viernes, 26 de julio de 2013

El 24 de Julio,todos peregrinábamos con ellos en aquel tren a Compostela

          Santiago,“el camino de las estrellas”

        Luis Negro Marco / Zaragoza

Vista de la Catedral de Santiago desde  la plaza del
Obradoiro en Agosto de 2012.
- Foto Luis Negro
Apenas tres horas después de finalizar este artículo, a las 17,40 horas del 24 de Julio, víspera de la Festividad de Santiago Apóstol, tenía lugar el descarrilamiento del tren "Alvia" Madrid-Ferrol, a tan solo tres kilómetros de Santiago de Compostela. A esta hora, las 23, 30 horas del día de hoy, 25 de Julio, ya son 80 los muertos en el mayor desastre ferroviario de España en más de 60 años. En aquel tren viajaban personas y con ellas, muchas ilusiones y esperanzas que quedaron cercenadas en apenas unos segundos de angustia y sufrimiento. Ahora es tiempo del amor y la compasión cristianas, de sentir como propio el desgarro de los familiares de los muertos y de los que están hospitalizados, y del agradecimiento sincero y sereno para médicos, enfermeros, bomberos, Policía, Guardia Civil, Cruz Roja y cuantas personas se afanaron y afanan por sanar las heridas de las víctimas aún vivas, y por descubrir la verdad, acompañada del amor,  para honrar con ella la memoria de los muertos y dignificar la existencia de los supervivientes; directa o indirectamente todos, de algún modo, somos víctimas de tamaña tragedia

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 Junto con san Pedro (primer cabeza de la Iglesia católica) y san Juan, Santiago estuvo presente en tres acontecimientos trascendentes en la vida de Jesús: el de la Transfiguración en el Monte Tabor, en la resurrección de la hija de Jairo, y en la oración en el huerto de Getsemaní, antes de la Crucifixión.  Quizás por esta predilección de Jesús hacia Santiago, la Cristiandad ha dedicado al Apóstol una veneración, sólidamente consolidada, en los cinco continentes, como demuestran el gran número de ciudades que llevan su nombre, empezando por Santiago de Compostela.

Santiago sobre su blanco corcel, como soldado de la Fe.
Estatua sobre la fachada del Ayuntamiento de Santiago
de Compostela en plaza del Obradoiro
.- Foto: Luis Negro
 Viaje en barca de piedra a Padrón
 Considerado el primer mártir de la Cristiandad, tras su martirio en Jerusalén –según la tradición ocurrido hacia el año 43– sus discípulos se hicieron cargo de su cuerpo… y de su cabeza, depositándolos en una barca de piedra, con la que se hicieron a la mar en la ciudad palestina de Jaffa , y milagrosamente arrastrada por el violento y las olas, en tan solo siete días la nave arribó a las costas de Galicia. Ocurrió entonces que cuando la embarcación ya se aproximaba a la playa, un caballero que paseaba con su caballo a orillas del mar, fue engullido con su montura por la fuerza de un repentino y proceloso oleaje; sin embargo, en lugar de perecer ahogados, caballo y caballero emergieron refulgentes de entre las aguas, cubiertos de conchas. Desde entonces, la concha (en realidad una vieira) se convirtió en el símbolo del Apóstol Santiago, así como en la insignia de la capa de los peregrinos que desde siglos encaminan sus pasos hacia la tumba del santo en Santiago de Compostela.

  Durante la Edad Media, fueron tres los lugares sagrados de peregrinación para los cristianos: Jerusalén (quienes allí iban recibían el nombre de “palmeros”), Roma (romeros, de donde proviene la palabra “romería”) y Santiago de Compostela –geográficamente en el “Finis Terrae” del imperio romano–, a donde van los peregrinos propiamente dichos. Y es que según la tradición cristiana, fue en Compostela (“Campo de Estrellas”) donde fue erigida por sus apóstoles, la tumba de Santiago el Mayor, el primer mártir de la Cristiandad.

La concha del peregrino labrada sobe una de las
fachadas de la catedral de Santiago de Compostela

Foto: Luis Negro Marco
Para la España medieval del siglo XII, entonces mayoritariamente en poder musulmán, Santiago se convirtió en un defensor celeste y el símbolo en torno al que se pudo aglutinar la Reconquista cristiana. De ahí la proclama “Santiago y cierra España” de invocación al Apóstol al comienzo de las batallas. Entendida la conjunción “y” (como bien apuntó en su libro “Apostillas al Quijote”, el erudito y ya desaparecido sacerdote escolapio de La Yunta, Saz Navío) como un adverbio locativo: “allí” (al modo de la lengua francesa). Por tanto el significado real de la expresión sería: “Santiago, allí, proclama la grandeza de España”. La simbología de Santiago, (la Cruz de la Orden Militar que lleva su nombre, y su representación, bien como peregrino, bien como soldado de la Fe, a lomos de un blanco corcel), unida a su significación mariana (en Zaragoza, y a orillas del Ebro la Virgen María se le apareció de pie, sobre una columna) han hecho de Santiago el primero de los Apóstoles, siendo por ello considerado como el profeta, protector y mediador milagroso con la Divinidad. Y de ahí la importancia de la devoción cristiana hacia su figura,  y el secular peregrinaje hacia su tumba, anunciada por la obra culmen de la escultura románica: “El Pórtico de la Gloria”.

El Códice Calixtino

   De manera que hacia 1150, seguramente en el monasterio francés de Cluny, y con el fin de glorificar la importancia del Apóstol, una mano anónima, erudita y misteriosa, concibió una obra extraordinaria para su tiempo: el “Liber Sancti Jacobi” o “Codex Calixtinus”, compuesto de cinco libros, conteniendo sermones sobre Santiago, cánticos y lecciones para sus fiestas, así como la relación de sus milagros  e historia de su vida. Un cuento épico sobre la venida de Santiago a España, una “guía de viaje” rebosante de información sobre los caminos de peregrinación a través de Francia y España, y un “suplemento” de música polifónica de la misma época. Una recopilación, en suma, en torno al Apóstol Santiago, concebida para ser interpretada por los muchachos de una Escuela de la Edad Media.

Fachada de las Platerías de la Catedral de
Santiago de Compostela.
- Foto: Luis Negro
 Nadie sabe, a ciencia cierta cómo llegó el "Códice Calixtino" a Santiago de Compostela, y aunque su autor fuera con certeza un erudito, el Códice contiene innumerables errores gramaticales, retóricos y de dogma, a los que los especialistas tratan de dar una explicación, desde hace siglos, pero sin hallar una respuesta definitiva. Lo que sí se ha podido demostrar es que los errores del “Códice Calixtino” (que incluye palabras en hebreo, latín y gallego) debían ser corregidos por esos alumnos de la Escuela Medieval, en calidad de ejercicios de latín y que la música que contiene (con un lenguaje musical muy elaborado,  que incluye la más antigua composición a tres voces que ha llegado hasta nuestros días, una pieza excepcional, de absoluta vanguardia para su tiempo) estaba destinada a ser cantada por esos mismos muchachos ––cuya figura puede ser asimilable a la de los Infanticos del Pilar–– durante la festividad del Apóstol.

 Hace dos años, un exempleado despechado de la catedral de Santiago robaba esta inigualable joya literaria, felizmente recuperada en Milladoiro (a no más de tres kilómetros de Santiago) por la Policía española en el verano de 2012, que devolvió el “Códice Calixtino” a la catedral. Un motivo más (que cada cual tendrá los suyos) para hacer “el Camino de Santiago” y abrir las fronteras –que no encerrarlas en el “Finisterre” imaginario de la vida”– de nuestro espíritu solidario y más universal

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