Santiago,“el camino de las estrellas”
Luis
Negro Marco / Zaragoza
Vista de la Catedral de Santiago desde la plaza del Obradoiro en Agosto de 2012.- Foto Luis Negro |
Apenas tres horas después de finalizar este artículo, a las 17,40 horas del 24 de Julio, víspera de la Festividad de Santiago Apóstol, tenía lugar el descarrilamiento del tren "Alvia" Madrid-Ferrol, a tan solo tres kilómetros de Santiago de Compostela. A esta hora, las 23, 30 horas del día de hoy, 25 de Julio, ya son 80 los muertos en el mayor desastre ferroviario de España en más de 60 años. En aquel tren viajaban personas y con ellas, muchas ilusiones y esperanzas que quedaron cercenadas en apenas unos segundos de angustia y sufrimiento. Ahora es tiempo del amor y la compasión cristianas, de sentir como propio el desgarro de los familiares de los muertos y de los que están hospitalizados, y del agradecimiento sincero y sereno para médicos, enfermeros, bomberos, Policía, Guardia Civil, Cruz Roja y cuantas personas se afanaron y afanan por sanar las heridas de las víctimas aún vivas, y por descubrir la verdad, acompañada del amor, para honrar con ella la memoria de los muertos y dignificar la existencia de los supervivientes; directa o indirectamente todos, de algún modo, somos víctimas de tamaña tragedia
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Junto con san Pedro (primer
cabeza de la Iglesia católica) y san Juan, Santiago estuvo presente en tres
acontecimientos trascendentes en la vida de Jesús: el de la Transfiguración en
el Monte Tabor, en la resurrección de la hija de Jairo, y en la oración en el
huerto de Getsemaní, antes de la Crucifixión. Quizás por esta predilección de Jesús hacia Santiago,
la Cristiandad ha dedicado al Apóstol una veneración, sólidamente consolidada,
en los cinco continentes, como demuestran el gran número de ciudades que llevan
su nombre, empezando por Santiago de Compostela.
Santiago sobre su blanco corcel, como soldado de la Fe. Estatua sobre la fachada del Ayuntamiento de Santiago de Compostela en plaza del Obradoiro.- Foto: Luis Negro |
Viaje en barca de piedra a Padrón
Considerado el primer mártir de
la Cristiandad, tras su martirio en Jerusalén –según la tradición ocurrido hacia el año 43– sus discípulos se hicieron cargo de su cuerpo… y de su cabeza,
depositándolos en una barca de piedra, con la que se hicieron a la mar en la
ciudad palestina de Jaffa , y milagrosamente arrastrada por el violento y las
olas, en tan solo siete días la nave arribó a las costas de Galicia. Ocurrió
entonces que cuando la embarcación ya se aproximaba a la playa, un caballero
que paseaba con su caballo a orillas del mar, fue engullido con su montura por
la fuerza de un repentino y proceloso oleaje; sin embargo, en lugar de perecer
ahogados, caballo y caballero emergieron refulgentes de entre las aguas,
cubiertos de conchas. Desde entonces, la concha (en realidad una vieira) se
convirtió en el símbolo del Apóstol Santiago, así como en la insignia de la
capa de los peregrinos que desde siglos encaminan sus pasos hacia la tumba del
santo en Santiago de Compostela.
Durante la Edad Media, fueron
tres los lugares sagrados de peregrinación para los cristianos: Jerusalén
(quienes allí iban recibían el nombre de “palmeros”), Roma (romeros, de donde
proviene la palabra “romería”) y Santiago de Compostela –geográficamente en el
“Finis Terrae” del imperio romano–, a donde van los peregrinos propiamente
dichos. Y es que según la tradición cristiana, fue en Compostela (“Campo de
Estrellas”) donde fue erigida por sus apóstoles, la tumba de Santiago el Mayor,
el primer mártir de la Cristiandad.
La concha del peregrino labrada sobe una de las fachadas de la catedral de Santiago de Compostela Foto: Luis Negro Marco |
Para la España medieval del siglo XII, entonces mayoritariamente en
p oder musulmán, Santiago se convirtió en un defensor celeste y el símbolo en
torno al que se pudo aglutinar la Reconquista cristiana. De ahí la proclama
“Santiago y cierra España” de invocación al Apóstol al comienzo de las
batallas. Entendida la conjunción “y” (como bien apuntó en su libro “Apostillas
al Quijote”, el erudito y ya desaparecido sacerdote escolapio de La Yunta, Saz
Navío) como un adverbio locativo: “allí” (al modo de la lengua francesa). Por
tanto el significado real de la expresión sería: “Santiago, allí, proclama la
grandeza de España”. La simbología de Santiago, (la
Cruz de la Orden Militar que lleva su nombre, y su representación, bien como
peregrino, bien como soldado de la Fe, a lomos de un blanco corcel), unida a su
significación mariana (en Zaragoza, y a orillas del Ebro la Virgen María se le
apareció de pie, sobre una columna) han hecho de Santiago el primero de los Apóstoles,
siendo por ello considerado como el profeta, protector y mediador milagroso con
la Divinidad. Y de ahí la importancia de la devoción cristiana hacia su
figura, y el secular peregrinaje hacia
su tumba, anunciada por la obra culmen de la escultura románica: “El Pórtico de
la Gloria”.
El Códice Calixtino
De manera que hacia 1150, seguramente en el monasterio francés de Cluny, y con el fin de glorificar la importancia del Apóstol, una mano anónima, erudita y misteriosa, concibió una obra extraordinaria para su tiempo: el “Liber Sancti Jacobi” o “Codex Calixtinus”, compuesto de cinco libros, conteniendo sermones sobre Santiago, cánticos y lecciones para sus fiestas, así como la relación de sus milagros e historia de su vida. Un cuento épico sobre la venida de Santiago a España, una “guía de viaje” rebosante de información sobre los caminos de peregrinación a través de Francia y España, y un “suplemento” de música polifónica de la misma época. Una recopilación, en suma, en torno al Apóstol Santiago, concebida para ser interpretada por los muchachos de una Escuela de la Edad Media.
Fachada de las Platerías de la Catedral de Santiago de Compostela.- Foto: Luis Negro |
Nadie sabe, a ciencia cierta
cómo llegó el "Códice Calixtino" a Santiago de Compostela, y aunque su autor
fuera con certeza un erudito, el Códice contiene innumerables errores gramaticales,
retóricos y de dogma, a los que los especialistas tratan de dar una
explicación, desde hace siglos, pero sin hallar una respuesta definitiva. Lo
que sí se ha podido demostrar es que los errores del “Códice Calixtino” (que
incluye palabras en hebreo, latín y gallego) debían ser corregidos por esos
alumnos de la Escuela Medieval, en calidad de ejercicios de latín y que la
música que contiene (con un lenguaje musical muy elaborado, que incluye la más antigua composición a tres
voces que ha llegado hasta nuestros días, una pieza excepcional, de absoluta
vanguardia para su tiempo) estaba destinada a ser cantada por esos mismos
muchachos ––cuya figura puede ser asimilable a la de los Infanticos del Pilar––
durante la festividad del Apóstol.
Hace dos años, un exempleado
despechado de la catedral de Santiago robaba esta inigualable joya literaria,
felizmente recuperada en Milladoiro (a no más de tres kilómetros de Santiago)
por la Policía española en el verano de 2012, que devolvió el “Códice Calixtino”
a la catedral. Un motivo más (que cada cual tendrá los suyos) para hacer “el
Camino de Santiago” y abrir las fronteras –que no encerrarlas en el
“Finisterre” imaginario de la vida”– de nuestro espíritu solidario y más universal
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