El Auto de los Reyes Magos, del siglo XII, dio
origen al teatro popular religioso de la Navidad , presente en España hasta finales del XIX
Luis Negro Marco / Bethlem
El
descubrimiento de los posibles restos mortales de los tres Reyes Magos, en
Milán en el año 1158, y su posterior traslado (en 1164) a la catedral de
Colonia, fue un acontecimiento trascendental
para el repunte de la piedad popular cristiana por la Epifanía (manifestación)
de Jesús y adoración de los Reyes Magos. Idea asimismo enmarcada en el
entusiasmo por el culto a las reliquias, propio de la época, y el inicio de la
costumbre de representar el nacimiento de Cristo, atribuida a San Francisco de
Asís, en el año 1223, en la localidad italiana de Greccio.
Y fue
en aquel contexto histórico medieval en el que se redactó –en la ciudad de
Toledo– El «Auto de los Reyes Magos», considerado como la primera obra teatral
española. Y es que el teatro, según la
mentalidad teocéntrica de la
Europa medieval, se concebía como el medio idóneo para
manifestar la “gloria de Dios”, ya que como hijos suyos, las personas no
dejamos de ser meros actores en el gran teatro del mundo.
Asimismo, el teatro popular religioso se
concebía como un gran acto de fe estructurado en tres ciclos: el de la Navidad (nacimiento de
Jesús y Adoración de los Reyes Magos); el de Pascua (pasión y resurrección de
Cristo), y el hagiográfico (consistente en la representación de vidas de
santos, como por ejemplo, «las sanantonadas», para el 17 de enero, festividad de San Antonio
abad).
Por
otro lado, «El auto de los Reyes
Magos», tuvo su continuidad en los relatos populares
de de la Adoración ,
inspirados principalmente en la escena del evangelio de San Mateo, sobre la
búsqueda de Jesús por parte de los Reyes Magos, que guiados por una estrella
van a Judea, hablan con el rey Herodes, y llegan al portal de Belén para adorar
y ofrecer presentes al Niño Jesús recién nacido.
Representación de la Adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús, en brazos de su madre, la Virgen María |
Los
nombres de los tres Reyes (Melchor, Gaspar y Baltasar) devienen de los
evangelios apócrifos, que son aquellos que no forman parte del canon bíblico,
pero que durante la Edad Media
gozaron de gran aceptación entre las gentes humildes debido a las narraciones
extraordinarias y milagrosas que hacían de la infancia de Jesús. De la lectura
del evangelio de San Mateo, podría deducirse que aquellos pudieron ser unos
Magos (sumos sacerdotes, o sabios, de la religión zoroástrica) llegados de
Oriente: ya de Babilonia o de Persia, para adorar al Niño recién nacido.
En
cuanto a la estrella que les guió, se trata de un elemento recurrente en la
mayoría de civilizaciones y culturas antiguas, presagiando el nacimiento de un
personaje de especial relevancia. Así ocurrió, por ejemplo, con Alejandro Magno
y Augusto, y también con personajes
bíblicos clave, como Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, cuyos natalicios se
anunciaron con la aparición de estrellas en el firmamento. Asimismo, los judíos
también reconocen la estrella que anunciará la llegada del libertador
mesiánico, según la profecía de Balaham, que aparece en el libro de los Números
del Antiguo Testamento.
Las
obras teatrales de la
Adoración finalizaban con la entrega de regalos al Niño, los cuales simbolizan la
triple naturaleza de Jesús: el rey Gaspar le ofrece oro, que representa la
realeza de Cristo; Baltasar le ofrenda incienso, en referencia al carácter
divino de Jesús; y el rey Melchor le regala mirra, en reconocimiento a la
condición humana del Mesías.
La
reforma litúrgica emanada del Concilio de Trento (1545-1563) tuvo la intención
de prohibir la representación de las obras teatrales religiosas en los templos
e iglesias, e incluso fuera de los lugares sagrados, para que aquellas
manifestaciones y representaciones folklóricas no desvirtuasen el culto
hierático de las iglesia católica. Prohibición, sin embargo, poco efectiva, ya
que el teatro religioso se mantuvo a lo largo de los siglos posteriores, como prueban –precisamente– los abundantes edictos de prohibición que se
encuentran en los distintos archivos eclesiásticos. De manera que hasta
finalizado el siglo XIX, obras religiosas como «La adoración de los Reyes Magos», seguían
representándose con gran éxito de público delante de iglesias, y por calles y
plazas de buena parte de pueblos y ciudades de España.
Fue
mediado el siglo XIX cuando empezaron a aparecer las primeras cabalgatas de
Reyes, que con el tiempo se han ido consolidando, afianzadas en las antiguas
representaciones teatrales, y tomando el relevo de las mismas, transmitiendo el
mismo mensaje de paz, e ilusión, especialmente para los niños, como preciado
tesoro de esperanza que son para el armónico futuro de la humanidad.
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