Firmas invitadas
(P.Fernando Negro Marco, escolapio)
El laboratorio de la belleza que cambiará el mundo
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Cada ser humano es un proyecto
inacabado, una obra de arte en proceso permanente de belleza interior que
conecta las vibraciones estéticas con las éticas, creando así la consistencia
personal o identidad esencial, por la que
se reconoce a cada individuo como único, original e irrepetible. Podemos decir también que cada
persona es un laboratorio en sí misma; en este laboratorio hay distintas salas
de pruebas y de investigación donde los diversos niveles, fisiológico,
fisiológico, psicológico, emocional, de relaciones humanas, el mundo de los
valores, la inteligencia racional y emocional, lo supra humano y lo
transcendente, han de ser permanentemente observados, entendidos, alimentados,
y fortalecidos. Una persona bella es la que
armoniza desde dentro todos esos niveles orientados por una luz o conducto
interior al que llamamos SENTIDO VITAL. El sentido vital nos lleva a la consciencia de nuestra valía personal, incluso
cuando las circunstancias externas se empeñan en hacernos creer lo contrario. Quien ha encontrado su sentido
vital está dispuesto a darlo todo por un ideal, motivado por un deseo y una
pasión. En el fondo estamos ante la esencia de lo que motiva al héroe o al
santo. La belleza que cambia el mundo
es la belleza que cambia primeramente a una persona, a cada persona. Es la
belleza del que sufre la pena ajena desde la misericordia y la compasión,
porque antes él mismo se conectó con su propia vulnerabilidad y fragilidad, y
se levantó del barro, y ha comprendido que lo que le define no es el producto
del pasado, sino el
proyecto de un futuro de esperanza. La educación es la dinámica
necesaria para que este proceso se lleve a cabo. Educar es sacar de dentro
afuera, según lo entiende la mayéutica de Sócrates; es aprender a nacer de
nuevo y sorprendernos permanentemente de lo que ya somos, como plataforma para
caminar y volar a lo que podemos llegar a ser. Volviendo a la interconectividad
de la belleza con la bondad y la verdad, y poniéndolas en relación con la
educación, no es difícil concluir que “educar en un proceso artístico donde el
resultado final es la persona bella, buena, cuyo centro vital es la verdad.” El fundador de la escuela
cristiana, José de Calasanz, aragonés de Peralta de la Sal , definía al educador como
“Cooperador de la verdad”. No se trata sólo de la verdad intelectual y
abstracta encontrada en definiciones y fórmulas, sino sobre todo de la verdad
existencial de quien ha encontrado su SENTIDO VITAL, la dirección última que, a
modo de brújula, persistentemente le recuerda su razón de ser, su misión y su
llamada profunda, su vocación. Somos proyecto inacabado,
nostalgia de una belleza que ya llevamos dentro y que busca ser descubierta
para luego ser llevada a la perfección que consiste en ser el sueño que cada
cual tiene escondido en el ADN vital de la existencia. Para el creyente cristiano todo
esto se conecta perfectamente con la
VIDA EN ABUNDANCIA de
la que habla Jesús de Nazaret: “Para eso he venido al mundo, para que tengan
vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Tener vida abundante es integrar
todo lo que somos y hacemos en un proyecto de vida por el que estamos
dispuestos a darlo todo. Es un proyecto que puede entenderse como el TESORO
escondido en un campo. El campo es nuestro ser interior. Al final, uno se da cuenta de
que no hay proyecto más hermoso que el del que ama y se sabe amado. Del amor
salimos, en el amor existimos, y hacia el Amor avanzamos.
Agrigento (Sicilia). Septiembre 1992. F: Luis Negro |
Fernando Negro, Sch.P. (Devon Prep, PA)
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