Cuando
el campo de batalla fue el mar
Luis Negro Marco
Craig L. Symonds
“La segunda Guerra
Mundial en el mar: una historia global”
Editorial: La esfera
de los libros, 868 pp.
Madrid,
2019.-
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La guerra en el mar
empezaron ganándola la Alemania nazi y la fuerza naval japonesa, pero después,
gran parte del mérito de la victoria final Aliada se debió a la superioridad de
la flota estadounidense en el Pacífico.
Nada más desatarse las
hostilidades, en septiembre de 1939, el almirante alemán Karl Dönitz fue el
impulsor de los ataques indiscriminados contra los buques comerciales aliados que
navegaran por el Atlántico, utilizando para ello su gran flota de submarinos U-Boote (abreviatura del alemán “Untersee-boot”, –nave submarina–).
La táctica utilizada por los comandantes de los sumergibles fue denominada “Rudeltaktic”
–ataque en manada–
por lo que a aquellos temibles submarinos pronto se les conoció entre los aliados con el nombre
de “lobos grises”, los cuales, solo
entre el 2 de septiembre y el 2 de diciembre de
1940, lograron hundir un total de 140 barcos británicos o aliados, acumulando
850.000 toneladas de carga destruida.
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Fotografía de 1939 del portaviones británico Ark Royal, escoltado por una flotilla de torpedoros Swordfish de la RAF |
Posteriormente,
ya situados en el año 1943, se produjo la desafección de la flota italiana
respecto al gobierno fascista de Mussolini. Pero cuando el 9 de septiembre de
1943 el acorazado “Roma” (buque insignia de la Regia Marina) se dirigía a
Argelia para entregarse a los aliados, el barco fue hundido por misiles Fritz-X alemanes teledirigidos, siendo los primeros proyectiles radioguiados de la
historia. Más de 1.300 marinos perdieron la vida, y solo 500 náufragos pudieron
ser rescatados por naves italianas que los condujeron hasta el puerto de Mahón
(isla de Menorca) donde fueron atendidos en el hospital militar de la isla del
Rey y posteriormente acogidos por la población menorquina, permaneciendo varios
meses en la isla balear.
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11 de mayo de 1945. El portaviones estadounidense Bunker Hill en llamas, tras estrellarse dos kamikazes japoneses sobre su cubierta. |
En consecuencia, de
manera totalmente sorpresiva para las tropas de Hitler, llegó el llamado “Día
D” (6 de junio de 1944) en que se produjo el desembarco aliado en la costa
francesa de Normandía, con 284 buques de guerra, 2.000 barcos anfibios y casi
287.000 soldados aliados (principalmente estadounidenses y británicos) a bordo.
No obstante, en la playa de Omaha las defensas alemanas provocaron más de 2.000
bajas entre los soldados americanos. Steven Spielberg describió magistralmente
(inspirado en fotografías que hizo el fotorreportero Robert Cappa, que también
había cubierto la guerra civil española) cómo de sangriento resultó aquel
desembarco en la primera escena de su película de 1988, “Salvar al soldado
Ryan”.
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Enero de 1944. El buque de desembarco de tanques estadounidense LST 77, dejando su cargamento de carros de combate Sherman en la playa italiana de Anzio. |
El 6 de agosto de
1945 era lanzada por Estados Unidos la
primera bomba atómica de la historia sobre Hiroshima y tres días después lanzaba
una segunda sobre Nagasaki. Como consecuencia de la devastación nuclear y las
decenas de miles de víctimas que causaron, llegado el 2 de septiembre de 1945, el
ministro de Asuntos Exteriores de Japón, Shigemitsu, firmaba a bordo del “Missouri”
–fondeado para la ocasión en la bahía de Tokio– la rendición definitiva del
país ante el general estadounidense MacArthur. La Segunda Guerra Mundial había terminado,
pero al terrible precio de la vida de 60 millones de personas, el 3 por ciento
de la población mundial de aquellos terribles días en la historia de la
Humanidad.
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