Luis Negro Marco / Cantavieja
Un año más, Zaragoza celebra la Cincomarzada, en conmemoración del
frustrado ataque carlista a la capital del 5 de marzo de 1838. Se
celebra, se reconozca o no, la muerte de más de 300 aragoneses --en el
marco de una guerra civil--, a manos de una masa de zaragozanos, que
alertados de la ocupación de la urbe, se lanzaron contra los asaltantes,
muchos de los cuales --incluido el general defensor de la plaza, Juan Bautista Esteller-- fueron linchados por la multitud.
La historia no es una imagen fija, sino una sucesión de fotogramas,
cuya proyección y visionado conjuntos conforman, según quien la mire, la
realidad. Es cierto que la historia la escriben los vencedores. Por eso
Zaragoza recuerda su "gloriosa victoria" frente a los carlistas,
mientras se ha olvidado, por ejemplo, que el 24 de agosto de 1837, las
tropas carlistas derrotaron a las de Isabel II en una tan
memorable como desconocida batalla, que tuvo lugar en Villar de los
Navarros. Una victoria que estuvo a punto de otorgar la Corona de España
a Carlos María Isidro, legítimo pretendiente.
Y es que, tras la muerte de Fernando VII,
acaecida el 29 de septiembre de 1833, se hizo público el testamento de
Fernando VII, en el que explicitaba la creación de un consejo de
regencia que presidiría su esposa, María Cristina, hasta que su hija Isabel II
alcanzase su mayoría de edad. Con la llegada de Isabel II al trono, se
producía una clara violación del derecho de legitimidad sucesoria a la
Corona de España. Y ese fue el detonante que produjo la primera de las
tres guerras carlistas que se sucedieron a lo largo del siglo XIX, hasta
la entronización de Alfonso, en 1874. Durante la denominada
Guerra civil de los siete años (1833-1840) fueron decenas de miles las
víctimas civiles que regaron con su sangre las tierras de España, siendo
las Vascongadas, Navarra, Aragón y el Maestrazgo castellonense donde se
sintió con mayor intensidad.
Decir que los carlistas se oponían a
las libertades y que el ejército regular, eran adalides incuestionables
de su defensa, es una afirmación carente de fundamentos. Así por
ejemplo, los carlistas defendían la reinstauración de los fueros, que
prácticamente habían sido abolidos con la llegada al trono de España de Felipe V
(1683-1746). Y un modo de organización estatal en el que las
diputaciones de los distintos reinos gestionarían los asuntos de la
ciudadanía. ¿No era este un modelo de gestión cuasi federal, muy similar
al actual?
MÁS AÚN: muchos de los mandos militares que
nutrieron al ejército carlista se habían distinguido en la lucha contra
la invasión napoleónica (1808-1814) y en la defensa de Zaragoza, como
ocurrió con el general Zumalacárregui. ¿Heroicos defensores de las libertades cuando lucharon contra Napoleón
y apestados antirrevolucionarios cuando lucharon por la legalidad real?
Otro dato que prueba la proximidad de los carlistas a la población
rural, es que muchos de sus periódicos y bandos se publicaban en las
lenguas propias: euskera, catalán, e incluso aragonés. La defensa de la
religión católica que se ha querido ver como un modo de expresión
contrarrevolucionaria, tuvo su contrapunto en la supresión por parte del
Gobierno de la Regencia de María Cristina de la mayoría de órdenes
religiosas, algunas de las cuales fueron expulsadas de España, como los
jesuitas.
Otras órdenes, como las Escuelas Pías, se mantuvieron,
pues de ellas dependía la educación en la mayoría de colegios españoles
de primera enseñanza. Las leyes desamortizadoras contra los bienes de la
Iglesia que tuvieron lugar ya durante el trienio liberal (1820-1823),
así como la posterior de Mendizábal en 1836. Lejos de dar
soluciones, provocaron el enriquecimiento de nuevos terratenientes que
se apropiaron de esos bienes, y abrieron las puertas a una pérdida
patrimonial visible aún hoy en día.
Pero es que además, el carlismo también trabajó en la defensa de las libertades durante la dictadura de Franco
y fueron dos militantes carlistas las víctimas del primer atentado
perpetrado por la banda terrorista de los GAL, durante la tradicional y
anual marcha carlista a Montejurra (Navarra) en mayo de 1976. Aragón
tuvo una revista --Esfuerzo común-- de marcada ideología
carlista, que desde 1960, y hasta su desaparición, en 1986, fue el
altavoz de las reivindicaciones forales aragonesas. No era una revista
afín al franquismo y varios de sus números fueron censurados, de tal
modo que a la publicación, se la llegó a conocer como Secuestro común.
La Cincomarzada dio a Zaragoza el título de Siempre Heroica,
pero ¿cuándo una guerra la han ganado las personas humildes aun estando
del lado de los vencedores? La sociedad ha avanzado, y reivindicar hoy
las libertades proyectando la problemática social sobre una imagen
estereotipada de un culpable semeja más a una carnavalada que a la
manifestación de una ciudadanía unida que busca la coexistencia pacífica
basada en igualdad, respeto, justicia e integración.
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