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Ponencia de Agustín Nzé Nfumu, Presidente de la Academia Guineoecuatoriana de la Lengua Española, en el IV Congreso Internacional de la Lengua española, que se celebró en Cartagena de Indias en marzo de 2007 bajo el lema Presente y futuro de la lengua española: unidad en la diversidad.
El español: necesidad de implantación y obligación de expansión
por Agustín Nzé Nfumu
(Presidente del Consejo de Administración de La Gaceta de Guinea Ecuatorial Senador y Portavoz del Senado de Guinea Ecuatorial, y Presidente de la Academia Guineoecuatoriana de la lengua Española (AEGLE).
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La República de Guinea Ecuatorial
es un pequeño país del África Ecuatorial, tan pequeño que muchos de los aquí
presentes no acertarían a localizarlo en el mapa de aquel vasto, exótico y
desconocido continente. Su población, los
expertos en estadísticas la sitúan entre los quinientos mil y el millón y medio
de habitantes (incluidos los inmigrantes laborales que confluyen a diario por
sus fronteras), que, día tras día, buscan la mejor manera de cumplir con la ley
que rige la estancia de los hombres sobre la tierra: «comer con el sudor de la
frente» y convivir, en armonía y en paz, en una superficie territorial de unos 28.050 kilómetros
cuadrados, repartidos entre una pequeña franja continental cuadrada, atrapada
en un paréntesis entre Gabón (al sur y el este) y el Camerún (al norte), además
de recibir el baño salado de las olas del océano Atlántico en sus 300 kilómetros de
costa, y un mosaico de coquetas islas diseminadas en el golfo de Biafra, entre
las cuales, la de Bioko (que descubriera un explorador portugués, allá por
1472, y que quiso que llevara su nombre, Fernando do Po (Fernando Poo), nombre
que llevó hasta 1972, año en que los guineoecuatorianos decidieron que debía
inmortalizarse el nombre de uno de sus reyes de la etnia bubi), es la más
grande y alberga la capital política del país, cuyo nombre, Malabo, recuerda
también a otro rey bubi.
Completan el mosaico
las islas de Annobón (ano bou, nombre dado por otro explorador
portugués que la descubriera en año nuevo), Corísco, Mbañie, Elobey Grande,
Elobey Chico, Cocoteros y Conga.
En fin, Guinea
Ecuatorial es, en África, este retrato de la belleza tropical e hispana que les
es familiar a muchos de ustedes y que hace que nosotros, sus hijos, que le
decimos con cariño Guinea a secas, sin importarnos que haya
otras «Guineas» en el mundo, nos sintamos orgullosos de haber nacido allí.
Son veintiocho mil
kilómetros cuadrados, que a muchos de ustedes les parecerán poca cosa,
comparados con las extensiones interminables a las que están acostumbrados en el
mundo. Pero es nuestra Guinea Ecuatorial, nuestro país y nuestro hogar, de la
que, con todos sus problemas y deficiencias (¿y quién no los tiene?) nos
sentimos orgullosos, nos sentimos atados de forma incondicional y nos
consideramos inexcusablemente en el deber de amar y defender.
Allí nacimos, nos
criamos y morimos, allí, sudor y esfuerzo, lágrimas de dolor y de alegría;
allí, triunfos y fracaso; allí, en fin, la voluntad firme de hacer país y
construir un futuro.
Entiendo que muchos de
ustedes se pregunten si, tanto el congreso de la lengua al que estamos
asistiendo, como el panel en el que, de manera específica, estamos trabajando,
que es «El uso del español en las organizaciones internacionales», tienen
alguna conexión con el hecho del descubrimiento portugués de unas islas en las
costas africanas del océano Atlántico y el cambio de sus nombres por los de
unos antiguos reyes tribales.
Muchas preguntas en sus
mentes y en las miradas sobre la identidad de este país africano, cuyo
representante se está dirigiendo a ustedes, en un español bastante diferente al
de la América Latina
y marcado por el deje de la parsimonia y la exuberancia de la selva africana.
Y aquí estoy yo para
decirles que este Congreso debe enorgullecerse de que, en el África de lnkú y
del mekuyo, en
la tropical selva del leopardo y del mono, un pequeño pueblo, bantú por su
nacimiento, se siente y pregona a los cuatro vientos su españolidad, vive,
cultiva y conserva su hispanidad, no solo como idioma, sino como parte
insoslayable de su transcurrir por este mundo de la pluralidad cultural que le
ha tocado vivir y compartir.
Porque Guinea
Ecuatorial es hispana por su sincretismo cultural asumido, por su herencia
compartida de las andanzas del Quijote y las epopeyas de Nvet Oyeng, por su
credo del abecedario y del miláng. Porque es hispana, no para España,
sino para su propia identidad y definición, dentro de un entorno de hostilidad
cultural, en el que, por sus proporciones reducidas, tanto en lo demográfico
como lo geográfico, sufre constantes asaltos de quienes, más grandes y más
arropados por su pluralidad, pretenden ahogar la semilla hispana que germinó en
los corazones y espíritus de los habitantes de esta parte de la selva africana
hace más de 200 años.
Sí, porque en el
continente africano, Guinea Ecuatorial, este pequeño país del corazón del
trópico, siente y habla en español. Y con la particularidad de que, pequeños en
extensión y en población, estamos en una lucha permanente con los gigantes que
nos rodean, defendiendo una identidad que nos negamos a perder, por sernos
entrañable y formar parte de nuestro propio ser, una identidad que ya no es la
mera prolongación de la España
colonial a los «territorios españoles del Golfo de Guinea», sino la de los
únicos hispanos de África.
Porque tenemos el
privilegio de ser los hijos africanos de esta hispanidad poética, guerrera,
conquistadora y samaritana, de esta cultura que supo cruzar mares y océanos
para ser universal y mestiza. Somos la hispanidad en África y África en la
hispanidad.
Guinea Ecuatorial,
el español y su entorno geopolítico
Y es por eso que
tenemos muchísimo que decir. Porque, por su ubicación
geopolítica, Guinea Ecuatorial es un país culturalmente enclavado, atenazado al
norte, al este y al sur por una cultura bantú-francesa (Gabón y Camerún) y
compartiendo mar y frontera con el mayor gigante bantú y arabo–anglosajón del
continente (de hecho, es su país más poblado), Nigeria.
Nuestra situación se ve
agravada por la cada vez más arrolladora globalización, que, como pueden
ustedes haber comprobado, tiende a sacrificar los intereses económicos,
sociales y, sobre todo, culturales de unos pueblos, en beneficio y provecho de
otros más grandes y poderosos.
En Guinea Ecuatorial,
con la política de la integración subregional, instaurada en África a finales
de los años ochenta, tras la irrupción en el escenario político internacional
de las doctrinas de la globalización y la mundialización, sufrimos el acoso
permanente de los grupos económico-culturales más fuertes y mayoritarios.
Es así que, por razón
de nuestra integración a los espacios económicos del África Central (totalmente
francófilos), nuestro país se vio en la obligación de adoptar el francés como
idioma de trabajo, pues, por la lógica de las mayorías, en un conjunto de seis
Estados (que fue inicialmente el de la Unión Aduanera de
los Estados del África Central, UDEAC) cinco de ellos no iban a sacrificar su
idioma de comunicación en beneficio del español, que solo es hablado en un
Estado; lo mismo ocurre en el sistema bancario, ya que, en el BEAC (Banco de
los Estados del África Central), solo los guineoecuatorianos hablan español.
Guinea Ecuatorial sigue siendo el único país hispano en la Comunidad Económica
de los Estados del África Central (CEEAC), que sustituyó a la UDEAC y amplió su espectro a
países como Angola y otros.
Nadie mejor que Guinea
Ecuatorial conoce lo que es el aislamiento cultural y la dificultad que implica
el intento de desenvolvimiento en un entorno que es extraño a su cultura y a su
natural proyecto de sociedad.
Eso sí, puede la lengua
española enorgullecerse de que, en África Central, un puñado reducido de sus
hijos, orgullosos de su identidad y totalmente convencidos de su destino, lucha
con denuedo por defender el precioso legado de su hispanidad.
Porque es cierto
que los guineoecuatorianos, por amor a nuestra identidad y, debo decirlo, a
pesar del trato de indiferencia que, por desgracia, sufrimos por parte de
aquellos que comparten «cordón umbilical cultural» con nosotros (y aquí me
refiero a España e Hispanoamérica), estamos defendiendo nuestro idioma,
inmersos en el ambiente hostil que les he descrito más arriba, lo que hace que,
por la lógica acción de los intercambios económicos, comerciales y migratorios,
nuestro país se vea invadido por extranjeros que se expresan en francés y en
inglés, en la inevitable conexión que impone el contacto diario y la necesidad
de comunicación entre personas e instituciones.
Nuestra lucha
permanente por la supervivencia cultural, por el mantenimiento y la vigorización
de nuestro idioma en África, siempre ha sido la preocupación no solo de todos
los hijos del Quijote, que cabalgamos en nuestro «rocinante» por la selva
africana, sino también, y principalmente, por el Gobierno y las instituciones
de nuestro país.
Antes he hablado de
aislamiento y de cierta indiferencia por parte de aquellos que debieran
ayudarnos en nuestra lucha africana por nuestra lengua y cultura, voy a
argumentar las razones que nos han llevado a tal conclusión:
a) En 1984, consciente
de su condición única de país hispano en un contexto geopolítico de mayoría
francófona, anglófona e incluso lusófona, el Gobierno de Guinea Ecuatorial, por
iniciativa de su presidente, Obiang Nguema Mbasogo, convocó, en el mes de
junio, lo que se conoció como el Primer Congreso Hispánico-Africano de Cultura,
que reunió, en torno a los guineoecuatorianos, a españoles e hispanoamericanos,
así como a hispanistas africanos y del mundo. Aún suenan en mis oídos, más de
veinte años después, la atronadora voz del colombiano ya fallecido Nicomedes
Santacruz, cuando, en la ceremonia de clausura de dicho congreso, sentenció:
«hasta siempre, Guinea».
¡Qué emocionante y qué
cerca nos sentimos de la hispanidad, del español nuestro y de todos! Nuestro
país consagró el 4 de junio como el Día de la Revolución Cultural, efemérides que celebramos cada año, en
memoria de lo que soñamos y creímos el inicio de un feliz reencuentro entre
«las hispanidades de continentes diferentes». Pero allí quedó todo.
La teoría del afro-ibero-americanismo, que, con tanto entusiasmo y
convicción, lanzaron los congresistas en aquella sala del politécnico Modesto
Gene de Bata, la decisión de que el congreso se institucionalizara y de que
España albergara, dos años después, el II Congreso, como fase decisiva para
dicha institucionalización y el establecimiento del eslabón necesario e
imprescindible para sellar la unidad cultural de nuestros pueblos, por encima
de las diferencias y las distancias, quedaron vagando en el espacio desierto de
aquella sala al clausurarse el encuentro.
Las repetidas e
insistentes reivindicaciones que ha hecho el Gobierno de Guinea Ecuatorial de
su derecho a participar, en todo lugar, ocasión y momento en que se honra a la
«hispanidad», incluidas las Cumbres Iberoamericanas, han encontrado
indiferencia, cuando no un rechazo hiriente, a veces, con la ridícula excusa de
la ubicación geográfica, como si la cultura pudiera encerrarse en los frágiles
contornos de un contenedor tan perecedero como el territorio. Pero, escúchenlo
bien, seguiremos luchando hasta que veamos reparada la injusticia cultural que
se está cometiendo con nosotros al impedirnos estar en el lugar que nos
corresponde en derecho.
No hubo ni segundo ni
tercer congreso, no ha habido afro-ibero-americanismo, y Guinea Ecuatorial,
ignorada culturalmente por sus hermanos, abandonada a su suerte en un África
Central francófona y una comunidad financiera internacional anglosajona, se ha
visto en la enorme obligación de lidiar de forma cotidiana con una francofonía
combativa y sutil y una cultura «anglosajona» agresiva e impositiva.
Pero hemos resistido, y
seguiremos resistiendo los intentos de imposición y de alienación. Por eso,
nuestro español, el del pueblo de Guinea Ecuatorial, en el que rezamos y
lloramos, en el que juegan nuestros hijos y dirimimos nuestros litigios, no lo
consideramos negociable ni sacrificable a ningún interés o condición; por eso
seguimos luchando, a veces, haciendo españ-fang, españ-bubi, españ-ndowé…; todo para que nuestro idioma no nos
abandone, para que no nos deje huérfanos.
Por eso, el Gobierno de
Guinea Ecuatorial no solo defendió hasta la tenacidad, sino que impuso que en la Organización de la Unión Africana,
Cervantes fuera honrado y su idioma estuviera donde debe estar, entre otros
idiomas de comunicación internacional.
Guinea Ecuatorial es el
único país hispano de la
Unión Africana, pero el español, porque es su identidad,
adopta ya resoluciones, resuelve conflictos y hace política en dicha
organización.
Por eso, y a esta
altura de mi intervención, denuncio (cariñosa y familiarmente, desde luego), en
nombre de Guinea Ecuatorial, la pasividad mostrada por personas e instituciones
de la comunidad hispánica, ante la agresión que otros idiomas, el inglés y el
francés sobre todo, están perpetrando en los foros internacionales contra el
nuestro.
Retroceso del uso
del español en las organizaciones internacionales
Participante, durante
largas décadas de vida pública, en más de un millar de conferencias
internacionales, a nivel de la ONU
y sus instituciones, ex ministro delegado de Asuntos Exteriores, encargado de la Francofonía, jefe del
grupo de trabajo de Guinea Ecuatorial durante el proceso del ingreso de nuestro
país en las estructuras de la
Unión Aduanera de los Estados del África Central (enteramente
francófona), dos veces ministro encargado de la Francofonía, dos veces
ministro encargado de Información, Turismo y Cultura, y representante personal
del Jefe de Estado en el Consejo Permanente de la Francofonía, de 1987
hasta diciembre de 2005, me siento aquí con autoridad suficiente para afirmar
que el mundo de las relaciones internacionales y de las organizaciones
internacionales es una continua pugna por la hegemonía de las lenguas
nacionales, porque son el vehículo de la cultura, y la cultura hace economía y
progreso. No se trata de una guerra encubierta, sino de una verdadera carrera
hacia el poder, una guerra sin cuartel.
Es sabido que el inglés
se ha apoderado del mundo de la tecnología y se está imponiendo en el del
comercio y las finanzas; el francés se implanta como insoslayable en la
diplomacia y la política, etcétera.
¿Qué es entonces del
español? ¿Nos contentaremos con ir siempre «a remolque»?, ¿o es que no nos
hemos dado cuenta de que el que logre crear un mayor espacio de comunicación en
todos los aspectos de las relaciones e intercambios internacionales tendrá
asegurada la supremacía sobre los demás? Y esta es la principal lección que se
han aprendido bien las demás naciones con idiomas universales y están haciendo
de la globalización su caballo de batalla para lograr sus objetivos.
Pienso que lo que
debemos considerar como acción urgente, desde ahora, desde este IV Congreso, es
la manera de abandonar esta especie de complejo que sentimos los hispanos por
el uso de nuestro propio idioma, en nuestras relaciones con otros. Habitual de
los encuentros internacionales, he sido, en muchas ocasiones, testigo de
delegados hispanos y españoles que, incluso en foros en los que la traducción
simultánea es disponible, prefieren hablar inglés o francés, antes que nuestro
rico idioma. Muchos delegados españoles e hispanos se dirigen a sus colegas
extranjeros en sus idiomas respectivos antes de en español.
Un alto responsable
español de una muy importante institución europea siempre habla en inglés en
sus declaraciones públicas… y paro de citar.
Pero es muy difícil,
por no decir imposible, escuchar a un alemán o un inglés (por no citar sino
estos) hacer una declaración pública en otro idioma que no sea el suyo, aun
cuando dominase tres, cuatro o cinco. O es que no queremos darnos cuenta de que
el que fuera durante muchos siglos el idioma más hablado en todo el mundo
conocido está sufriendo progresivamente un especie de retroceso con respecto a
los que ayer no eran sino «primitivos dialectos» hablados en unas cuantas aldeas…
Es cierto que en la
literatura y en las artes sigue nuestro idioma ejerciendo una influencia muy
marcada, pero ¿cuántos leen hoy en día, con los inventos modernos, como la
televisión y el Internet, que provocan verdaderas adicciones?; las jóvenes generaciones
han dejado de preocuparse en buscar «un buen libro» para leer y su atención
está dirigida al ordenador. Es una constatación,
una triste constatación.
Por eso, a pesar de que
el español es uno de los idiomas más importantes del sistema de las Naciones
Unidas, se constata la cada vez más decreciente realización de traducciones al
español de documentos editados o intervenciones hechas en otros idiomas y
viceversa.
Es un estado de guerra,
es una cuestión de supervivencia y no admite ni cuartel ni medias soluciones.
Solo los que estén dispuestos al máximo esfuerzo y a una acción sostenida
ganarán la batalla.
Porque debemos
reconocer con honradez que el español está sufriendo un retroceso considerable
en los círculos internacionales, en los foros de toma de grandes decisiones
económicas, técnicas y políticas.
Falsamente, se vende la
teoría del «dominio de idiomas» para justificar el sometimiento de los hispanos
a las exigencias de otras lenguas, ¿es que existe una imposibilidad real de que
en español se puedan definir conceptos, situaciones e ideas del mundo moderno?
¿Es que el idioma más rico del mundo en matices, colores y declinaciones es
incapaz de abrirse camino en alguno de los estadios del hacer político,
tecnológico, diplomático y otros?
Yo digo que no; pero
digo también que no luchamos lo suficiente, no hacemos lo necesario.
No quiero hacer aquí un
llamamiento a España, porque el español ya no es un idioma solo de España, ya
no cabe en el pequeño espacio de una península que, además, se ve afectada por
reivindicaciones, legítimas y justificadas, si se quiere, de las «lenguas
nacionales» de las autonomías, lo cual, sin embargo, debilita enormemente la
unidad cultural de dicho país, porque el idioma es entendimiento y
comunicación. Mi llamamiento es a todos nosotros, hispanohablantes, para que
luchemos de manera solidaria, nos resistamos a la rendición de uno de los más
importantes idiomas de comunicación de este planeta.
Propuestas para
lograr una mayor expansión del español
Tengo, pues, las
siguientes propuestas que dejar aquí sobre la mesa, como la espada que
deberíamos esgrimir para luchar por el futuro de nuestro idioma y la
reconquista de su puesto de privilegio en este mundo en continua lucha y guerra
por la supremacía:
1. Al margen de las
instituciones ya existentes, sugiero que se piense en la creación de una
organización internacional que concentre sus esfuerzos en la promoción de la
lengua y cultura hispánicas, cuya misión sea velar por la mayor implantación de
nuestro idioma en el mundo, incluso en espacios naturalmente no hispanos. El
Instituto Cervantes, cuyos elogios no cabrían en tan pocas palabras y espacio,
por lo que está haciendo por la promoción del español en el mundo, está
cumpliendo de manera épica con su misión, y los resultados están a la vista de
todos; aunque, en honor a la verdad, la tarea y los retos ya no están a nivel
de una Institución que funciona más por la voluntad y el esfuerzo únicos de un
país, una institución que no tiene el estatus que le permitiría comprometer a
Gobiernos; los esfuerzos del Instituto solo alcanzan a incentivar y animar a
sectores muy determinados: estudiosos, alumnos y gente de letras.
Pero no es suficiente,
debemos superar el estadio de la mera persuasión, para pasar al de las
políticas globales de fomento e implantación, implicar a Gobiernos, crear un
estadio en el que el fomento de la lengua española sea parte de las políticas
de Gobiernos; que se creen estructuras que, de manera permanente y con el
impulso económico, logístico, intelectual y solidario de todos, consigan llevar
nuestro idioma a sectores más amplios del hacer cultural, económico y social
del mundo.
Ni el Instituto
Cervantes en su estructura y funcionamiento actuales (que, sin embargo, podría
integrarse en esa nueva política, como su motor impulsor y centro neurálgico)
ni los centros culturales, ni las Academias de la Lengua tienen tal capacidad
y fuerza en los Estados, dado que son estructuras que funcionan de manera
autónoma y no encajan en los esquemas y programas prioritarios de los países
que las albergan.
Solo una organización
internacional, cuyos estatutos estén aceptados y suscritos por varios Estados
interesados, los obligaría y comprometería.
Muchos años en el mundo
de la francofonía me llevan a sugerir que un grupo de trabajo sea creado por
este IV Congreso, con la misión prioritaria de estudiar el funcionamiento de
esa organización internacional, con el objeto de, a ser posible, inspirarse en
ella para diseñar una estructura parecida para nuestra comunidad.
La Organización Internacional de la Francofonía consta de
una afiliación de 55 Estados miembros y 13 observadores (en ambos grupos hay
países no francófonos), una Secretaría General, cuya sede se encuentra en Rue
André Citroen en París y departamentos de fomento y promoción; organiza
encuentros, certámenes, exposiciones y todo tipo de manifestaciones culturales,
deportivas, etcétera. Existe lo que llaman Jeux de la Francophonie, un encuentro bienal
multidisciplinario, que reúne a representantes de los países miembros, que, durante
unas dos semanas, compiten en varias actividades deportivas, literarias,
musicales y de artes plásticas y escénicas, crean mercados del arte y
promocionan a artistas. Dicha organización ha conseguido que estaciones de
radio y televisión nacionales francesas y canadienses, en colaboración con las
diferentes estaciones de países francófonos de África, del Caribe y del mundo,
organicen certámenes de redacción, en prosa y en poesía, con el fin de premiar
a jóvenes y escolares que resultasen mejores en cada disciplina; es obvio que
el objetivo principal es el mantener vivo el dominio del francés en ellos. La
francofonía crea y regenta universidades, como la de Leopold Sedar Senghor de
Alejandría (Egipto), así como centros de investigación y de enseñanza del
francés en países que, sin ser francófonos originales, muestran interés por esa
cultura. Tal es el empuje de esa organización que países anglófonos del
continente forman ya parte de ella; es el caso de Nigeria y Trinidad y Tobago,
por citar unos ejemplos.
Creo que es un buen
ejemplo para seguir y un objetivo que debemos fijarnos como prioridad.
2.
Es prioritaria una
mayor implicación de los poderes públicos de nuestros países por el fomento y
la divulgación de nuestro idioma, para lo que deberían separarse consideraciones
políticas y de intereses gubernamentales de los de la promoción cultural y la
defensa del idioma.
3.
Se impone un compromiso
de solidaridad entre los países de la hispanidad, para que el idioma compartido
nos vincule más que las ubicaciones geográficas y los intereses políticos. Esto
aconseja mayor frecuencia de encuentros culturales de todo tipo y niveles entre
nuestras poblaciones.
4. Guinea Ecuatorial, mi
país, cuya hispanidad se encuentra amenazada por su entorno geopolítico y
cultural inmediato, debería ser objeto de mayor atención y acercamiento por
parte de Hispanoamérica y España, para lo cual la cooperación y el intercambio
en el campo de la cultura compartida y el idioma común deberían intensificarse.
África es un continente
abierto y muy permeable a la cultura, en el que la hispanidad puede hacer un
camino importante, y Guinea Ecuatorial es, por derecho propio, su puerta
natural e ideal.
Las ideas de la
institucionalización del Congreso Hispánico-Africano de Cultura y el concepto
del afro-ibero-americanismo deberían ser objeto de estudio y análisis profundo,
por constituir una fuerza de unión nada despreciable. Pienso que un congreso de
la lengua de vez en cuando no es la respuesta adecuada al problema al que nos
encontramos enfrentados en la actualidad; se necesita algo más sustancial, un
esfuerzo más sostenido, un compromiso más firme y una asunción más determinada
del hecho de que «la lengua solo vive cuando es hablada y transmitida», porque
solo lo que está vivo, lo que se hace sentir y se traduce en la vida diaria de
los hombres, escapa al olvido y a la extinción… Muchas gracias.
Notas aclaratorias
sobre algunas referencias
- Malabo
y Bioko son nombres de dos reyes antiguos de la etnia Bubi, de la isla que
originalmente se llamó Fernando Poo y fue
rebautizada después como Bioko.
- Nkú:
Instrumento musical de la etnia fang, se fabrica haciendo un hueco en un
tronco de árbol, que varía de tamaño según se quiera que el sonido sea más
grave o más agudo. Este instrumento en el poblado fang servía también para
dar a la alarma, anunciar un acontecimiento o, convocar a la gente a un
acto o concentración en el Abaha o
‘casa de la palabra’. El nkú también servía para llamar a la gente en la
selva; según la manera de tocarlo cada miembro del poblado sabía si era a
él a quien se llamaba. También servía para convocar a los guerreros para
la guerra. Los colonos españoles usaron el nkú en varios de sus
destacamentos militares del interior de la parte continental de Guinea
Ecuatorial para tocar «llamada» o dar la alarma.
- Mekuyo:
Baile iniciático de la etnia ndowé, que habita las costas de la parte
continental de Guinea Ecuatorial y comparte familia con los habitantes de
las costas gabonesas.
- Nvet-Oyeng:
Instrumento musical fang, una especie de cítara que usa el trovador fang
para acompañar sus relatos de Engóng, una región mitológica, habitada por
hombres con poderes sobrenaturales. Según la mitología, los fang son
descendientes de este pueblo.
- Milang:
Plural de nlang, ‘cuento’,
‘historia’, ‘narración’. El fang, como todo bantú, confía mucho su
enseñanza a las historias que cuenta, de las que saca moralejas para la
vida.
- Fang:
Etnia mayoritaria de Guinea Ecuatorial, oriunda del continente. Se
extiende hasta el sur de Camerún, sudeste del Gabón, así como el Congo y la República
Centroafricana. Es, más bien, un subgrupo del los beti,
plural de nti (‘señor’, en su idioma). Algunos antropólogos lo consideran
una derivación de ba-ntú, que da nombre a la gran familia bantú. Nótese
que el prefijo ba significa
en casi todas las lenguas bantú ‘los, los de’. Los fang se consideran
descendientes de un pueblo de ‘señores’ o ‘de nobles’.
- Annobón
(Anno
Bou en portugués, es la isla más
alejada de las que tiene Guinea Ecuatorial, se encuentra después del
archipiélago de Sao-Tomé y Príncipe. Sus habitantes, que parece que son
esclavos procedentes de Angola y algunos deportados o abandonados allí por
los esclavistas, hablan un idioma que es una mezcla entre algún dialecto
lejano de Angola, el español y portugués) Corisco, Elobey Chico, Elobey
Grande, Cocoteros, Mbañe y Conga constituyen, con la isla de Bioko, el
resto del territorio de Guinea Ecuatorial, que suma en total, incluida la
parte continental, 28.050 kilómetros cuadrados.
- Modesto
Gené: Escultor y pintor, nacido en Reus, Cataluña, que se trasladó a vivir
a Guinea durante la colonia, por allí a finales de los años cuarenta, y se
quedó a vivir. Ejerció de profesor de dibujo en varios centros de
enseñanza media. Jubilado, rehusó regresar a España y pidió morir en
Guinea Ecuatorial, como así fue. El primer Centro de Enseñanza Profesional
que se construyó en Guinea, una Escuela Politécnica, lleva por eso su
nombre.