Hasta la segunda mitad del siglo
XIX, la impresión del calendario en España fue potestad del Observatorio
Astronómico de Madrid
Luis Negro Marco / Babilon
El calendario de pared, de bolsillo o de
sobremesa, es uno de los regalos más recurrentes y generalizados en estas
fechas. La palabra «calendario» viene
a designar al papel o libro que contiene la distribución del año por meses o
por días. El término procede de la voz calendas
con que los romanos designaban al primer día de cada mes. El calendario griego
no tenía calendas, de manera que
remitir algo a calendas griegas,
equivalía a demorarlo indefinidamente.
Cada primer día de mes en Roma, un pontífice
procedía a convocar (calare) al
pueblo a fin de que se reuniera en el foro para anunciarle cuáles serían los
días feriados, así como los días fastos
(aquellos en los que se podían celebrar juicios y desarrollar negocios) y nefastos (días en los que no se
administraba justicia ni era lícito cerrar contratos) del mes. Asimismo, el
calendario de los latinos era el libro de cuentas en que los acreedores
anotaban los nombres de sus deudores y las cantidades que les adeudaban; se
llamaba así porque el interés del dinero prestado se adeudaba en las calendas de cada mes.
Palabra semejante a la de calendario, es «almanaque»: tabla, registro o catálogo que comprende todos los días del año, ordenados por meses, con datos astronómicos, salidas y puestas de sol, su entrada en cada signo del zodíaco, fases de la luna, santos y festividades, ferias y otras noticias relativas a actos religiosos y civiles. La palabra almanaque podría derivar del copto (antiguo idioma de los egipcios): al –calcular– y men –memoria–. Asimismo, podría estar emparentada con la palabra griega mêné –Luna– con el significado de descripción de las lunas, puesto que los antiguos griegos se rigieron de acuerdo al calendario lunar.
El almanaque propiamente dicho, llamado
también calendario, contenía y contiene vaticinios y predicciones sobre fenómenos
astronómicos y meteorológicos. Bajo el punto de vista astronómico, fue célebre
el Almanaque de Nostradamus, que dio
origen a las famosas profecías del iluminado astrólogo francés Miguel de
Nôtre-Dame (1503-1566). Como anécdota sobre las profecías de Nostradamus, cabe
decir que, en vista del éxito alcanzado por su padre, uno de sus hijos decidió
sucederle, mas viendo que la credibilidad de sus profecías disminuía, porque
los acontecimientos no confirmaban sus vaticinios, profetizó la destrucción de
una villa. Para ello decidió incendiarla él mismo, mas el infeliz Nostradamus
junior fue incapaz de adivinar que sería sorprendido en el intento, y por tal
criminal acto, ajusticiado en 1574.
En España, uno de los más famosos almanaques
fue el del sacerdote salmantino Torres de Villarroel (1694-1770), y ya desde
mediados del XIX y hasta hoy, el más popular es el Almanaque del Zaragozano, del aragonés –natural de Villamayor–
Mariano Castillo (1821-1875). Otros almanaques famosos han sido; El ermitaño de los Pirineos, El gaitero de Lugo, O mentireiro verdadeiro y el Parenòstic
menorquí.
Un dato curioso respecto a la venta de los
almanaques en Europa tiene relación con la Academia de Ciencias de
Berlín, que en el siglo XVIII conseguía sus principales ingresos de la venta de
un almanaque donde figuraban predicciones formuladas al tuntún. Mas, en aras de la verdad científica, la
institución decidió reemplazar aquéllas fabulaciones por informaciones veraces
sobre asuntos que presumía de interés general. El resultado fue que las ventas del almanaque descendieron de tal
forma que, temiendo por su continuidad económica, la academia decidió volver a
publicar aquellas predicciones en las que no creían ni sus propios autores,
acrecentando –no obstante– de nuevo sus
ventas.
Respecto a los calendarios propiamente dichos,
en España, hasta la primera mitad del siglo XIX, la
formación, impresión y venta del calendario corría a cargo y beneficio del Observatorio Astronómico de Madrid, el cual tenía esta concesión desde 1797, constituyendo un privilegio que le fue confirmado por última vez el 27 de mayo de 1846, de manera que a partir de aquella fecha cualquier particular o empresa lo puede publicar. En el ámbito eclesiástico, el más popular en Aragón es el Calendario de San Antonio, santo portugués nacido a finales del siglo XI, conocido como el patrono de los pobres
formación, impresión y venta del calendario corría a cargo y beneficio del Observatorio Astronómico de Madrid, el cual tenía esta concesión desde 1797, constituyendo un privilegio que le fue confirmado por última vez el 27 de mayo de 1846, de manera que a partir de aquella fecha cualquier particular o empresa lo puede publicar. En el ámbito eclesiástico, el más popular en Aragón es el Calendario de San Antonio, santo portugués nacido a finales del siglo XI, conocido como el patrono de los pobres
Nuestro actual calendario está basado en el
primitivo calendario romano que en principio contó sólo con diez meses, de ahí
que los meses de septiembre, octubre… hagan referencia al ordinal –séptimo,
octavo…– que les correspondía. En el 46 antes de Cristo, Julio César instituyó
el año de 365 días (calendario juliano) añadiéndole cada cuatro años un día
suplementario, el cual se intercalaba en el mes de febrero, que tenía –como
ahora– 28 días, y cada cuatro años, 29.
A dicho día se le denominaba «bi sexto» calendas martii (dos veces el sexto día anterior al primer día de
marzo –el 24 de febrero–) de donde ha quedado el nombre de bisiesto para designar al año en que su mes de febrero consta de 29
días.
Ya en el siglo XVI, el papa Gregorio XIII
reformó ligeramente el calendario juliano, con el objeto de corregir el error
de cálculo de aquél, por el que los puntos solsticiales y equinocciales
retrocedían en un día cada 133 años. De este modo, nuestro calendario
gregoriano actual se basa en la Bula que el papa Gregorio
XIII decretó el 5 de octubre de 1582, según la cual se determinó la supresión de 10 días en aquel
año, y de 3 años bisiestos en el espacio de 400 años. Y a fin de dar alguna
regularidad a esta supresión se determinó la eliminación de los bisiestos en
todos los años seculares cuyo número no fuese divisible por 400. De este modo,
el año 1600 fue bisiesto, pero no los años 1700, 1800 y 1900, aunque sí lo fue
el año 2000. En cualquier caso, los nacidos en 29 de febrero están de suerte,
pues en este año nuevo podrán celebrar su cumpleaños tras cuatro sin tener esa
posibilidad. ¡Feliz, saludable y próspero 2016!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.