Sahara español, un pasado aún por resolver
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José Luis Rodríguez Jiménez
Agonía, traición,
huida: El final del Sahara español
Editorial Crítica; 675 páginas
Barcelona, 2015
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Perdidas las posesiones de España en América, tras el desastre de 1898
en Cuba, la élite militar española puso sus ojos en África como continente en
el que levantar un nuevo imperio. El Protectorado de Marruecos dio a los
“africanistas” la oportunidad que ansiaban, y Franco llegó incluso a soñar con
una gran África española desde Ceuta hasta Guinea Ecuatorial. El antiguo Sahara
español comprendía un territorio de 300.000 kilómetros
cuadrados de extensión –aproximadamente el sesenta por ciento del territorio
peninsular español– situado frente a la costa atlántica de África, entre el
Cabo de Juby (a 55 millas
náuticas de Fuerteventura) y el Cabo Blanco, donde se encuentra uno de los
bancos pesqueros más importantes de toda África.
Y fue justamente en el último
día de la agonía de Franco (fallecido el
20 de noviembre de 1975) cuando aquel
delirio de grandeza se esfumó, materializándose en el precipitado abandono por
parte de España, del Sahara occidental, que desde 1958 había sido una más de
las provincias españolas.
Sobre este delicado asunto
–aún pendiente de resolución– trata este
libro del historiador José Luis Rodríguez Jiménez (profesor de la Universidad Rey
Juan Carlos), que a modo de crónica, narra el fin de aquel “imperio” africano
español, pues aunque el libro se centra en la presencia española en el Sahara, el
autor dedica también un capítulo de su obra al “lamentable” abandono español de
Guinea Ecuatorial, que alcanzó su independencia en 1968.
Y al igual que la
descolonización de Guinea, el abandono español del Sahara occidental se produjo Luis Negro Marco
de manera precipitada y a contratiempo de la descolonización internacional de
África, la mayoría de cuyos países había logrado su independencia durante la
década de los cincuenta. Pero el régimen de Franco, aislado del resto de las
naciones democráticas, creyó firmemente en la posibilidad de que “aquel gran
desierto” africano, no concitaría la atención internacional respecto a su
independencia.
Asimismo, el Sahara español
se había revelado como un territorio estratégico para la economía de la última
etapa del franquismo, cuando en 1963 fueron descubiertas las grandes minas de
fosfatos de Bu Craa, al sureste de El Aaiún –a 107 kilómetros de la
entonces capital del Sahara– y a 100 kilómetros del litoral atlántico. Se
trataba de unas reservas seguras de 1.715 millones de toneladas de mineral de
fosfatos de alta calidad, y fáciles de extraer, pues el mineral se encontraba a
escasa profundidad del manto del desierto. Para la explotación de las minas de
Bu Craa, España realizó una fuerte inversión de dinero y recursos, llegando a
construir –para la distribución del mineral– una larga cinta transportadora de 90 kilómetros de
longitud, a través del desierto de arena y piedras, hasta el puerto de embarque
hacia la Península ,
construido también a tal efecto, en las proximidades del El Aaiún.
Fue no obstante en 1975, al filo de la larga enfermedad de Franco, cuando el rey de Marruecos –Hassam II– promovió la denominada “Marcha Verde”, con el propósito de hacerse con el control de la provincia española del Sahara Occidental. Como resultado de todo ello, el 20 de noviembre de aquel año se suscribieron los acuerdos tripartitos de Madrid para la descolonización del Sahara, cuyo territorio quedaba repartido entre Marruecos y Mauritania, país este último que, posteriormente, renunciaría a su posesión. Tres meses más tarde, el 26 de febrero de 1976,
Sin embargo, tan solo un día
después, en el oasis de Bir Lahlu (cercano a la frontera del Sahara español con
Mauritania), el Polisario (Frente popular
para la liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro) proclamó el nacimiento
de la RASD
–República Árabe Saharaui Democrática–, que en 1984 se integró en la actual UA
(Unión Africana). Y por su parte, el entonces Secretario general de la ONU , el alemán Kurt Waldheim
(1918-2007) dejaba constancia de que se seguía considerando a España potencia
administradora del Sahara Occidental, ya que no había hecho transferencia de su
soberanía.
Actualmentela RASD está reconocida por algo
más de 80 estados, entre los que no figura ni Marruecos ni España, y se sigue a
la espera de la celebración de un referéndum definitivo sobre la
autodeterminación del antiguo Sáhara español, o de una resolución de la ONU que satisfaga a todas las partes
implicadas. Algo que, a día de hoy, aún parece lejano
Actualmente
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