Del Spain is different a la Movida
Luis Negro Marco / Zaragoza
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Giulia Quaggio
La cultura en transición. Reconciliación y
política cultural en España, 1976-1986
Alianza Editorial; 370 páginas; Madrid, 2014
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Portada del libro ilustrada con una fotografía de Ouka Lele correspondiente a los años ochenta. |
Guilia Quaggio, historiadora y periodista
italiana –es directora de la revista Spagna
contemporanea– se plantea una interesante pregunta respecto al poder
“blanco” de la cultura: “¿Puede ser la política cultural un instrumento decisivo
con cuyo recurso un Estado esté en condiciones de desarrollar y consolidar la
democracia?”. Las páginas de este libro son una lúcida exposición en torno al
tema, centrada en la década decisiva de la Transición : 1976-1986. Así,
ya en las postrimerías del franquismo renació con mucha fuerza en nuestro país,
convenientemente auspiciada por el Estado, la leyenda romántica de Carmen (la
de la novela que en 1845 escribió Prosper Merimé) así como el mito de una
España de “curros y bandoleros”, a la que por supuesto se había expurgado de
toda referencia o implicación política en un imaginario que buscaba la
integración social, y más que nada, la desmovilización ideológica. La censura franquista, la herramienta de control de las ideas durante la
dictadura, provocó la condena a prisión y pago de multas desorbitadas a decenas
de periodistas por parte del Tribunal de Orden Público, al mismo tiempo que se
crearon enormes listas negras de nombres de suscriptores a revistas consideradas
“sospechosas” por el Régimen. Pero la censura también tuvo su lado tragicómico,
que dio lugar a hechos de tintes esperpénticos, espejo de la España de Valle Inclán. Así
ocurrió cuando en 1961 Luis Buñuel volvió de su exilio mejicano; ese mismo año,
el subsecretario español de cinematografía se trasladaba a Cannes para recibir
para España, la Palma
de Oro con la que se había premiado a la película Viridiana, del cineasta
calandino. Solo más tarde la censura franquista se dio cuenta del fuerte
contenido iconoclasta y erótico de la película de Buñuel. Muñoz Fontana fue
fulminantemente destituido y Viridiana, radicalmente prohibida.Pero fundamentalmente, este libro desvela cómo transcurrió el proceso de
transición a la democracia de España, a partir de las acciones políticas del
Ministerio de Cultura y Bienestar, creado en 1977, como heredero del franquista
y censor Ministerio de Información y Turismo. La política cultural, como ya se
dieron cuenta Manuel Fraga (creador de la campaña Spain is different) y el también gallego Pío Cabanillas (primer
titular del Ministerio de Cultura de la democracia) representó un ingrediente
principal del proceso de democratización, dado que contribuyó a la redefinición
de la identidad colectiva española y a la identificación de los españoles con
los valores democráticos. Pero el inmovilismo cultural del último
franquismo contrastaba con el asombroso dinamismo de los “hijos de la
dictadura”: recitales de cantautores, representaciones de “teatro alternativo”,
sesiones de cine-fórum, ciclos de conferencias sobre la identidad plurirregional
de España, fomento de las lenguas propias… Unas manifestaciones, en suma, que
conectaban con la vanguardia cultural internacional del momento, mientras la política cultural del
Estado se mantenía anclada en la mojigatería, los santos y los partidos de
fútbol de los domingos. Así que, cuando los socialistas llegaron al poder, en
1982, vieron que el principio de recuperación cultural había de basarse en la
creación de un “equilibrio moral” con el pasado y después, en la elaboración
urgente de un inventario sobre la realidad cultural del país configurando una
especie de “año cero” del renacimiento cultural de España. Quizás inspirados en
las palabras de Ortega y Gasset: “el pasado no se ha tomado el trabajo de pasar
para que lo neguemos, sino para que lo integremos”. Javier Solana, primer ministro socialista de
la democracia, tuvo la gran habilidad y enorme mérito de saber poner en marcha,
en un rápido proceso, las bases de una España “postmoderna”, atractiva, joven y
capaz de normalizar el gris binomio franquismo/antifranquismo. De este modo, la
“Movida” madrileña, surgida a mediados de los ochenta, y en principio como
movimiento underground, pronto se
extendería por todo el país, como símbolo de modernidad de la juventud española.
Un movimiento cultural total, que si bien independiente y aparentemente
desideologizado, mereció todo el interés y decidido apoyo de los gobernantes
socialistas.
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