Blas, existente en la iglesia compostelana de Sar.- Foto: Luis Negro Marco |
Un día después de la Candelaria , llega la
festividad de san Blas, obispo que fue de
Sebasta, en Armenia, perteneciente en el siglo IV al imperio romano de Oriente. Allí los cultos paganos, muy arraigados, mantenían un duro enfrentamiento con
el Cristianismo. Durante el ejercicio de su prelatura, san Blas (que también
era médico) se retiró con el objeto de hacer oración, habitando durante largo
tiempo en una cueva del monte Argeo (en la actual Turquía), rodeado de fieras.
Y así, con su opción de eremita, vivió hasta que en el año 316 fue hecho preso
y conducido a Sebasta, la capital de su diócesis. En prisión salvó a un niño
que se había clavado una espina de pescado en la garganta, por lo que el santo
pasó a ser patrono de los laringólogos. Finalmente, san Blas acabó siendo
decapitado, y ocupando, por tanto, uno de los altares del martirologio
cristiano, siendo además, durante mucho tiempo, patrón de los cardadores, ya
que antes de su decapitación, sus verdugos lo habían torturado con peines de
hierro, de los que se usaban para cardar la lana de las ovejas. Pero amén de
santo protector de la garganta, a san Blas también se le ha considerado
tradicionalmente protector de los animales. Esto, unido a la bendición en su
día de los tradicionales roscones y tortas de san Blas (con anís, que es un
eficaz expectorante) enlaza la tradición del santo con el sentimiento de
purificación y protección que tuvieron las fiestas Lupercalias. Además en determinados
lugares de la geografía española, el día de san Blas existe la costumbre de
pasar una cinta de color por el cuello del santo (como
Vendedora de rosquillas bendecidas de San Blas, el día 3 de febrero de 2008, festividad del santo, frente a la iglesia compostelana de Sar.- Foto: Luis Negro Marco |
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