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jueves, 16 de octubre de 2014

España, Hispanidad, Hispanoamérica y Filipinas ¿Por qué no hablamos de Hispanoáfrica y de la Afrohispanidad? África también forma parte de la gran familia de la HISPANIDAD

16 de Octubre, día de la presentación oficial de la XXIII edición del Diccionario del español editado por la REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA (1714-2014)

España y la Afrohispanidad

Luis Negro Marco / Allepuz

España acaba de celebrar su fiesta nacional, 12 de octubre,  festividad de  Nuestra Señora de la Virgen del Pilar, Patrona de la Hispanidad. Nuestro país conmemora este día por ser el del Descubrimiento de América, empresa llevada a cabo por Colón en 1492, bajo el patrocinio de la Monarquía Hispana de los Reyes Católicos. Al igual que los Estados Unidos celebran el día 4 de julio por ser el día de su independencia, alcanzada en 1776, o Francia el 14 de julio, por ser el de la Revolución de 1789, todos los países exaltan, en un día de significación especial, el sentimiento de pertenencia de sus ciudadanos a un Estado que, independientemente del color de su Gobierno, garantiza y vela por el cumplimento de sus derechos, libertades y obligaciones que marcan sus Cartas Magnas.

  En el caso de España, la celebración  de nuestro día nacional coincide con el de la Hispanidad, denominación que según el Diccionario de la  Real Academia (RAE) designa al “conjunto formado por España, las naciones americanas de habla hispana y Filipinas”. Sin embargo, esta definición es incompleta: falta África. Y no solo porque Ceuta y Melilla sean dos ciudades autónomas de España que se encuentran en el norte de África; o porque parte de Marruecos fuera Protectorado español hasta 1956; o porque dos territorios africanos: Ifni (con capital en Sidi Ifni) y parte del Sahara (el Sahara español, con una extensión superior a los 260.000 kilómetros cuadrados, y capital en El-Aaiún, y que se independizó de España en 1976), fueran dos más de las provincias de España. Hay además un país centroafricano, Guinea Ecuatorial,  que fue antigua colonia española, hasta que alcanzó su independencia en una fecha muy “española”: el 12 de octubre de 1968. El territorio de  Guinea Ecuatorial también se artículo, antes de su independencia, (como las citadas de Ifni y Sahara español) en dos provincias de España: la continental, que recibió el nombre de provincia española de Río Muni, y la insular, que fue la provincia española de Fernando Poo.

  En la actualidad, Guinea Ecuatorial, es el único país de África cuyo idioma oficial es el español, y este año ha creado la “Academia Guineoecuatoriana de la Lengua Española”, conformando así el último de los veintitrés países miembros de la “Asociación de Academias de la lengua Española” actualmente existentes en el mundo.

  El actual director de la RAE, el zaragozano José Manuel Blecua, presentaba hace unos días la XXIII edición del “Diccionario del español”, un volumen con el que la Institución ha querido conmemorar el tricentenario de su fundación. Un magnífico trabajo que recoge casi diecinueve mil americanismos, y por vez primera, palabras propias del español de Filipinas y de Guinea Ecuatorial cuyos aportes enriquecen y dotan de un plus de universalidad a la lengua española.

 El concepto de Hispanidad, a partir de ahora, adquiere así, al menos desde la perspectiva del idioma, un significado simbólico como “arca de encuentro cultural”, al igual que en el ámbito religioso, lo es la basílica de la Virgen del Pilar, respecto a la que, algunas fuentes indican que sus dimensiones quisieron ser reflejo de las que  en la Biblia se dan para las del Arca de Noé.

  La actual plaza del Pilar es un homenaje escultórico a la Hispanidad, al igual que el interior de la basílica que la preside, cuya capilla central está flanqueada de  casi todas las banderas que forman parte de la Hispanidad. Falta, sin embargo una, la de Guinea Ecuatorial, país que (ironías de la vida) tiene dedicado el altar mayor de una de sus tres catedrales (la de Bata), a la Virgen del Pilar. En  él, una hermosa y monumental policromía recrea la escena de la aparición de la Virgen al apóstol Santiago en Zaragoza, a orillas del Ebro. Y aún más, el friso que recorre la nave central del templo guineoecuatoriano, está decorado, en letras capitales,  con la frase que a las doce del mediodía, todos los días del año, se puede escuchar, cantada desde los altavoces de las torres del Pilar: “Bendita y alabada sea la hora…”.

  Por otro lado, en Guinea Ecuatorial son miles las mujeres y niñas que se llaman Pilar, y  en una de las islas del país, Annobón,  son mayoría las personas cuyos apellidos –por la españolidad de sus antepasados– son capitales de provincia españolas, comenzando, por supuesto por Aragón. Así, Zaragoza, Huesca, Teruel… son en la actualidad apellidos corrientes de muchas familias en aquel recóndito territorio insular del África central.

  Todos estos son hechos que prueban la existencia  del concepto de “Afrohispanidad”, bien que no se recoja en el diccionario, ni en los libros de texto, ni en el ámbito cultural de nuestra sociedad.  Algo que constituye un preocupante indicador de exclusión y no reconocimiento  de la diversidad cultural que caracteriza a nuestra sociedad moderna, y contrario a los principios de integración y respeto a la diferencia.

 En este sentido, la ONU ha dado un paso adelante, a través de su presidente, el japonés Ban Ki Moon,  quien ha anunciado que tiene previsto erigir antes de finalizar el año, un monumento en recuerdo a los 15 millones de hombres, mujeres, niñas y niños de África que fueron víctimas de la Trata trasatlántica de esclavos, y que a lo largo de siglos, sufrieron, murieron, y pusieron todo su esfuerzo para  poner fin a ese indigno episodio de la Humanidad.  El  memorial será instalado frente a la sede de Naciones Unidas en Nueva York, y será el símbolo mundial del reconocimiento a las trascendentales contribuciones que los esclavos negros y sus descendientes supieron transmitir a sus respectivas sociedades. Una obra que llevará por título El Arca del retorno”,  y que ha sido ideada por el arquitecto estadounidense, de origen haitiano, Rodney León, simbolizando el reencuentro entre África y América (de todos los continentes, en suma) y el redescubrimiento  de las raíces propias como cimiento imprescindible de compactación entre todas las civilizaciones que conforman la Humanidad. 

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