Augusto, el primer y
mejor emperador de Roma
Luis Negro Marco / Allariz
El emperador Augusto nació en el año 63 a . C. en Roma con el nombre
de Cayo Julio César Octaviano, primeramente conocido con el nombre de Octavio. Habiendo
perdido a su padre siendo todavía un niño,
Julio César lo adoptó como hijo suyo. Al producirse su asesinato en el año 44 a . C., Augusto reclamó para
sí el poder de Roma, y un año después
llegó a formar, junto a Marco Antonio y
Lépido, el segundo Triunvirato de la República. No obstante, una vez se deshizo de
Lépido, en el año 36, Octavio entabló batalla contra Marco Antonio y su amante,
la reina Cleopatra de Egipto. Ambos fueron vencidos en el año 31 a . C., quedando Octavio
absoluto dueño del Imperio.
Genial estratega militar, elocuente y con
grandes dotes de persuasión, Octavio pronto supo conquistarse las simpatías del
pueblo y del Senado romano, que en el año 21 a . C. le otorgaba el nombre de Augusto, el cual ostentó a partir de
entonces, olvidando el de Octavio. Con gran habilidad, logró que confluyeran en
él todos los poderes para un período de cinco años, luego para diez, y después
para siempre. La República
romana quedaba con Augusto, transformada en Monarquía.
Pero volviendo a las “Guerras Cántabras”:
Después de tres años de luchas contra Astures y Cántabros en Hispania, los
legados romanos se mostraban incapaces de vencer. De modo que en el año 26 a . C., Augusto mismo,
decidió tomar el mando de ellas. Pero él, también acabó por sucumbir a las
fatigas de una lucha de guerrilla, estrategia común de todos los pueblos Iberos.
Poco después, y presa de grave enfermedad, Augusto hubo de ser trasladado a un
balneario de aguas termales próximo a Turiaso (Tarazona), y una vez restablecido regresó a
su cuartel general en Tarraco (Tarragona). Dejó la continuación de la guerra en
manos de Antistio Vetus, y finalmente, Agripa, el mejor general por aquel
entonces de Augusto, vencería en el año 19 a . C. definitivamente a los Cántabros de
Hispania.
Y habría de ser precisamente en sus viajes
(26 y 25 a .
C.) desde Tarraco al Norte de Hispania –a través de la cuenca del valle del
Ebro, durante las Guerras de Hispania–cuando Augusto se `percató del gran
potencial estratégico que la entonces ciudad ibérica de Salduie, poseía. De modo que decidió emplazar allí una colonia que,
como tantas otras en Hispania (Emérita,
Mérida, Lucus, Lugo, o Asturica, Astorga), habría de llevar su
nombre: Caesar Augusta, Zaragoza.
En su lucha contra los Cántabros, Augusto
había formado tres Legiones: la IV Macedónica , la
VI Victrix y la
X Gémina. Instaladas en Hispania una vez
finalizada la guerra, fue con veteranos de esas tres legiones con las que
Augusto fundó la colonia de Zaragoza. Así
lo corrobora el hecho de que estas tres Legiones se nombran en las monedas
acuñadas en la Zaragoza
romana de Augusto y su sucesor, el
emperador Tiberio.
Pero no fue la fundación de Zaragoza el único
acontecimiento importante que enlaza la figura del primer emperador de Roma con
Aragón. Así, sobre el año 15 a .
C., Augusto dejaba adscrito el actual territorio de Aragón a la provincia
Tarraconense (una de las tres, junto con la Lusitana y la Bética en que dividió Augusto a Hispania).
Asimismo, el emperador creó en la
Península ocho “Conventos Jurídicos” (demarcaciones
territoriales a las que acudían los distintos pueblos de cada provincia con sus
pleitos, como ahora ocurre con las Audiencias), uno de ellos el “Convento Cesaraugustano”, con sede en
Zaragoza, y cuya extensión geográfica abarcaba a las actuales tres provincias
aragonesas, además de Logroño, Pamplona, Soria, Guadalajara y Madrid.
El reinado de Augusto se caracterizó por un
período de paz, denominado por ello como de “Pax Augusta”, lo que no impidió que en el año 9 d. C., las legiones
de su general Quintilio Varo, fuesen aniquiladas por los Germanos comandados
por Arminio. Perdidas sus divisas imperiales, y con ellas el poder de Roma,
simbolizado por las águilas, Augusto se llegaría a lamentar amargamente: “Varo, devuélveme mis águilas”.
Pero más allá de este fracaso militar puntual,
Augusto disciplinó al Ejército, reformó el Senado, y universalizó el esplendor
de Roma, favoreciendo las Letras hasta tal punto que su siglo fue llamado “El siglo de oro de la Literatura latina”.
La propaganda de Roma se hizo extensiva a todo
el Imperio gobernado por el “Divino
Augusto” (Emperador y Dios), siendo sus decenas de miles de colonias y
municipios manifestaciones de su prosperidad y riqueza. Así emergió la
refulgente Bilbilis (actual
Calatayud), en las faldas del cerro de “Bámbola”
cuna del poeta Marcial, en la que el emperador Augusto erigió un pedazo del Imperio
de Roma en pleno corazón del Jalón
Medio, tierra de celtíberos otrora tan hostiles al dominio de Roma. Asimismo,
el momento de mayor esplendor del yacimiento arqueológico de Los Bañales
(quizás la antigua ciudad de Tarraca)
próximo a Uncastillo, comenzó a partir de Augusto, desempeñando un papel comercial destacado, al estar ubicado junto a
un tramo de la vía romana que unía Caesaraugusta
con Pompaelo (Pamplona).
La figura del emperador debía ser reconocida y
venerada por todo su pueblo, por lo que proliferaron sus retratos y esculturas
en bronce por todo el Imperio. Es el caso de la copia en bronce del “Augusto de
Prima Porta”, instalada en la
Avenida de César Augusto de Zaragoza. Dicha escultura fue
regalada por Mussolini a la ciudad de Zaragoza, una vez terminada la Guerra Civil , en recuerdo a su
fundador.
Corría el año 14 de nuestra Era cuando en la
ciudad de Nola (región italiana de Campania), fallecía el primer, y seguramente
mejor emperador de Roma. Se cuenta que al morir dijo a sus amigos: “¿Creéis que he representado bien la comedia
de la vida? Si os ha gustado, aplaudid”.
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