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El proceso revolucionario en
Luis Negro Marco
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Christopher
Dawson
Los
dioses de la Revolución
Ediciones
Encuentro; 214 páginas
Madrid,
2015
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Christopher Dawson (1889-1970),
historiador inglés que ejerció su docencia en algunas de las más importantes
universidades del Reino Unido y de los Estudios Unidos, ocupó desde 1959 y
hasta la fecha de su muerte, la cátedra Charles
Chauncey Stillman de estudios católico-romanos de la Universidad de
Harvard. Este escritor e historiador siempre defendió la teoría de que la
religión ha sido la principal fuerza motora de los diversos procesos históricos
protagonizados por la
Humanidad.
Y en el caso concreto de la civilización
europea y de la cultura occidental, fue –según Dawson- el cristianismo el
factor esencial de su nacimiento y desarrollo. De manera que habría sido la
religión cristiana la que posibilitó “un
cambio interno en el alma del hombre occidental que nunca podrá destruirse
íntegramente salvo por la total negación o destrucción de este mismo hombre”.
En Los
dioses de la Revolución ,
Christopher Dawson se centra en el análisis de los cinco primeros
años de
Para Dawson, la Revolución francesa se
entendería mejor, si se la contempla como parte de una revolución mundial
(contaba con el precedente de la independencia, en 1783, de los Estados Unidos)
que pretendía restaurar los derechos originarios e intrínsecos de la Humanidad , de los que
había sido despojada –miles de años atrás– por la tiranía de los reyes y de las
castas sacerdotales. De hecho, de las reformas revolucionarias (financiera y
constitucional) fue la
Declaración de los Derechos del Hombre la más importante. Sin
embargo, los púlpitos de las iglesias fueron sustituidos por los Autels de la peur (los altares del
miedo) durante el Régimen del Terror de los jacobinos, que entre junio de 1793
y julio de 1794, trocaron la cruz de los cristianos por la guillotina,
asesinando a miles de personas en ejecuciones públicas por las calles de París.
El 18 de floreal (7 de mayo de 1794),
Robespierre exponía ante la
Convención su informe «Sobre
las relaciones de las ideas religiosas y morales con los principios
republicanos», en el que exponía el credo
jacobino a través del evangelio del
Progreso en el que se basan las esperanzas de la redención y el surgimiento de un nuevo mundo moral que
posibilitaría la regeneración de la Humanidad. Los revolucionarios instauraron la
fiesta al «Ser Supremo» –al que ofrecían su plegaria, sacrificios y culto– como
aglutinante de la nueva religión universal de la Naturaleza.
Pero la religiosidad laica de Robespierre
llegó a tal extremo de fanatismo que una facción de sus propios
correligionarios lo acusó no solo de aspirar a la dictadura, sino incluso de
pretender establecer una especie de nuevo pontificado religioso. También él
acabó sus días en la guillotina, el altar de los sacrificios de la Revolución , el 10 de
Termidor (28 de julio) de 1794. Y al final, la Revolución pasó de las
manos del pueblo a las de una nueva burocracia revolucionaria, ejerciendo un
poder aún más absoluto que el de cualquier autócrata del pasado.
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