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lunes, 3 de febrero de 2014

Febrerillo el corto: De la Candelaria a santa Águeda, pasando por san Blas


      La Candelaria, san Blas y santa Águeda      

"En llegando san  Blas,  pan y vino pon en la alforja, que día no ha de faltar"

Luis Negro Marco / Zaragoza

Imagen de San Blas, como obispo de Sebasta, que se en-
cuentra en la iglesia parroquial de Sar, Santiago de
Compostela.-
Foto: Luis Negro Marco
Los romanos celebraban durante el mes de febrero sus fiestas Lupercalias (fiestas de la fecundidad y purificación) en honor del dios “Lupercus”, mezcla de lobo y ciervo. En este tiempo, doce personajes, denominados “lupercos”, recorrían, casi desnudos, las calles de Roma portando en sus manos unas largas tiras de cuero con las que golpeaban a hombres y mujeres. Con este rito se trataba de propiciar la fecundidad en las mujeres,  a la vez que proteger a los rebaños del ataque de los lobos, e invocar la abundancia de cosechas.
Una vez que a finales del siglo IV el Cristianismo se impuso como religión oficial del Imperio, las Lupercalias fueron sustituidas por otras celebraciones más acordes con el espíritu de la Iglesia. Y es que en la religión  judía el parto ponía a la mujer en una situación de impureza que duraba 40 días y que finalizaba con una fiesta de purificación que consistía en la presentación del niño ante el templo. De este modo, coincidiendo las Lupercalias con la celebración cristiana de la Presentación de Jesús ante el templo (2 de febrero, festividad de “la Candelaria”), las Lupercalias consistieron en una serie de procesiones en las que los fieles iban provistos de luminarias, como símbolo de purificación,  identificando a  su vez a Jesús como “la
Cepillo de limosnas para san Blas, existente en la iglesia
compostelana de Sar.- Foto: Luis Negro Marco
luz del mundo
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  Un día después de la Candelaria, llega la festividad de san Blas, obispo que fue de Sebasta, en Armenia, perteneciente en el siglo IV al imperio romano de OrienteAllí los cultos paganos, muy arraigados, mantenían un duro enfrentamiento con el Cristianismo. Durante el ejercicio de su prelatura, san Blas (que también era médico) se retiró con el objeto de hacer oración, habitando durante largo tiempo en una cueva del monte Argeo (en la actual Turquía), rodeado de fieras. Y así, con su opción de eremita, vivió hasta que en el año 316 fue hecho preso y conducido a Sebasta, la capital de su diócesis. En prisión salvó a un niño que se había clavado una espina de pescado en la garganta, por lo que el santo pasó a ser patrono de los laringólogos. Finalmente, san Blas acabó siendo decapitado, y ocupando, por tanto, uno de los altares del martirologio cristiano, siendo además, durante mucho tiempo, patrón de los cardadores, ya que antes de su decapitación, sus verdugos lo habían torturado con peines de hierro, de los que se usaban para cardar la lana de las ovejas. Pero amén de santo protector de la garganta, a san Blas también se le ha considerado tradicionalmente protector de los animales. Esto, unido a la bendición en su día de los tradicionales roscones y tortas de san Blas (con anís, que es un eficaz expectorante) enlaza la tradición del santo con el sentimiento de purificación y protección que tuvieron las fiestas Lupercalias. Además en determinados lugares de la geografía española, el día de san Blas existe la costumbre de pasar una cinta de color por el cuello del santo (como 
Vendedora de rosquillas bendecidas de San Blas, el día 3 de febrero de 2008,
festividad del santo, frente a la iglesia compostelana de Sar
.- Foto: Luis Negro Marco
hacían los romanos con sus hijos recién nacidos, poniéndoles en torno al cuello la “
bula” –collar con un medallón repleto de amuletos– como símbolo de protección); así cada persona que lo hace ha de llevar la cinta colgada del cuello durante todo el año si quiere asegurar la salud de su garganta. 
Finalmente hay que destacar que san Blas es el anunciador de la Primavera, ya que por estas fechas los días son más largos, como indica el refrán popular: "En llegando san Blas, pan y vino pon en la alforja, que día no ha de faltar". Y después de san Blas, el 5 de febrero, santa Águeda, la patrona de las mujeres. Joven mártir siciliana, víctima de la persecución de los cristianos decretada por el emperador Decio, santa Águeda murió en el año 251 por no acceder a los deseos carnales del procónsul de su Sicilia natal. Despechado,  éste ordenó su tortura y muerte, antes de la cual, a la santa le cortaron sus pechos. Y así se la representa en la iconografía cristiana: sosteniendo en sus manos una fuente con ellos aún sangrantes. Santa Águeda, completaría el ciclo de purificación y sanación que comienza con la Candelaria, ya que a ella también se la considera como protectora contra los males de las embarazadas y de los neonatos; y por supuesto, contra las enfermedades de los pechos de las mujeres. Antiguamente, en los pueblos, “reinas el 5 de febrero por un día”, las mujeres sacaban a los hombres de los bares y entraban ellas en su lugar. Antes habían ido a la iglesia para pedir a santa Águeda: “que nos guarde las tetas y el velón al sacristán”. Y al igual que el roscón para el día de san Valero y san Blas, para el 5 de febrero, la repostería aragonesa nos ofrece el original dulce de “las tetillas de santa Águeda”.


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