Manín Guatá
(concurso de relatos de La Voz de Galicia; publicado el 15 de agosto de 2015, día de La Ascensión)
Luis Negro Marco /Punta Mbonda
Bisila,
Nakata y Miliki, llegaron, mojados y descalzos, corriendo y gritando desde la
playa. Mamá Pasiáns estaba escribiendo con tiza el menú del día sobre la
pizarra: “Hay Pepesup el domingo por la
mañana”.
–¡Kié!
¿Pero se puede saber qué os pasa?
–
¡Ay mamá!, la hemos visto. Estaba saliendo del agua y se ha puesto a tomar el
sol junto al faro! –dijo Bisila.
–¿A
quién habéis visto?
–A
Manín Guatá. Tenía la cola de un pez, y las manos, el cuerpo y la cabeza de una
persona –dijo jadeante Nakata.
–
Y con el pelo muy largo –agregó Miliki, con la cabeza agachada, las manos
apoyadas en las rodillas, y la voz entrecortada.
–¿Otra
vez habéis ido solos a coger cangrejos a la playa de Punta Mbonda? Os dije que
no fuerais nunca allí sin la compañía de Obama, vuestro hermano mayor.
Mamá Pasiáns secó a sus tres hijos con
toallas, cerró la puerta de “La bilbaína”, su
bar, y les dijo que la
acompañaran hasta el lugar donde habían visto salir del agua a Manín Guatá.
Manín Guatá.- Foto: Luis Negro / Fisterra, 2013 |
Durante el tiempo de la colonia, los
misioneros capuchinos se habían esforzado en inculcar a la población ndowe de
Punta Mbonda que los “hombres tigres” y “Manin Guatá”, no eran más que supersticiones. Por respeto a
los misioneros, el pueblo iba a la iglesia y no hablaba de esas cosas, pero
ellos sabían que no eran supersticiones. Manín Guatá era la adaptación al
español de la expresión inglesa –Inglaterra llegó antes que España a colonizar Guinea Ecuatorial- “Man in water”: “El hombre del agua”, la
sirena.
-¡Como
no esté en el faro, os voy a mandar a pelucar! Y esta vez, vosotras dos, Nakata
y Bisila, vais a tardar mucho tiempo hasta que podáis volver a haceros trenzas
en el pelo. Y tú, Miliki, que eres el chico, y deberías dar ejemplo, eres el
más abusador de los tres.
Los españoles habían construido el faro de
Punta Mbonda en 1953, pero estuvo poco tiempo en funcionamiento, pues Guinea
Ecuatorial alcanzó la independencia quince años después, y su primer presidente,
Macías, se desinteresó por completo de
los proyectos llevados a cabo por la antigua metrópoli.
Obama,
que venía de pescar y acababa de dejar el cayuco amarrado junto a la esbelta
ceiba familiar, los vio de lejos, y gritó:
–¡Eh!
¿Adónde vais?
Faro de Punta Mbonda /Guinea Ecuatorial.- Foto: Luis Negro Marco
–¡Lleva
los colorados a casa y pon a calentar el agua en la olla para preparar el
pepesup. El picante, la yuca y el aceite de palma los he dejado junto al
mortero. Y Sinforosa me ha traído unas atangas de Coco Beach para el postre.
Volveremos pronto.
Cuando el bosque de palmera dejó al
descubierto la cúpula de cristal y la veleta del faro, Bisila, Nakata y Miliki,
se aferraron a los brazos de su madre y se detuvieron, dirigiendo una mirada implorante a su madre,
desde sus persuasivos ojos de azabache.
Mamá Pasiáns comprendió en seguida, pero se
limitó a mirar a sus tres hijos, al tiempo que esbozaba una casi imperceptible
sonrisa. Hasta que Bisila, la más
resuelta, acertó a decir:
–Si
quieres, volvemos, y te ayudamos con Obama a cocinar el pepesup.
-Sí,
sí, apoyaron al unísono Miliki y Nakata.
Mamá Pasiáns no desaprovechó la ventajosa
oportunidad que se le presentaba y con con una solemnidad fingida, les
aleccionó:
–“Manín
Guatá” solo quería secarse los huesos y por eso salió del agua para tomar el
sol. No le tengáis miedo, porque él solo se preocupa de cuidar su casa, que es
el mar, y de que haya allí peces para que Obama los pueda pescar.
Al llegar al poblado, todas las casas sabían
ya de la aparición de “Manín Guatá” en
las playas de Punta Mbonda, y los niños hacían corro en derredor de los tres
hermanos, para preguntarles por la forma del fantástico ser. Los alegres gritos
infantiles, y amenos comentarios de los mayores se entrecruzaron e inundaron
toda la aldea. Por eso nadie oyó que del fondo del mar llegaba un melodioso
canto de sirena.
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