Todos los Santos, Halloween y Samhaim
Luis
Negro Marco / Monduasi
La
creencia en la resurrección tras la muerte ha estado siempre presente en las
más importantes civilizaciones de la Humanidad , comenzando por la del antiguo Egipto.
De hecho, las pirámides (construidas hace más de 4.500 años) fueron concebidas
como monumentales mausoleos para acoger
los restos mortales de los divinizados faraones, en la certeza de su
resurrección. De ahí que, para acompañar al faraón durante su peregrinaje en la
otra vida, se depositasen junto a su tumba infinidad de ofrendas de las que se
pudiera servir en el más allá.
Con
posterioridad, la mitología griega convirtió a la muerte en hija de la noche, y hermana del sueño. De este
modo, la iconografía helénica empezó a representar la muerte como una figura
que caminaba hacia el Tártaro, es decir, hacia las puertas del Infierno.
Más
tarde, durante el Imperio romano, y coincidiendo con el comienzo de nuestra
Era, el culto a los muertos se había consolidado en el temor a los espíritus de los difuntos.
De este modo, a sus almas se las consideraba como peligrosas, al ser
potencialmente maléficas para los vivos. Por ello, era necesario cumplir con
ciertos ritos con los que aplacar sus iras y apagar sus rencores. Los romanos
honraban a sus muertos en sus propias casas, haciendo bustos o figurillas que
los recordaban, las cuales presidían pequeños altares, que recibían el nombre
de “manes”, y a ellos se les ofrecían flores e incluso alimentos, en los aniversarios
de su nacimiento y muerte.
Pero también los pueblos celtas manifestaron
su creencia en la otra vida y rindieron culto y veneración a las personas
difuntas, ya que la religión celta consideraba que los
espíritus de los muertos podían volver al mundo de los vivos, y éstos a su vez,
podían ir al de los muertos. Por
eso una de sus principales celebraciones a lo largo del año era la celebración
de la festividad del Samhain (final del verano),
que tenía lugar durante los últimos días de octubre y los primeros de
noviembre. Se cree que el Cristianismo incorporó esta fiesta, asignándole el
nombre de festividad de la
Víspera de Todos los Santos, instituida por el papa Gregorio
III en el año 731.
En la noche celta del Samahin había que tapar las chimeneas de las casas para que los espíritus no pudieran
entrar por ellas para hacer daño a sus moradores. Esta era también una noche
festiva en la que se jugaba, se contaban historias de héroes y se disfrutaba
del último gran banquete antes del invierno.
Durante la
Edad Media , y sobre todo ante el temor
generalizado de las naciones de Europa de que
llegado el año 1000, se
consumaría el fin del mundo, y llegaría la hora del Juicio Final, a partir del
siglo XI, las alusiones a la muerte, serán generalizadas en el mundo del arte.
Pero quizás las más significativas sean las pinturas que representan la “Danza
Macabra”, palabra derivada del árabe Magbarah
(campo santo o cementerio). Se trataba de una ceremonia alegórica, que se
interpretaba en fechas determinadas del
año, y en la que la muerte (representada
en forma de esqueleto, con una guadaña, o con un reloj de arena en la mano)
bailaba con hombres y mujeres de toda condición y clase social, indicando que a
todos alcanzaría, un día u otro, por igual.
Alegoría de la muerte,sobre un panteón labrado en estilo barroco gallego, procedente del cementerio de la localidad de Meis (Pontevedra).- Foto: Luis Negro Marco |
Ya, a partir
del siglo XVI, con el desarrollo a gran escala de las navegaciones
transoceánicas, la muerte fue el símbolo
elegido por los bucaneros. Así, la Jolly Roger ,
la bandera pirata, habría tenido como fuente de inspiración las tibias y la
calavera, labradas en piedra, que erigidas sobre una columna, se encuentran ante la fachada de la iglesia,
del siglo XVI, de “San Nicolás”, en Deptford, ciudad próxima a Londres.
Asimismo hay
que constatar que la muerte ha sido desde siempre fuente de inspiración esencial
de las grandes obras y autores literarios. Es el caso de Dante (1265-1321)
autor de las “dantescas” imágenes del Infierno, que plasmó en La Divina
Comedia. Asimismo, el de la muerte es tema muy recurrente
en los dramas de Shakespeare (1564-1616). Así se refiere a ella el célebre escritor
inglés en su obra La tempestad: “La fiesta
terminó...Los espléndidos palacios, los sanos templos, y el planeta mismo, se
acabarán, y cuantos de
él disfrutan...Formados somos de la misma materia que los sueños y un sueño
circunda nuestra breve vida.”
Recordar la pérdida de nuestros seres queridos
es siempre causa de dolor y tristeza, que en algunas culturas se manifiesta, no
obstante, con alegría. Así ocurre en los velorios,
que aún se celebran en muchas naciones de Centroamérica, especialmente en
Guatemala. Los velorios tenían lugar en la misma casa del difunto, a quien se
colocaba, con su ataúd abierto, en medio de la habitación principal, rodeado de
velas encendidas. Y con el finado de cuerpo presente, familiares y amigos se
divertían, disfrutaban de un gran banquete, bebían, cantaban y bailaban para
despedir y acompañar con alegría a la persona muerta en su tránsito a la nueva
vida.
La celebración de “Halloween” (All Hallow´s even, es decir, Vigilia de
Todos los Santos) tendría su origen en una muy antigua y curiosa leyenda
irlandesa, según la cual, un personaje de vida oscura, llamado Jack The Larten,
una vez muerto, llegó hasta las puertas del infierno, donde el diablo, no
sabiendo qué hacer con su alma, le arrojó un tizón ardiendo. Jack metió el
tizón en un nabo y lo utilizó como tea, en busca de su destino, vagando así por
el mundo etéreo de los espíritus. Y es
así como, rememorando esta más que milenaria leyenda irlandesa, los niños
(especialmente en Norteamérica) salen casa por casa, en la víspera de Todos los
Santos, pidiendo dulces y regalos gritando la consigna: “trick or treat” (dulce o travesura), generalizado ya en España con
el popular “truco o trato”.
Pero esta tradición de pedir por las casas,
también es antigua, y respondería a la legendaria costumbre de los pueblos celtas,
que en la noche de Samhain, hacían
salir a los niños a pedir casa por casa, en demanda de víveres con los que
celebrar el gran banquete final del invierno. La traslación cristiana de estos
actos se plasmó en la demanda de oraciones, para que con las preces de los
familiares de los difuntos, estos pudiesen abandonar su peregrinaje por el Purgatorio
y alcanzar el definitivo descanso en el Cielo.
Todos los Santos es también el día apropiado
para la representación de Don Juan
Tenorio, obra teatral escrita en 1844 por José Zorrilla, en la que se
significa lo efímero de la vida, la cual no es nada sin el amor, por cuya burla muere el seductor Don Juan.
Bueno es a este respecto recordar el breve y bello verso de Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695): “Aquí murió una vida porque un amor viviese”.
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