Santiago,
principio y fin del camino
Luis Negro Marco / San Andrés de Teixido
Junto con san Pedro (primer cabeza de la Iglesia católica) y san Juan, el apóstol Santiago estuvo presente en los tres
acontecimientos fundamentales en la vida de Jesús: el de la Transfiguración en
el Monte Tabor; en la resurrección de la hija de Jairo, y en la oración en el huerto de Getsemaní, antes de su crucifixión. Quizás por esta
predilección de Jesús hacia Santiago, la Cristiandad ha dedicado al apóstol una gran veneración,
sólidamente consolidada en los cinco continentes, como demuestran el numeroso
conjunto de ciudades que llevan su nombre, comenzando –naturalmente– por Santiago de Compostela.
Considerado
primer mártir de la Cristiandad , tras su
martirio en Jerusalén –según la tradición
ocurrido hacia el año 43– sus
discípulos se hicieron cargo de su cuerpo… y de su cabeza, depositándolos en
una barca de piedra, con la que se hicieron a la mar en la ciudad palestina de Jaffa. Milagrosamente, arrastrada por el viento y las olas, en tan
solo siete días, la nave arribó a las costas de Galicia, en la actual localidad de Padrón. Ocurrió entonces que cuando la
embarcación ya se aproximaba a la playa, un caballero que
paseaba con su caballo a
orillas del mar, fue engullido junto con su montura por la fuerza de un
repentino y proceloso oleaje; sin embargo, en lugar de perecer ahogados,
caballo y caballero emergieron refulgentes de entre las aguas, cubiertos de
conchas. Desde entonces, la concha (en
realidad una vieira) se convirtió en el símbolo del Apóstol Santiago, así como en la insignia de la capa de los
peregrinos que desde hace siglos encaminan sus pasos hacia la tumba del
apóstol, en Santiago de Compostela.
Durante
la Edad Media ,
fueron tres los lugares sagrados de peregrinación para los cristianos: Jerusalén (quienes
allí iban recibían el nombre de “palmeros”); Roma (cuyos caminantes recibían el nombre de romeros, de donde proviene la palabra
“romería”) y Santiago de Compostela –geográficamente,
el “Finis Terrae” o
“Finisterre” del imperio romano–, adonde se encaminan los peregrinos propiamente
dichos. Y es que según la tradición cristiana, fue en Compostela (“Campo de estrellas”), en un lugar
de Iria Flavia, donde quedó erigida pos sus apóstoles la tumba de Santiago el Mayor, el
primer mártir de la
Cristiandad.
En la España medieval del siglo XII, entonces mayoritariamente en poder musulmán, Santiago se
convirtió en un defensor celeste y en el símbolo en torno al que se
pudo aglutinar la
Reconquista cristiana. De ahí la proclama: “Santiago y cierra España” de
invocación al Apóstol al comienzo de las batallas. Entendida la conjunción “y”
como un adverbio locativo: “allí” (al modo de la lengua francesa). Por tanto el
significado real de la expresión vendría a ser algo así como: “¡Santiago, allí, proclama la grandeza de España!”.
La simbología en torno a la figura del apóstol Santiago, (la Cruz de la Orden militar que lleva su nombre, y su
representación, bien como peregrino, bien como soldado de la Fe , a lomos de un blanco
corcel), unida a su significación mariana (en Zaragoza, y a orillas del Ebro la Virgen María se le
apareció de pie, sobre una columna) han hecho de Santiago el primero de los apóstoles,
siendo por ello considerado como el profeta, protector y mediador milagroso con
la Divinidad. Y
de ahí la importancia de la devoción cristiana hacia su figura, y el
secular peregrinaje hacia su tumba, anunciada por la obra culmen de la
escultura románica: “El Pórtico de la Gloria ” de la
catedral compostelana, embutida en esa monumental joya del barroco que es la fachada del “Obradoiro”.
Desde el comienzo de las peregrinaciones, se
consideró al Camino de Santiago como el eje fundamental en torno al que habría
de aglutinarse la idea global de una Europa cristiana. De manera que con la finalidad
de glorificar y propagar las magnificencias de tan importante ruta de santidad
y redención, mediado el siglo XII, y seguramente en el monasterio francés de Cluny, una mano anónima concibió una
obra extraordinaria para su tiempo: el “Liber Sancti Jacobi” o “Codex Calixtinus”, compuesto de cinco libros, conteniendo
sermones sobre Santiago, cánticos y lecciones para sus fiestas, así como la
relación de sus milagros e historia de su vida. Un cuento épico sobre
la venida de Santiago a España, y una “guía de viaje” para los peregrinos, rebosante de información
sobre los caminos de peregrinación a través de Francia y España; y todo ello presentado con un extraordinario “suplemento”
de música polifónica (que incluye la más antigua composición a tres voces que
ha llegado hasta nuestros días, de absoluta vanguardia para su tiempo)
compuesta con la idea de que fuese interpretada por los niños de la Escuela de música de la Abadía benedictina de Cluny.
No
se sabe aún con certeza cómo pudo llegar el Códice Calixtino (así denominado por contar con una
breve introducción de Guido de Borgoña, el Papa que asumió el pontificado con
el nombre de Calixto II, desde 1119 hasta su muerte, en 1124) a Santiago de Compostela. Y aunque su autor fuera con certeza un
erudito, este Códice contiene innumerables errores gramaticales, retóricos y de
dogma, a los que los especialistas tratan aún de dar una explicación, pero sin
hallar una respuesta definitiva. Lo que sí parece probable es que los “errores”
del Códice Calixtino (que incluye palabras en hebreo, latín y gallego) fueron incluidos a propósito, con la finalidad de que
fuesen detectados y corregidos por los anteriormente citados alumnos, para su
ejercitación en la lengua latina.
Destacar además que también la milicia guarda
relación con Santiago, y amén de su prodigiosa aparición en la batalla de
Clavijo –La Rioja –
(la cual habría tenido lugar entre los años 819 y 834, con victoria para las
huestes cristianas), el rey Fernando II de León instituyó en el año 1161 la Orden militar de “Santiago
de la Espada ”,
con el objetivo de proteger a las personas que de toda Europa peregrinaban
hasta Compostela. El maestrazgo de la
Orden de Santiago, que llegó a gozar de un gran poder, se unió a la Corona de España en tiempo
de los Reyes Católicos, a su vez grandes benefactores de las peregrinaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.