San Miguel arcángel: "¿Quién como Dios?"
Luis Negro Marco / Valdoviño
El libro bíblico del Apocalipsis incluye el relato
en el que Lucifer y sus ángeles se levantaron contra Dios diciendo: “Non serviam: erimus sicut Deus” (No te serviré: seré como tú –Dios–). El
arcángel san Miguel tomó entonces las
armas contra Lucifer y los ángeles rebeldes, diciendo: ¿“Quién como Dios”? Que esto es lo que significa en lengua hebrea
Michael, nombre que desde entones tomó
el arcángel san Miguel. Los ángeles fieles a Dios le siguieron y se trabó una gran guerra en el
Cielo, en la que san Miguel y su ejército de ángeles libraron grandes batallas contra
el dragón (Satanás) y sus legiones.
El Libro
de Enoch, redactado por el Pueblo Judío entre los siglos III y I antes de
Cristo, cuenta que los ángeles buenos, comandados por los arcángeles san
Miguel, san Gabriel, san Rafael y Uriel, dieron noticia a Dios de la rebelión,
quien en respuesta mandó el Diluvio sobre la Tierra. Asimismo , Dios dijo a
san Miguel que venciese y después
encadenase a Semjaza (Lucifer) a los árboles de los bosques hasta el día del
Juicio final.
El combate de san Miguel y el dragón diablo en Mont Saint-Michel.- Del libro: "Las muy ricas horas del Duque de Berry" (siglo XV) |
Vencido
el diablo (identificado en la
Biblia con un dragón en forma de serpiente con alas) y sus
ángeles rebeldes, no encontraron ya lugar en el Cielo y fueron precipitados al caos eterno (el Infierno) donde –siguiendo
el relato del Libro de Enoch– “hay fuego que jamás se extinguirá”. De
este modo, Lucifer pasó de ser el más bello de los ángeles de Dios a convertirse
en el lúgubre y malvado “Príncipe de las Tinieblas”. Por ello la iconografía
cristiana referida a san Miguel, representa al arcángel (al igual que se
representa a san Jorge), alanceando al diablo que yace vencido bajo sus pies. Y
así aparece, por ejemplo en el relieve que adorna la fachada de la zaragozana
iglesia de san Miguel de los Navarros.
El escritor italiano Dante
Alighieri (1265-1321) en La Divina Comedia ,
describe a Satanás como una siniestra centella, no celestial sino destructora y
portadora de muerte, que deja tras de sí olor a azufre, en adelante, distintivo
de los diablos, al igual que su color, el amarillo, pero también el rojo, como
símbolo del fuego abrasador. Y casualidad o no, la festividad cristiana del
arcángel, coincide en el calendario con el fugazmente cálido “Veranillo de san
Miguel”.
Pero volviendo al Infierno “dantesco”, éste
no es muy diferente al pagano de la
Grecia y de la Roma Clásica , y ya el
poeta Virgilio (70-20 antes de Cristo) describió en La Eneida ,
un imaginario inframundo situado al otro lado de la Laguna Estigia , por
la que navega Carón portando en su barca las almas de los muertos hacia el más
allá. Allí les aguarda un dragón de tres cabezas, el can Cerbero (perro guardián)
para asustar a los muertos antes de cruzar la `puerta del lado oscuro.
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El Cristianismo proclama la liberación de los
pecados de las personas por el sacrificio de Cristo, Hijo de Dios, en la cruz.
Pero si el mismo Jesús sufrió, aunque
las venció, las tentaciones del demonio
durante su retiro de cuarenta Dios en el desierto, cuánto más los simples
mortales. Quizás por ello, en la tradición y en los textos, no siempre aparece
el demonio como un ser repugnante e indeseable, y algunas
veces se le representa, incluso, ennoblecido. Así por ejemplo, el escritor
inglés John Milton (1608-1674) en su poema El
Paraíso Perdido, aborda con indulgencia la figura del diablo, así como la
de (según el Génesis) los primeros padres de la Humanidad : Adán y Eva,
expulsados por Dios del Paraíso terrenal por su desobediencia al comer la
manzana del árbol prohibido. Curiosa
asimismo es la escultura de “El ángel caído”, en el madrileño Parque del
Retiro, obra del artista español Ricardo Bellver (1845-1924), dedicada al
diablo, e inspirada a su vez en unos versos del miltoniano Paraíso Perdido.
Y en cuanto a la tradición popular, habrá que
citar al antropólogo orensano Vicente Risco (1884-1963), quien en su libro “Satanás: Historia del diablo”, recupera un
popular cuento gallego en el que un aldeano, perdido en el bosque de vuelta a
casa, ante el trance de tener que cruzar un puente en mal estado sobre un
caudaloso y desbordado río, y no
sabiendo muy bien a quién
encomendarse en tal apuro, empezó a decir mientras
cruzaba: “Deus é bo e o demo non é tan
malo”. Y también, en el día de san Miguel arcángel,
viene a cuento citar una tradición según
la cual cuando la corona de gloria (que pretendía ceñir sobre su cabeza Lucifer)
cayó de su frente, se desprendió de ella una gema de inmensa belleza, la cual,
en su fulgurosa caída, centelleó deslumbrante, al tiempo que la luz divina
abandonó por siempre el alma del rebelde Lucifer. La tradición afirma a su vez
que aquella misteriosa gema quedó en poder de san Miguel arcángel y de ella,
tallada por manos angelicales, fue fabricado en e Cielo el Santo Grial, el cáliz
en que Cristo redentor bebió y dio de beber a sus apóstoles el vino durante la Última
Cena. El Santo Grial quedó así en el
Cielo, adorado por los ángeles, hasta que estos lo habrían transmitido (entre
los años 2000 y 1300 antes de Cristo) a los hombres en los primeros tiempos de
los Patriarcas: Abraham, Isaac, Jacob, hasta Moisés, considerados los primeros
padres del Pueblo de Israel. A ellos se refirió precisamente Cristo en la Biblia en numerosas ocasiones
para decir que Él había venido al mundo para culminar su obra de salvación.
Lucha de san Miguel contra el diablo de San esteban de Aniés, por Juan de la Abadía el Mayor. Museo Lázaro Galdiano (Madrid) |
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