Firmas invitadas
P. Ignacio de Nicolás, escolapio
Exégesis del Evangelio del 24 de mayo: Pentecostés, o Venida del Espíritu Santo
(Jn 20,19-23)
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P. Ignacio de Nicolás, escolapio
La Iglesia, fundada por Jesús, tiene dos períodos diferentes con
dos Parácletos [abogados defensores]
también distintos. El primer periodo es el de Jesús, de cuerpo presente como
abogado; el segundo fue y aún es, el del Espíritu Santo al que debemos
esencialmente los dos valores que forman la Iglesia actual: Palabra y Poder. Por eso, Èl es
llamado Espíritu de Verdad, de Sabiduría, de Profecía y Espíritu de Poder.
La primera cuestión es saber cuál es la esencia del Espíritu Santo. ¿Es Don o
Persona? Podemos afirmar que el propio Dios se da, habitando personalmente
dentro de nosotros, como Espíritu de nuestro espíritu. Por eso dirá Pablo que
somos templos del Espíritu Santo, que habita en nosotros (1 Co 6,19). Desde los
tiempos apostólicos existe una evolución, o si se prefiere una elaboración constante sobre
la presencia y doctrina que explica esta habitación amorosa del Espíritu en nosotros.
Lo que no es de extrañar, debido a que Él nos enseñará todas las cosas (Jn
14,26), transformado en el Maestro Interior, que dirá San Agustín, siendo que en
origen del Cristianismo, la doctrina que Pablo podía explicar, era como leche
dada a bebés que no suportaban alimento sólido (1Co 3,2). Textos: Si recorremos a los textos sagrados veremos cómo
Jesús lo considera verdadera persona, ya que habla de otro abogado, que
permanecerá con vosotros para siempre (Jn 14,16). Y es considerado como igual
al Padre y al Hijo, pues es en su nombre [persona] que fuimos bautizados (Mt
28,19). Así como el Padre es considerado criador de todo, el Espíritu es el
santificador que prosigue la obra del Hijo con la Verdad, siempre como modelo.
Inmediatamente de subir del agua, o sea, después de la inmersión, los cielos se
abrieron, indicando una nueva morada; por eso el Espíritu posó sobre Él, como
lo hace con nosotros; y fue declarado hijo, exactamente como nosotros (Mc
1,10). Lo mismo sucede con nosotros según las palabras de Pedro en At 2,38, en la imposición de las
manos, rito que ahora es llamado de Carisma. Así lo vemos por el incidente de
Simón en At 8,18-19. La obra principal: Es la santificación del hombre, que es una obra de transformación. Los
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Pentecostés. Cuadro de El Greco (1540-1614)
Museo de El Prado (Madrid) |
apóstoles, que fueron cobardes y temerosos de los judíos de modo a mantener las
puertas trancadas por miedo de los mismos (Jn 14,17) se transforman en el día
en que el Espíritu Santo posó sobre ellos, en testigos intrépidos de Jesús y de
su Resurrección. De ahí la Parresía
[libertad en hablar] de quienes fueron dotados en esa hora y que la bíblia de
Jerusalén traduce por intrepidez u osadía (At 4,13). Espíritu de la Verdad: Como Don que
es, ¿qué aporta a las limitaciones humanas? En primer lugar Él es Espíritu de la Verdad (Jn 14,17). La verdad
es tan difícil de discernir que hasta el propio Pilatos interpela a Jesús sobre
la misma, y este no responde (Jn 18,38) porque era imposible entender la Verdad por quien no estaba
dispuesto a recibir al Espíritu que la enseñaba. Y el testimonio de Jesús,
diciendo que era la voz de la misma (Jn 18,37) resultaba inútil, como fue en
vano su predicación para los dirigentes de Israel, hijos del padre de la
mentira (Jn 8,43-44). Espíritu de la Sabiduría: Así es
también llamado. Cristo, o sea Jesús crucificado e resucitado como Señor, era
la suprema sabiduría del Padre (1 Cor 1,30). Y quien la enseña, diferentemente
de la sabiduría del hombre, formulada ésta en bonitas palabras y racional
filosofía, es el Espíritu Santo, que convencerá al mundo de los errores
cometidos y conducirá los discípulos a la verdad plena (Jn16,8;13) como debería
ser el fin de toda sabiduría. Espíritu de Profecía: Profecía no
consiste en hablar cosas futuras, sino que la verdadera profecía es la que
revela la voluntad de Dios y habla en su nombre, como vemos en Lucas 1,67 o en
Marcos 13,11. Los apóstoles serán profetas, porque el Espíritu hablará por su
boca. Por eso aparece como revelación de la voluntad del Señor en Hechos 13,2.- Espíritu de Poder: de un poder que ultrapasa
el poder humano y que hace posible la concepción de Jesús en el seno de María,
como dice Lucas en 1,38. Jesús recibió en el Bautismo (At 10,38) ese poder, que
también recibirían los discípulos, según las promesas del Maestro (At 1,8) y
que Pablo reclama como señal de la origen de su ministerio en 1Tes 1,5.
Lógicamente este poder es duplo: un carismático, que Pablo anota en Rom 15,19
como señal y prodigio, o sea milagro. Y otro ministerial, dado para el perdón
de los pecados o la salvación esencial, como es claramente indicado en el
evangelio de hoy (20,22) y que Pablo y los otros transmiten con la imposición
de las manos, según 1 Tm 4,14 y 5,22, confirmándolo en 2 Tm 1,6. Poder que los
teólogos llaman de ministerial, o sacramental. Resumiendo: En palabras de San Juan de la Cruz: "el Espíritu Santo es el
Santo de los Santos en términos semíticos y el mayor de los Santos en términos
occidentales", como él lo considera. Porque si los Santos nos ilustran con sus
ejemplos, el Espíritu nos impulsa con sus deseos. Si los Santos nos favorecen
con sus intercesiones, el Espíritu nos
favorece con su poder. Él es nuestro mayor Maestro, el mayor Abogado de la
doctrina y obra de Jesús y el mayor Poder dado a los hombres por la gracia de
Dios. Finalmente, el Espíritu se torna vida de nuestro espíritu, transformando
un ser humano en divino por participación.
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Nota: Veamos lo que nos dice San Cirilo
de Jerusalén (hacia el año 388) sobre la acción del Espíritu en su
tiempo: "Se sirve de la lengua de unos para el carisma de la sabiduría: ilustra
la mente de otros con el don de interpretar las divinas escrituras. Fortalece
en unos la templanza, en otros la misericordia. A éste enseña la práctica del
ayuno y la vida ascética. A aquél la profecía a este le concede el don para
expulsar demonios. A aquel le otorga dominar las pasiones; a otro le prepara
para el martirio El Espíritu se manifiesta distinto en cada un, pero nunca
distinto de si mismo. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común".
Según los teólogos tiene dos formas de manifestarse: "Modo divino", con carismas extraordinarios de poder ciencia y sabiduría. Y "Modo ordinario" en que parece se sirve de las facultades humanas
usándolas como conviene para el bien común. Cuando amamos, obramos y hablamos
para mostrar el amor, la misericordia y la ciencia evangélica que hemos
adquirido con la gracia del Espíritu que ha sido nuestro Maestro Interior. Y
esto se da en todos los que de alguna manera queremos hacer un mundo mejor en
nombre del Evangelio del Señor Jesús, contribuyenndo para el bien común. Consecuencia: En toda obra buena que
realizamos está presente la gracia del Espíritu Santo como preveniente, subsecuente y final. De modo que todo el bien que
realizamos –dice Teresa de Ávila- es de Dios y únicamente lo malo es nuestro.
Frase: "Se aprende más con un fracaso
que con cien triunfos."
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