O morir, o actuar
Una película recrea la vida de Santa Juana de Lestonnac,
fundadora de la primera congregación femenina dedicada a la educación
Luis Negro Marco / Santiago
Santa
Juana de Lestonnac, fundadora de la Orden de la Compañía de María, nació y murió en Burdeos (1556-1640). Sobrina del humanista
Michel de Montaigne (a su vez descendiente por línea materna de una familia de
judeo conversos aragoneses), se educó en la religión católica, si bien su madre,
Juana Eyquem de Montaigne, era calvinista.
En 1573, y con apenas diecisiete años, Juana contrajo
matrimonio con el marqués Gastón de Montferrand, con quien tuvo cinco hijos, y
una vez viuda, en el año 1603, ingresó en el convento cisterciense de las
monjas Fuldenses de Toulouse. Allí, en la soledad de su celda, es donde alumbró
la revolucionaria idea (en un mundo entonces dominado por hombres, donde la
mujer quedaba relegada casi en exclusividad a las tareas domésticas y el cuidado
de los hijos) de fundar la que habría de ser la
primera congregación femenina aprobada por la Iglesia consagrada a la
educación de la mujer, la cual fue confirmada por el papa Paulo V en abril de
1607.
El carácter universal de la fundación (sin
distinción de credos, grupos sociales ni etnias) queda ejemplificado en el
hecho de que la primera comunidad estuvo integrada, en su mayoría, por mujeres
jóvenes provenientes de familias protestantes. Pero analizar aquella revolución
educativa en parámetros de nuestro tiempo, puede llevarnos a pensar que la
materialización de tan nobles ideales fue una tarea fácil. Al contrario:
valiente, visionaria, y con gran capacidad de liderazgo, Juana de Lestonnac
hubo de enfrentarse a un mundo de varones y desarrollar todo su ingenio para
eludir los rigores de la clausura –a la que estaban sometidas las religiosas
por las normas de la Orden –
y lograr así su cometido de dignificar la vida de la mujer a través de la
educación.
Hace apenas una semana (en los mismos días en
que se cumplía el primer aniversario del secuestro de trescientas niñas
cristianas en Chibok –Nigeria–, perpetrado el 14 de abril de 2014 por el grupo
terrorista Boko Haram), la Compañía
de María presentaba en Santiago de Compostela, la película “Juana de Lestonnac:
O morir, o actuar”. Un filme del realizador Pablo Hernán Zubizarreta, con banda
sonora de Philip Glass, que propone un apasionante viaje en el tiempo a la Francia del siglo XVI, así
como al legado actual de la fundadora en países tan diferentes como la República Democrática
del Congo, Japón, Francia, Colombia y Egipto. Un relato que crece en el
intercambio entre el pasado y el presente, las raíces y sus frutos, lo íntimo y
lo comunitario, la reflexión y la acción.
Fotograma de la película: "Juana de Lestonnac: o morir o actuar", de Pablo Hernán Zubizarreta |
“Educar por
y para la libertad” de la mujer y “formar cabezas bien hechas, más que bien
llenas”, fueron lemas de Montaigne que inspiraron a su vez la obra educativa de
su sobrina, Santa Juana de Lestonnac. Asimismo, la inversión de palabras en la frase “O morir
o actuar”, en vez de la más lógica “actuar o morir”, utilizada muy a menudo por
la fundadora y las religiosas de su congregación, explican el giro copernicano
que pretendió impulsar en la sociedad de su tiempo. Un grito a contracorriente
y llamamiento a la sensibilidad social, equiparable simbólicamente al “Guernica”,
de Picasso, cuyas escenas fueron compuestas por el genial autor, a modo de
relato de súplica, en sentido contrario al de la escritura.
Santa Juana de Lestonnac, al igual que el
aragonés San José de Calasanz (1556-1648), no por casualidad coetáneos en su
revolución pedagógica (el santo de Peralta abrió en Roma, y en el año 1597, la
primera escuela gratuita para niños pobres), fueron los grandes impulsores de
la pedagogía moderna y de la
universalización del derecho a la educación, único camino posible para la
igualdad y la transformación de la sociedad.
Y aparte de que ambos santos (José de Calasanz y
Juana de Lestonnac) naciesen en el mismo año, y que ambos fuesen fundadores de
las primeras congregaciones religiosas dedicadas a la educación (Calasanz, de
las Escuelas Pías, y Lestonnac, de la Compañía de María), aún encontramos otra curiosa coincidencia
entre ellos: Pío XII proclamó en 1948 a San José de Calasanz
“Patrono universal de todas las escuelas populares cristianas del mundo”, y al
año siguiente, canonizó a Santa Juana de Lestonnac, al tiempo que recibía el
nombramiento de protectora de Burdeos, su ciudad natal.
Nuestro mundo vive tiempos convulsos, con
graves problemas que nos conciernen a todos, y ante los cuales no podemos
quedar indiferentes salvo que, renunciando a nuestra libertad responsable, nos
convirtamos en agentes de nuestro propio dolor y del sufrimiento ajeno. La
muerte constante en el Mediterráneo –nuestro mar, el mar de Europa–, de miles
de personas que buscan la dignidad lejos de sus hogares y familias, debe
hacernos no solo reflexionar, sino también actuar. Y no solo a través de grandes obras, ni filantrópicas donaciones de dinero, sino
también, y simplemente, a través de la bondad en nuestro quehacer diario y la
expresión del amor en nuestras relaciones con los demás.
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