Nada nuevo bajo el
sol
Un nuevo hallazgo en las excavaciones de Atapuerca pone de
relieve que la violencia ha sido constante en la evolución humana
Luis Negro Marco / Lira
Hasta que el naturalista inglés Charles Darwin
publicó en 1859 “El origen de las especies” –libro en el que exponía su probada
teoría sobre la evolución humana–, la comunidad científica mundial había dado
por buena (de cara a la galería, al menos) la teoría del Creacionismo, según la
cual, y siguiendo el relato bíblico del Génesis, Adán fue el primer hombre
sobre la tierra, y Eva, la primera mujer, creados ambos por Dios, a imagen y
semejanza suya.
Pero Darwin no dejó, ni mucho menos, el caso
resuelto, y a día de
hoy aún siguen siendo muchos los misterios acerca de cómo se
desarrolló aquella evolución, hasta nuestra civilización actual. La opinión más
generalizada contemplaba que las distintas especies de homínidos habrían
evolucionado linealmente, unas de otras. “Lucy” (la “Australopithecus afarensis” cuyos restos fósiles de hace
casi tres millones y medio de años fueron hallados en Etiopía –en la región de
Afar– en 1974) está considerada como la madre de la Humanidad , la “Venus
negra”, por ser originaria de África. Y a partir de ella, habrían evolucionado
nuevas especies hasta el género “Homo sapiens”.
Portada del libro "Darwin: segundo viaje alrededor del mundo; Patagonia y Tierra del Fuego"; Luca Novelli; editorial Edelvives; 2007 |
De este modo, la paleoantropología trabajaba
sobre la hipótesis de que la aparición
de los primeros humanos: “Homo habilis”,
“Homo heidelbergensis”, y así hasta
nosotros, los “Homo sapiens”, habría
tenido lugar de acuerdo al modelo de Darwin de la selección natural, y la
preservación de los cambios genéticas que favorecen la adaptación de las
especies al medio en que habitan. Pero este modelo parecía limitar la posibilidad
de que distintas especies de homínidos hubiesen convivido en el mismo lugar y
espacio de tiempo y que su intercambio genético hubiese intervenido en la
evolución.
El Hombre de Neanderthal (cuyos primeros
fósiles fueron hallados en 1856, en el “valle de Neander”, cerca de Dusseldorf,
en Alemania) habitó en Europa durante cuatrocientos mil años, hasta su
misteriosa desaparición hace unos 30.000. Sin embargo, la Humanidad actual no es
descendiente de los neandertales. Las últimos descubrimientos apuntan
claramente a que los “sapiens” procederíamos de África, de donde, a través de
grandes movimientos migratorios, llegamos a poblar todo el planeta. De este
modo, a finales del Paleolítico (en torno al 12.000 a .C.) se calcula
que la Humanidad
podría haber estado integrada por alrededor de tres millones de personas.
Posiblemente fue hace 200.000 años cuando el
Homo sapiens llegó, procedente de
África, a Europa. Y aquí se encontró con unos “inquilinos” del continente que
llevaban habitándolo desde hacía otros doscientos mil: los neandertales. Y
aunque procedentes de un antiguo tronco común, neandertales y sapiens fueron
especies distintas, “primas hermanas”,
que se vieron abocadas a luchar por un mismo espacio vital. Pero no siempre fue así, y hoy en día son cada vez
más los paleoantropólogos que se decantan por la teoría de
que pudo haber un
intercambio genético entre neandertales y sapiens en Europa. El investigador
español Carlos Lalueza Foix, a partir de excavaciones arqueológicas realizadas
en cuevas de Asturias, fue quien expuso la hipótesis (“Genes de neandertal”;
editorial Síntesis, 2006) de que en nuestro ADN actual puedan existir vestigios
de los neandertales.
Portada del libro"El enigma de la esfinge: Las causas, el curso y el proceso de la evolución", de Juan Luis Arsuaga; editorial Areté; 2001 |
Pero la evolución también está determinada por
el medio. Así, por ejemplo, la insularidad, laescasa variedad de alimentos, y
la falta de aportes genéticos nuevos, fueron los principales factores que
influyeron en la baja estatura del “Homo floresiensis”
(“Hombre de Flores”), la comunidad humana que habitó y desapareció hace unos
12.000 años, en la isla Indonesia de Flores (de ahí su nombre), y cuyos restos
fósiles fueron encontrados por vez primera en 2004.
De manera que, a día de hoy, los nuevos
descubrimientos, a la vez que aportan interesantes datos sobre la evolución
humana, añaden también nuevos incógnitas y preguntas a su estudio. Así la
revista “Nature” acaba de publicar un dato revelador: Lucy (el fósil de
Australopithecus afarensis al que
antes se hacía referencia), convivió con otras especies de homínidos en su
hogar de Afar. Así lo atestigua una mandíbula (perteneciente a una especie de
homínido hasta ahora desconocida) que fue hallada, hace escasas fechas, por un
equipo de arqueólogos dirigido por Yohannes Haileselassie, adscrito al Museo de
Historia Natural de Cleveland. Esta mandíbula apareció a tan solo unos kilómetros
del lugar donde, hace 41 años, fueron hallados los restos de Lucy, y tienen su
misma antigüedad.
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A este reciente hallazgo cabe añadir otro
inquietante, en este caso, en el
yacimiento arqueológico de Atapuerca. La investigadora Nohemí Sala (miembro del
equipo investigador del yacimiento, dirigido por Juan Luis Arsuaga, Eudall
Carbonell, y Bermúdez de Castro) daba a conocer hace tan solo dos días sus
estudios sobre el “cráneo 17” ,
de 430.000 años de antigüedad, que los arqueólogos encontraron en la “Sima de
los huesos”. Los dos orificios que presenta este fósil, según Sala, fueron
realizados intencionadamente en vida del finado y con un arma (de madera o
piedra) contundente. Se trataría del primer asesinato atestiguado y
corroboraría que la violencia fue pareja a la bondad durante el largo camino de
la evolución humana.
La guerra también fue narrada, hace 6.000
años, en el arte rupestre levantino, a través de escenas de ejecuciones con
arcos, y la Historia se empezó a contar
y aún se enseña, describiendo sus más grandes batallas. Nada nuevo bajo el sol.
La evolución continúa.
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