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miércoles, 27 de diciembre de 2017

refugiados alemanes en Guinea Ecuatorial, durante la Primera Guerra Mundial

Este artículo ha sido publicado en el último
número de la revista
"La Gaceta de Guinea
Ecuatorial
", correspondiente a diciembre de
2017 (pp. 38-41)
http://www.lagacetadeguinea.com
1916, cuando los alemanes de Camerún se acogieron al status de refugiados en la Guinea española

En plena Gran Guerra (1914-1918), una vez las tropas aliadas –integradas por belgas, franceses e ingleses– conquistaron, en enero de 1916, Camerún, mil soldados y colonos alemanes, junto a quince mil askaris y civiles cameruneses, se instalaron temporalmente en Río Muni y la isla de Fernando Poo.
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Luis 
Negro Marco 
Historiador y periodista

 En el fragor de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), conocida como “La Gran Guerra”, Alemania vio como sus colonias en África iban siendo conquistadas una tras otra, por las potencias aliadas (Francia, Inglaterra y Bélgica), que luchaban contra ella. También Camerún. De este modo, tras la caída de Yaoundé, el 1 de enero de 1916, en manos de las tropas aliadas, el jefe militar alemán en Camerún, el coronel Karl Zimmermann,  decidió el internamiento de su ejército en la Guinea española, a través del puesto fronterizo de N´Gonde, acompañado de al menos, cuarenta mil personas. Entre ellas, mil alemanes –cuatrocientos de los cuales eran militares–, seis mil askaris (“soldado” en lengua suajili; los askaris eran soldados nativos bajo el mando de la oficialidad colonial), y alrededor de treinta y ocho mil civiles: criados de los colonos, así como numerosos jefes tribales con sus familias numerosas.

Convenio de La Haya
 El hecho de esta decisión de la oficialidad alemana en Camerún (que, como no podía ser de otro modo, contó con el visto bueno del gobernador imperial alemán para África, Karl Ebermaier), se debió a que España, en su condición de país neutral en la Gran Guerra (por consiguiente también la Guinea española), y de acuerdo a las disposiciones internacionales recogidas en el Convenio de la Haya (entonces estaba vigente el que había sido consignado por las naciones en 1907) podía acoger indistintamente, en calidad de refugiados, a combatientes y civiles de cualquiera de las naciones enfrentadas.
Grabado de 1916, que representa la entrada del contingente 
expedicionario alemán (en los últimos días del mes de
 enero de aquel año) a Río Muni, tras la derrota de 
Alemania en Camerún, durante la Primera Guerra Mundial.
 En la escena media de la imagen, dos soldados alemanes 
saludan con sus sombreros a los soldados españoles 
que los aguardan en el puesto fronterizo de N´Gonde
  de la que entonces era Guinea española.
Una neutralidad bélica que permitió a España vivir alejada de las tragedias de la Gran Guerra, hasta el punto de que, en palabras del profesor español de la «Universidad Carlos III de Madrid», Eduardo González Calleja, “el territorio español que sufrió más de cerca los avatares de la guerra naval y terrestre y las tensiones diplomáticas derivadas de la Primera Guerra mundial fueron las posesiones de Guinea”.

 De este modo, el 15 de febrero de 1916, el entonces capitán de navío español, Ángel Barrera Luyando (entonces gobernador general de la Guinea española –cargo que ostentó entre 1910 y 1924–) autorizó oficialmente la entrada del contingente germano-camerunés a territorio guineano, si bien su llegada se había producido, de hecho, a lo largo de las tres semanas anteriores. El coronel Barrera debió aceptar, entre atónito y resignado –ante lo insólito de aquella situación–, cómo alrededor de cuarenta mil personas (vencidas, pero magníficamente disciplinadas) llegaban a territorio guineano acogiéndose al asilo temporal que el gobierno español les había concedido.

Campamentos en Fernando Poo
 Así relata cómo pudo ser la espectacular llegada de tan magna expedición (procedente de Camerún) a territorio de Guinea, el escritor español Antonio Carrasco, en su novela –ambientada en dicho acontecimiento histórico– que lleva por título «Orden en Río Muni»: “Era todo un ejército [el alemán, que llegaba a Guinea procedente de Camerún] de proporciones majestuosas. El horizonte se inundó de fusileros negros perfectamente armados [hubieron de deponer y entregar las armas al ejército colonial español una vez cruzaron la frontera] y unos mandos blancos que los manejaban con una disciplina ejemplar. Llevaban bagajes, impedimentas y equipos, y llegaban  con mujeres y niños, y con sus rebaños de ovejas…”.

El contraalmirante Ángel Barrera Luyando.
Gobernador de la Guinea española entre 1906-1907
 y posteriormente, entre 1910-1924. Fue durante su
mandato cuando se produjo la llegada de los
 alemanes de Camerún a Río  Muni, a finales de
enero de 1916, y quien decidió su posterior traslado a
 Fernando Poo. Los alemanes fueron posteriormente
  evacuados a España,  en el mes de mayo de 1916. 
 Ante la imposibilidad de otorgar refugio a tan vasto número de personas, el gobernador Barrera ordenó el retorno a Camerún (que había caído en poder de las naciones aliadas) de más de veintitrés mil de los cameruneses integrantes de la expedición, con lo que finalmente fueron alrededor de 16.000 los refugiados germano-cameruneses que se quedaron en la Guinea española.

 Posteriormente, una vez hubieron accedido al status de refugiados, y  tras una temporada en Río Muni, la autoridad española decidió el traslado de los askaris y de los alemanes a la isla de Fernando Poo, donde los alojaron en los denominados «campos de internamiento». Para ello, y en tiempo record,  se construyeron, por los propios beneficiarios, tres campamentos para el contingente militar alemán en la ciudad de Santa Isabel (Malabo). Uno de ellos se estableció en la zona del hospital, y otros dos, en el barrio de «Las Caracolas». Aún se construyó en la isla (entonces llamada Fernando Poo) un cuarto campamento, más pequeño, y cerca de la ciudad de San Carlos, para alojar a los jefes de las tribus aliadas de los alemanes, junto a sus familias. El resto del contingente (alrededor de nueve mil civiles cameruneses), quedaron en Río Muni.

 Mas, resuelto  el problema de la habitabilidad, pronto llegó el de la falta de víveres para abastecer a un contingente de personas tan numeroso. Y por si esto fuera poco, a todo ello hubo de unirse la escasez de tropas (en los primeros meses de 1916 tan solo había 180 soldados españoles en Río Muni) para mantener el orden y evitar posibles altercados entre la población autóctona y los recién llegados. Riesgo que, ante el enrarecido ambiente internacional que se respiraba, a causa de la guerra, las penurias, y las diferencias etno-culturales, se consideraba muy elevado.

Misión humanitaria en tiempos de guerra
 Sin embargo, salvo hechos aislados (como la trágica muerte de dos alemanes, llamados Arms y Lehning, posteriormente enterrados con honores en una tumba en Nkomaka), tanto los soldados españoles como la sociedad guineoecuatoriana en su conjunto, trataron amigablemente

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Imagen de “La Casa Verde” de Malabo en torno a 1916. En un principio, el edificio fue la sede central de una factoría comercial propiedad de una familia alemana, que se conoció con el nombre de “Casa Moritz”. 

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y con cordialidad a cameruneses y alemanes. La integración de los recién llegados con las gentes y tierra de Guinea fue tal, que aquéllos llegaron a procurarse buena parte de sus productos alimentarios –para incomodar lo menos posible a la población nativa–, poniendo en cultivo los terrenos circundantes a los campamentos en que estuvieron instalados. Por todo ello, el historiador español Sergio del Molino (autor del libro «Soldados en el jardín de la paz», que recoge esta gran historia acaecida en Guinea Ecuatorial) aquella fue “una auténtica «misión humanitaria» en tiempos de guerra”.

Traslado a España
 No obstante, la presencia de tropas alemanas en la colonia española incomodaba a Francia e Inglaterra, temerosas de que pudieran actuar en connivencia con España para desestabilizar sus intereses en el Golfo de Guinea. De manera que en los primeros días de mayo de 1916, España envió a Fernando Poo los vapores  «Cataluña» e «Isla de
El coronel Karl Zimmermann, jefe de las tropas alemanas y de los askaris
cameruneses, pasa revista a los soldados en uno de los campamentos
que se instalaron para ellos en Fernando Poo. La foto pudo haber sido tomada
poco antesde la evacuación de los soldados y civiles alemanes a España,
en el mes de mayo de 1916.
 
Panay
», en los que comenzó a trasladar a los alemanes, junto con muchos de sus criados, a España. Así, en la primavera de 1916, hasta 855 alemanes procedentes de la Guinea española se asentaron en distintas ciudades del país, principalmente Zaragoza, Pamplona y Alcalá de Henares.
En 1916, Alemania erigió en Malabo un monolito en memoria de
los soldados alemanes y cameruneses que murieron a causa de la
enfermedad, en los campamentos que para ellos se instalaron
 en los primeros meses de 1916 en la ciudad, que entonces se
llamaba Santa Isabel. Dicho monumento funerario se puede
contemplar aun a día de hoy en una calle del barrio de
 Santa María III de Malabo.  En una leyenda situada a sus pies
puede leerse: “En memoria de los valientes soldados cameruneses
que lucharon por la grandeza de Alemania”. 
 Con el tiempo, aquel grupo de personas llegó a convertirse en el germen de una colonia alemana muy influyente en sus diferentes capitales de acogida. Del mismo modo que en Fernando Poo llegaron a destacar, por su actividad empresarial y emprendedora  distintas familias alemanas. Es el caso de los Moritz (cuya sede comercial, en los primeros años del pasado siglo XX, estuvo situada en la actual «Casa Verde» de Malabo, y de los «Lampert», nombre que en su memoria ostenta uno de los barrios de la capital de Guinea Ecuatorial.

Vestigios de aquel pasado
 En una calle del barrio de Santa María III se encuentra uno de los monumentos más curiosos de Malabo: un obelisco que se erigió como monumento funerario de un pequeño cementerio donde la colonia alemana enterró a los compañeros que fallecieron en la isla. Algunas fuentes hablan que hasta más de un millar pudo haber muerto a causa de una epidemia de gripe que se declaró en los campamentos.

 Aquel episodio de la memoria histórica sigue aún muy vivo, como testimonio de que la convivencia pacífica entre las naciones sigue siendo un sueño realizable, y de que la paz es el único medio posible para alcanzar la justicia y el desarrollo.

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