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“La desigualdad es el mayor delito de odio contra las personas”
Gonzalo Pontón, fundador de las editoriales Crítica (1976) y Pasado
& Presente (2011) acaba de publicar
«La lucha por la desigualdad, una
historia del mundo occidental en el siglo XVIII», un libro con prólogo de
Josep Fontana, en el que, a modo de ensayo, el autor viene a demostrar que la naturaleza
de la desigualdad de nuestros días se encuentra en los orígenes del capitalismo
moderno.
El prestigioso editor Gonzalo Pontón (Barcelona, 1948), ahora como escritor, acaba de publicar el libro La lucha por la desigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII. |
Luis Negro: ¿Por qué el siglo XVIII, el de la Ilustración , el de la Revolución francesa, y
el de la filantropía, fue precisamente el siglo en el que se gestó la vigente
desigualdad existente en las sociedades modernas?
Gonzalo Pontón: La desigualdad había existido siempre en la historia,
pero a lo largo del siglo XVIII los grupos económicos en ascenso lucharon
contra las desigualdades estamentales del Antiguo régimen y, a la vez, marcaron
la desigualdad de su clase en gestación frente a las clases subalternas. Tras
desahuciar a los campesinos de tierras que habían trabajado desde hacía
generaciones y acabar con su “economía moral”; tras destruir los gremios de
artesanos de las ciudades y reducir a proletarios a maestros y oficiales, la
burguesía se hizo con un ejército de mano de obra disponible para trabajar en
las manufacturas e iniciar así el proceso que conduciría a la revolución
industrial. La divisa de estos capitalistas, acuñada por Adam Smith, era que la
única finalidad y el objetivo del trabajo era el consumo de su clase, y se lanzaron
a la producción masiva de artículos textiles y minerometalúrgicos. Para ello,
invirtieron un capital escaso, pagaron siempre salarios de subsistencia
estricta a los trabajadores y
establecieron un apartheid en la
educación, el conocimiento y las relaciones sociales en un acaparamiento de
oportunidades que les llevó a construir una desigualdad categórica: desigualdad
económica, vital, existencial e intelectual que es aún el modelo de nuestros
días.
Luis Negro: En el capítulo de su libro: “¿Qué
haríamos sin azúcar y ron?” aborda el asunto de la Trata de esclavos. ¿Qué
papel desempeñó aquella degradación humana en la sociedad del siglo XVIII y aún
en la de nuestros días?
Gonzalo Pontón: A lo largo del siglo se raptaron y trasladaron a
América más de seis millones
de subsaharianos para trabajar, básicamente, en
las plantaciones de algodón, en los cafetales y en la recogida del tabaco. Ese
trabajo brutal y gratuito, combinado con la explotación de los pobres en las
metrópolis permitió a la burguesía inglesa, por ejemplo, una acumulación de
capital vía beneficios que perpetuó, con la herencia, la reproducción de esa
burguesía acaparadora de oportunidades.
Si la esclavitud del siglo XVIII era una imposición forzada directamente
por los negreros, en nuestros días esa barbarie se ha reconvertido en una
imposición civilizada, forzada por el
mercado: ya no se trata al esclavo moderno a latigazos, se le fustiga tan solo
con precariedad, temporalidad, salarios de miseria, paro y desesperación.
Portada del libro de Gonzalo Pontón. Editorial Pasado & Presente; 781 páginas. Barcelona, 2016 |
Luis Negro: El lema “Igualdad, Libertad,
Fraternidad” de la
Revolución francesa de 1789, llevó consigo muchas
contradicciones: ¿Cómo se explica que el filósofo Voltaire se mostrara opuesto
a la educación de los pobres?
Gonzalo Pontón: Debemos superar las leçons reçues y las etiquetas convencionales. Voltaire era un
hombre riquísimo, que había hecho su fortuna no con sus libros, sino como
usurero, prestando dinero a los príncipes y nobles semiarruinados de toda
Europa. Voltaire tenía una renta mínima de 200.000 libras todos
los años y un palacio en Forney donde levantó un teatro para la representación
de sus obras dramáticas. Fue un halagador de reyes, príncipes y obispos y despreciaba
con toda su alma a los humildes: “la canalla siempre será canalla” escribió.
Cuando Caradeuc de la
Chalotais estableció en su Ensayo sobre la educación
nacional que los pobres jamás debían estudiar, Voltaire le escribió
exultante. Y es que para Voltaire los comunes debían ser analfabetos, porque
según él los progresos de la razón solo eran para unos pocos sabios (liderados
por él, claro) y por lo tanto nueve de
cada diez personas debían seguir siendo ignorantes “porque el vulgo no merece ser ilustrado y
hay que tratarlos como a monos”. Lamentablemente no era solo Voltaire: todos
los philosophes pensaban, más o
menos, lo mismo.
Luis Negro: ¿A tenor de
todo lo anterior, no cree que sería necesario introducir una nueva asignatura
en la universidad que se llamase como el título de su libro: “Historia de la desigualdad humana”?
Gonzalo Pontón: Hay que hacer algo más que eso. La mayor fuerza de
convergencia hacia la igualdad es el conocimiento, la educación. Desde el
reconocimiento de que la desigualdad es el mayor delito de odio contra las
personas, hemos de revertir la situación sobre todo con una enseñanza, única,
igual para todos, pública y gratuita.
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