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sábado, 16 de julio de 2016

Elie Wiesel testigo del Holocausto y Nobel de la paz

Elie Wiesel, superviviente  de los campos de extermino nazis y premio Nobel de la paz en 1986, falleció el 2 de julio en Nueva York

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

 Nacido el  30 de septiembre de 1928, en el seno de una familia judía, en la localidad rumana de Sighet, la tranquila vida de Elie Wiesel cambió diametralmente de rumbo en 1944  cuando a sus adolescentes 15 años de edad fue enviado por los nazis, junto a toda su familia, al campo de concentración de Auschwitz. Una vez allí, fue  trasladado sucesivamente,  a los campos de Buna, Gleiwitz y  Buchenwald, del que fue finalmente liberado por los aliados en abril de 1945. De su familia, tan solo él y dos de sus hermanas sobrevivieron al holocausto y  el niño Elie lo consiguió gracias al consejo de un anciano judío, quien le exhortó a que mintiera a los SS sobre su edad y les dijera que tenía 18 años, edad mínima requerida en los campos para el trabajo, lo que –de momento– le libraría de una muerte segura en los crematorios.

La Presidenta de la República Federal de Alemania, Ángela Merkel, junto al Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama y Elie Wiesel, superviviente del Holocausto y Premio Nobel de la Paz en 1986, depositan flores en el antiguo campo de exterminio nazi de Buchenwald, en recuerdo, memoria y homenaje a sus víctimas, el 5 de junio de 2009.- 
                                                                                                                                                Foto: Mandel Ngan /AFP / Getty IMages)

 Tras su liberación, Elie Wiesel fue llevado a Francia, donde pasó tres años en un orfanato, hasta que en 1948 comenzó sus estudios universitarios en La Sorbona, y una vez finalizados empezó a trabajar como periodista en el diario L´Arche (El Arca). Fue entonces cuando conoció al escritor François Mauriac –premio Nobel de Literatura en 1952– quien le animó a que escribiera sobre su terrible experiencia como esclavo destinado a morir en los campos de exterminio nazis.

 Cuando en 1963 adoptó la ciudadanía estadounidense, hacía cinco años que residía en Nueva York, donde en 1958 publicó su primer  libro: Night (Noche), en el que recuerda su primera horrible experiencia tras las alambradas de Auschwitz: “Jamás podré olvidar aquella noche, la primera noche en el campo, en la que asesinaron a mi Dios y mi alma, convirtiendo mi vida en una noche eterna”. A este libro siguió en 1966 la publicación de Jews of silence (Los judíos del silencio), un llamamiento a la necesidad de actuar y abandonar la pusilanimidad ante los crímenes contra la dignidad humana, la desigualdad y la injusticia.

 Casado en 1969 con Marion Rose (superviviente como él del holocausto, y traductora de algunos de los más de treinta de libros que escribió) Wiesel fue profesor de literatura y filosofía en las universidades de Boston, Yale y de la ciudad de Nueva York. En septiembre de 1979, siendo presidente de la “Comisión del Congreso de los Estados Unidos para la Memoria del Holocausto”, redactó para el presidente Jimmy Carter, su transcendental informe para las salvaguarda de la memoria de los seis millones de víctimas del genocidio judío llevado a cabo por la Alemania nazi: “Quienes sobrevivieron a las cámaras de gas saben  que tienen la ineludible obligación  para con la Humanidad de recordar y contar aquella historia que jamás debió haber sido contada, aquella historia que tristemente acontecida  debe –sin embargo ahora– ser contada en su totalida,  antes de que sea demasiado tarde, antes de que el último de los testigos del holocausto haya muerto sin poder contar al mundo aquella mancha imborrable en la historia de la Humanidad”.
  En su discurso del 10 de diciembre de 1986 en Oslo,  cuando recibió el premio Nobel de la Paz, Wiesel insistió en la necesidad de no mostrarnos indiferentes ante los ataques contra la dignidad humana y a mantener siempre viva la memoria de quienes fueron víctimas del holocausto, puesto que “si olvidamos y guardamos silencio ante el conocimiento del crimen, nos convertimos en sus cómplices, ya que la neutralidad nos sitúa siempre del lado del opresor, nunca de sus víctimas. Por este motivo, cuando en 1993 fue inaugurado en Washington el Museo del Holocausto, Elie Wiesel pronunció estas palabras que ahora se encuentran grabadas en la entrada: “Por los muertos, y por los vivos, debemos dar testimonio”.

 Asimismo la defensa de la igualdad y el respeto a la digitad humana por encima de creencias, sexo,  ideología, o color de piel, fue una constante a lo largo de toda la vida de Elie Wiesel, para quien asuntos  tan graves como el apartheid llevado a cabo por la minoría blanca en Sudáfrica, hasta la llegada al gobierno de Nelson Mandela en 1994, o los genocidios habidos en Camboya en la década de los setenta, y mucho más recientemente en Ruanda y Congo, fueron hechos tan horribles como el antisemitismo llevado a cabo por los nazis. Por este motivo y llevado por su inquebrantable decisión de que prevaleciera siempre la verdad, Wiesel escribió: “Mientras haya un solo niño que pasa hambre en cualquier lugar de la tierra, nuestras vidas estarán llenas de vergüenza. Todo lo que necesita saber la Humanidad es que nunca nadie va a estar solo ante el dolor, y que mientras la libertad de quienes sufren esté amenazada, la calidad de la nuestra también lo estará, puesto que nuestro bienestar es indisociable de de quienes desesperadamente precisan de nuestro amor”.

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