El miedo a la libertad
El filósofo
alemán Erich Fromm (1900-1980) publicó en 1941, en plena Segunda Guerra
Mundial, un libro que se adentraba en las entrañas de los totalitarismos, y que
ejemplificó en la Alemania
de Hitler. El miedo a la libertad se
centra en los mecanismos de la psicología humana que conducen a comportamientos
en la conciencia colectiva de las sociedades, por los que se produce una
renuncia consciente a la personalidad individual en favor de la obediencia
ciega de las masas hacia un líder superior, cuyas normas y directrices se
acatan disciplinadamente por muy contrarias que sean a la razón, el más
elemental sentido común, y los derechos fundamentales de las personas.
Tras la Revolución francesa de 1789, Maximilien Robespierre
(1758-1794) instauró en Francia, y por unos meses, el régimen del Terror, durante
los cuales ejerció una brutal represión contra los ciudadanos que consideraba
no afines a los principios revolucionarios. Y lo mismo hizo Lenin tras la Revolución rusa de
1917, convencido de la necesidad de instaurar el terror de masas para construir
el orden revolucionario. Y la historia se volvió a repetir en la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin y también en
la China de Mao,
o más recientemente, en la
Camboya de Pol Pot.
En aquellos totalitarismos, el cosmopolitismo,
y la actividad intelectual no acorde con los postulados oficiales se
consideraban no solo decadentes, sino susceptibles de constituir una amenaza
para su desarrollo. Holocausto y genocidio, son dos palabras siniestras pero
indisociables de la historia del siglo
XX en Europa. Lo sufrió el pueblo judío a manos de los nazis; el armenio por los
turcos, en los inicios de la
Primera Guerra Mundial; y anteriormente en el Congo, el rey Leopoldo
II de Bélgica (1835-1909) instauró una inhumana política colonial en el país
africano que causó la muerte a más de tres millones de personas. Y en el mismo
país (ahora con el nombre de República Democrática del Congo) las mal llamadas
guerras entre hutus y tutsis, que afectaron también a las vecinas Ruanda y
Burundi, provocaron el mismo drama humano entre 1996 y 2003.
Y si hemos sabido de la existencia de estos
criminales hechos que manchan la dignidad de toda la Humanidad , ha sido a
través de los medios de comunicación que han buscado la verdad de los
acontecimientos más allá de las versiones oficiales de los despachos de los
gobiernos. Porque tal y como declaró en 1993 la Asamblea
General de las Naciones Unidas: "fomentar la libertad
de prensa en el mundo es reconocer que una prensa libre, pluralista e
independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática". Por eso proclamó el 3 de mayo como Día Mundial
de la Libertad
de Prensa, fecha que se eligió en conmemoración de la declaración de Windhoek
(Namibia), firmada el 3 de mayo de 1991, sobre la necesidad de una prensa libre,
independiente y pluralista.
Se atribuye al pastor Martin Niemöller
(1892-1984) el célebre poema titulado “Cuando
los nazis vinieron por los comunistas”, en el que se aprecia cómo el terror
ejercido por los nazis causó el efecto que deseaban: crear un estado de miedo
en las personas que las despojara de toda dignidad para convertirlas en
auténticos robots ajenos a cualquier sentimiento de amor, ternura o compasión.
Por eso finaliza así el poema de Niemöller: “cuando vinieron a por mí ya no había nadie que me pudiera ayudar”.
España ha sufrido durante cuarenta años el
terrorismo de ETA y los GRAPO, y el próximo 11 de marzo se cumplirán los once
años de los atentados perpetrados por un grupo de islamistas radicales que
segaron la vida en la estación
ferroviaria de Atocha, en Madrid, a 198 personas y dejaron heridas a otras 1858.
En las sociedades democráticas y modernas de nuestros días, la vida es un
derecho sagrado y fundamental de todas las personas, y no solo de las que
forman parte de ellas. Por ello sus
estados deben velar no solo por el bienestar y la garantía de las libertades
individuales de sus ciudadanos, sino también expresar y materializar ese
compromiso a través de su contribución activa en favor de la paz y la dignidad de las personas, y de manera
especial de aquellas que habitan en los países pobres y sufren las guerras.
El reciente asesinato de 17 personas en París en
venganza por una caricatura de Mahoma publicada en el periódico semanal
“Charlie Hebdo” (su autor y director del medio, así como otros diez periodistas
de la revista fueron los primeros en ser asesinados) ha devuelto la actualidad al anteriormente
citado poema de Niemöller. Los tres
asesinos que finalmente fueron abatidos por la policía francesa, declararon ser
miembros de las organizaciones terroristas de Al Qaeda del Yemen y del Estado
Islámico, con su brutal presencia en
Siria e Irak. Un terror que en la misma semana en que se producían los
atentados de París, provocó la muerte a alrededor de dos mil personas en
Nigeria, a causa de varios atentados perpetrados por la organización
terrorista, también islamista, Boko Haram;
la misma que secuestró hace ya casi un año (sin que hayan podido ser rescatadas
aún y devueltas a sus familias) a más de trescientas niñas y mujeres cristianas
del país africano. El silencio ante estos acontecimientos, hubiera significado la
victoria de los terroristas que habrían infundido de nuevo el miedo a la
libertad en las personas. Pero la respuesta social ha sido de inamovible y robusto
compromiso con los valores e ideales de la democracia: “Je suis Charlie”.
El
intelectual egipcio Nasr Hamid Abu Zayd publicó en España –un año antes de su
muerte, ocurrida en 2010– un
interesante libro que llevaba por título: “El
Corán y el futuro del Islam”. Una obra en la que el escritor y filósofo
árabe afirmaba que el
significado práctico y político de una religión no puede encontrarse en el
texto mismo de sus escritos sagrados, sino en la correlación entre el texto y
sus etapas históricas, es decir en la búsqueda constante de la armonía entre fe
y modernidad. Asimismo, hay que tener en cuenta que la experiencia religiosa de
la vida es indisoluble del sentimiento espiritual y del concepto de lo sagrado, de la búsqueda de
la verdad. Y el terrorismo es, por definición,
contrario a la verdad y la vida, y por ello ajeno a cualquier religión y
sentimiento sagrado, pues la violencia y la muerte están en el extremo opuesto
al concepto religioso de Dios, que es el amor. Y no hay otro camino hacia Él
que el de la reflexión, entendimiento mutuo y la reconciliación.
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