San José de Calasanz: la Escuela como camino hacia la Verdad
Luis Negro Marco / Ponte Caldelas
Hoy se celebra la festividad de San José de
Calasanz (Peralta de la Sal ,
1557- Roma, 1648), sacerdote aragonés
que en el año 1597 abrió, en la iglesia
de “Santa Dorotea”, en el romano barrio del Trastévere, la primera escuela
popular y gratuita del mundo. La obra pedagógica del santo aragonés, habría de
sentar las bases de la Escuela
moderna, basada en los principios de
obligatoriedad, gratuidad y gradualidad. Pero lo que hoy es un hecho que forma
parte de la normalidad estructural de los Estados modernos, no lo era en
absoluto cuando San José de Calasanz abrió su primera escuela en Roma, por
cuanto puede considerarse que la suya fue
toda una revolución educativa.
En 1564 había finalizado el largo Concilio de
Trento, con el que la Iglesia Católica
reafirmó sus principios frente a la Reforma Protestante
de Lutero. En España, la reacción antiherética se articuló de manera inmediata
a través del Santo Oficio, que actuó a su vez como extensión de la acción
política de Felipe II (1527-1598). En su objetivo por alcanzar el poder
absoluto en España, el monarca chocó frontalmente
con las Cortes y Fueros de los reinos hispanos, así como con los privilegios de
sus señores y condes. Fue el caso del Condado de Ribagorza, en el Reino de
Aragón, objeto de cruentas guerras a partir de 1587, en las que habría de
hacerse célebre el bandolero Lupercio Latrás (1555-1590). Finalmente, Felipe II acabó por incorporar el
Condado a la Corona
de España en 1591, en virtud del acuerdo alcanzado con el sexto Duque de Villahermosa, Francisco de
Gurrea (1551-1622) en Madrid.
Por otro lado, desde finales del siglo XVI y
durante todo el siglo XVII, habría de producirse en Europa una verdadera
“revolución científica”, basada en unos principios que emanaban de la lógica y la razón y
cuestionaban la mera aceptación de la
voluntad divina para comprender y explicar los acontecimientos que marcaban el
devenir de la Humanidad.
El astrónomo Galileo (1564-1642), inventor del primer
telescopio, con el que se pudo estudiar
por vez primera el sistema solar; el filósofo Campanella (1568-1639), o el
propio San José de Calasanz –amigo y colaborador, por cierto, de los dos
anteriores– fueron algunos de los claros exponentes del “nuevo orden mundial” nacido
entonces en Europa.
"La última comunión de San José de Calasanz". Cuadro pintado por Goya en 1819, y que actualmente se encuentra en el colegio de los Padres de Escolapios, en Madrid |
Pero como en todos los grandes cambios de
rumbo, el de aquellos siglos también llevó implícitas grandes crisis y
colaterales tragedias. Así por ejemplo, el Imperio español en el que “nunca se
ponía el sol”, y que abarcaba desde las indias occidentales hasta Filipinas, iniciaba
su camino hacia el ocaso, y desde 1608 España sostendría una larga guerra en Europa
que se prolongaría a lo largo de treinta años. Cuando el 24 de octubre de 1648,
en la ciudad alemana de Münster, se firmó el Tratado de Paz, España debió
reconocer el nacimiento de un nuevo Estado en Europa, el de los Países Bajos,
cuyo modelo político, de corte nacionalista, se perfilaba radicalmente distinto
a la monolítica estructura imperial hasta entonces hegemónica en Europa.
Y en este escenario global de cambios –también
en España– habrían de ser dos oscenses: San José de Calasanz y Pedro Cerbuna
Negro (ambos nacieron en poblaciones muy cercanas entre sí: el primero en Peralta
de la Sal y el
segundo en Fonz, y los dos fueron sacerdotes), los protagonistas de importantes
reformas en la
Educación. Pedro Cerbuna (1538-1597), fue el artífice de la apertura
de la Universidad
de Zaragoza, en 1583, y su paisano y contemporáneo, San José de Calasanz, abrió
la primera escuela popular y gratuita del mundo en Roma, en el año 1597; el
mismo –otra curiosa coincidencia entre ambos– en que fallecía Pedro Cerbuna, en
la ciudad de Calatayud.
Calasanz pensaba que “para reformar al pueblo, no hay más que llamar a sus hijos a la
escuela, proveerlos de maestros que, gratuitamente les enseñen las letras, y
levantar su ánimo a esperanzas de mejor fortuna”. Y para lograr su misión
pedagógica, fundó la
Congregación religiosa de las Escuelas Pías, reconocida por
el papa Gregorio XV (1554-1623) en el año 1621 como Orden religiosa consagrada
a la educación de la infancia y la juventud más pobre y necesitada.
Debe constatarse asimismo que la obra pedagógica
de San José de Calasanz tuvo sus réplicas en la enseñanza no religiosa. Fue
éste el caso del pedagogo suizo Juan Enrique Pestalozzi (1746-1827), quien en
1798 abrió en la localidad helvética de Stans una escuela dirigida
exclusivamente a las niñas y niños pobres. Las ideas pedagógicas de Pestalozzi
fueron consideradas para su época, tan democráticas como desinteresadas, “siempre a favor del proletariado, ”ganándose
con ello la enemistad de las clases elevadas de la sociedad de entonces.
Pero, curiosamente, donde la pedagogía
pestalozziana (cuyos principios no difirieren por otro lado, prácticamente en
nada a los fijados dos siglos antes por San José de Calasanz) caló hondamente,
fue en la Corte
de Carlos IV (1748-1819) y muy especialmente en su favorito, Manuel Godoy
(1767-1851). Éste creó en Madrid el “Instituto Militar Pestalozziano”, a cuyo
frente puso a otro gran ilustre educador español, (en este caso en el terreno
de la gimnástica), y seguidor del método de Pestalozzi: el coronel valenciano
Francisco Amorós (1767-1843), creador de
la “Gimnasia Amorosiana”, cuyo manual, muy reconocido a nivel mundial, publicó
en París en el año 1830.
Curiosamente, la decoración del frontispicio
de la anteriormente citada institución
militar fue encargada por Godoy a Francisco de Goya (1746-1828) quien,
asimismo, había sido alumno del colegio de las Escuelas Pías en Zaragoza. El
pintor aragonés siempre guardó una estrecha relación con la Orden , y en 1819 pintó por
encargo de la
Congregación , “La última comunión de San José de Calasanz”,
obra maestra de la pintura religiosa. En 1827, antes de que el pintor de
Fuendetodos partiese hacia su exilio en Burdeos, fue al colegio de los
Escolapios en Madrid, y regaló al rector el cuadro “La oración de Jesús en el
Huerto”, al tiempo que le decía: “Algo ha
de hacer Francisco de Goya por su paisano, San José de Calasanz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.