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La otra revolución francesa
Erigida desde las barricadas, la Comuna de París gobernó la ciudad
desde el 18 de marzo hasta su cruento final, durante la última semana de mayo de
1871
Luis Negro Marco / Santiago de
Compostela
John Merriman “Masacre: Vida y muuerte
en la Comuna de París de 1871”.- Editorial
Siglo
XXI; 404 pp.- Madrid, 2017
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En el momento de la proclamación de la Comuna
(duró poco más de dos meses –desde el 18 de marzo al 28 de mayo de 1871–) París
contaba con una población superior a los dos millones de habitantes. Entonces,
la capital de Francia se agrupaba en distritos, algunos de los cuales
destacaban por la extrema pobreza de sus moradores.
Tras la estrepitosa derrota francesa de Sedán
(1 de septiembre de 1870) frente al poderoso ejército prusiano, el propio emperador
Luis Napoleón III había sido apresado. Acababa así el Segundo Imperio, y ante
el clamor popular, el 4 de septiembre era proclamada en Francia la III República,
de la que Thiers fue elegido su presidente. No obstante, aún quedaba pendiente
la firma del tratado de paz con la Alemania de Bismarck, cuyas tropas hicieron
su entrada triunfal en París el 27 de febrero de 1871.
En estas circunstancias, las pretensiones de
Thiers de disolver la Guardia Nacional parisiense (que no era una fuerza
militar profesional, sino integrada por paisanos corrientes, orgullosos de
defender su ciudad y los barrios en los que habían sido movilizados), así como
la exigencia inmediata del pago de deudas por alquiler –que habían quedado suspendidos durante la
guerra– crearon la animadversión de los habitantes de París contra el Gobierno,
que decidió trasladarse a Versalles.
Defensas comuneras en la muralla de París, en abril de 1871 |
De este modo, casi por sorpresa, había
comenzado la rebelión, y con ella la revolución de la Comuna de París. Benoît
Malon, miembro de la Internacional, llegó a proclamar: “nunca una revolución había sorprendido tanto a los revolucionarios”.
Pronto, la Comuna llego a ser entendida como una guerra de clases entre burgueses
y trabajadores parisinos, agrupados por una tácita alianza entre ciudadanos
proletarios e intelectuales radicales.
El triunfo
de la Comuna de París significaba para sus protagonistas, el desarrollo de una
autonomía municipal (la de París) para avanzar hacia una república democrática
social en Francia. Pronto el color rojo (distintivo de los comuneros) empezó a
verse en cinturones e insignias personales, así como en carteles, estandartes y
banderas de todo París.
Una de las primeras medidas del gobierno de la
Comuna, fue decretar obligatoria y gratuita la enseñanza primaria. Los cafés,
clubes y gabinetes literarios, se convirtieron pronto en los centros
fundamentales para la propagación del ideario y política de la Comuna, esencialmente
secular y por ello contrario al poder de la Iglesia y el clero. De hecho Georges
Darboy, arzobispo de París, sería fusilado el 24 de mayo.
Así las cosas, la comunera Louise Michel
proponía cambiar la religión por la moralidad: “¡Proletarios: vais a renacer!”. Por las calles se volvía a cantar “La Marsellesa”,
que había sido
prohibida años antes por su asociación con el ideario comunista.
Por todo ello, Thiers estaba convencido de que los miembros de la Internacional
comunista eran los verdaderos responsables del levantamiento del 18 de
marzo. Y si bien es cierto que Karl Marx
envío desde Londres a la joven rusa Elizabeta Dmitrieff para que le enviara
informes sobre la situación en París, históricamente no está atestiguado que la
Internacional fuera (al menos directamente) la impulsora de la revolución de
1871 en París.
Grabado que representa a un pelotón de soldados procediendo al fusilamiento de comuneros en las calles de París. Mayo de 1871 |
Finalmente, el 22 de mayo, Thiers decidió
desde Versalles el ataque definitivo de sus tropas, integradas por 130.000
soldados, contra los 16.000 que pudo reunir la Comuna. Fue el comienzo de la
“Semana sangrienta” durante la cual, las fuerzas regulares perpetraron una
auténtica masacre, acabando con la vida de, al menos, 15.000 parisinos.
Incluso, los fusilamientos indiscriminados, sin juicio previo, o sumarísimo,
continuaron semanas después de haber sido derrotado el gobierno de la Comuna.
Numerosos edificios de París habían ardido. Pronto corrió el pábulo de que las
causantes de los incendios habían sido grupos de mujeres organizadas (llamadas les petroleuses). Acusadas de este
delito, sin prueba alguna, decenas de ellas, fueron fusiladas. Quedaba además
el saldo de 40.000 personas investigadas, encarceladas, o forzadas al exilio.
Este fue el trágico final de la Comuna, concluido
con siete días de mayo teñidos de sangre y fuego detrás de las barricadas de
París. Pero “si bien el cadáver yacía
muerto, la idea seguía en pie” (Víctor Hugo). De este modo, es muy posible
que Mayo del 68 jamás hubiera
existido sin el cuasi centenario precedente de la Comuna de París.
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