Páginas

martes, 19 de agosto de 2014

Bimilenario de la muerte de Cayo Julio César Octaviano: "AUGUSTO", fundador de la Colonia romana en Hispania de "Caesar Augusta", Zaragoza



El Periódico de Aragón. Noticias de Zaragoza, Huesca y Teruel


 Augusto, el primer y mejor emperador de Roma                    


Luis Negro Marco / Allariz

La Zaragoza ibérica (que ya acuñaba sus propias monedas en bronce en el siglo II antes de Cristo) recibió el nombre de Salduie, aunque también se le atribuyó el (menos conocido) de Auripia. Éste, al parecer, debido a las arenas auríferas que hace más de dos mil años arrastraba la corriente del Ebro a su paso por la ciudad. Y el primero (Salduie o Salduba)  en referencia a la mucha sal que se encontraría en sus montes. Pero la relación entre el emperador Augusto y la ciudad que fundó sobre la anteriormente citada y que habría de llevar su nombre (Caesarea Augusta) comenzaría en los primeros días  del año 26 antes de Cristo, en el transcurso de la guerra de diez años (29 - 19 a. C.) que los pueblos Cántabros y Astures  sostuvieron contra Roma.

  El emperador Augusto nació en el año 63 a. C. en Roma con el nombre de Cayo Julio César Octaviano, primeramente conocido con el nombre de Octavio. Habiendo perdido a su padre  siendo todavía un niño, Julio César lo adoptó como hijo suyo. Al producirse su asesinato en el año 44 a. C., Augusto reclamó para sí el poder de Roma, y  un año después llegó a formar,  junto a Marco Antonio y Lépido, el segundo Triunvirato de la República. No obstante, una vez se deshizo de Lépido, en el año 36, Octavio entabló batalla contra Marco Antonio y su amante, la reina Cleopatra de Egipto. Ambos fueron vencidos en el año 31 a. C., quedando Octavio absoluto dueño del Imperio.

  Genial estratega militar, elocuente y con grandes dotes de persuasión, Octavio pronto supo conquistarse las simpatías del pueblo y del Senado romano, que en el año 21 a. C. le otorgaba el nombre de Augusto, el cual ostentó a partir de entonces, olvidando el de Octavio. Con gran habilidad, logró que confluyeran en él todos los poderes para un período de cinco años, luego para diez, y después para siempre. La República romana quedaba con Augusto, transformada en Monarquía.

 Pero volviendo a las “Guerras Cántabras”: Después de tres años de luchas contra Astures y Cántabros en Hispania, los legados romanos se mostraban incapaces de vencer. De modo que en el año 26 a. C., Augusto mismo, decidió tomar el mando de ellas. Pero él, también acabó por sucumbir a las fatigas de una lucha de guerrilla, estrategia común de todos los pueblos Iberos. Poco después, y presa de grave enfermedad, Augusto hubo de ser trasladado a un balneario de aguas termales próximo a Turiaso  (Tarazona), y una vez restablecido regresó a su cuartel general en Tarraco (Tarragona). Dejó la continuación de la guerra en manos de Antistio Vetus, y finalmente, Agripa, el mejor general por aquel entonces de Augusto, vencería en el año 19 a. C. definitivamente a los Cántabros de Hispania.

  Y habría de ser precisamente en sus viajes (26 y 25 a. C.) desde Tarraco al Norte de Hispania –a través de la cuenca del valle del Ebro, durante las Guerras de Hispania–cuando Augusto se `percató del gran potencial estratégico que la entonces ciudad ibérica de Salduie, poseía. De modo que decidió emplazar allí una colonia que, como tantas otras en Hispania (Emérita, Mérida, Lucus, Lugo, o Asturica, Astorga), habría de llevar su nombre: Caesar Augusta, Zaragoza.

  En su lucha contra los Cántabros, Augusto había formado tres Legiones: la IV Macedónica, la VI Victrix y la X Gémina. Instaladas en Hispania una vez finalizada la guerra, fue con veteranos de esas tres legiones con las que Augusto fundó la colonia de Zaragoza.  Así lo corrobora el hecho de que estas tres Legiones se nombran en las monedas acuñadas en la Zaragoza romana de Augusto y su sucesor, el  emperador Tiberio.

 Pero no fue la fundación de Zaragoza el único acontecimiento importante que enlaza la figura del primer emperador de Roma con Aragón. Así, sobre el año 15 a. C., Augusto dejaba adscrito el actual territorio de Aragón a la provincia Tarraconense (una de las tres, junto con la Lusitana y la Bética en que dividió Augusto a Hispania). Asimismo, el emperador creó en la Península ocho “Conventos Jurídicos” (demarcaciones territoriales a las que acudían los distintos pueblos de cada provincia con sus pleitos, como ahora ocurre con las Audiencias), uno de ellos el “Convento Cesaraugustano”, con sede en Zaragoza, y cuya extensión geográfica abarcaba a las actuales tres provincias aragonesas, además de Logroño, Pamplona, Soria, Guadalajara y Madrid.

 El reinado de Augusto se caracterizó por un período de paz, denominado por ello como de “Pax Augusta”, lo que no impidió que en el año 9 d. C., las legiones de su general Quintilio Varo, fuesen aniquiladas por los Germanos comandados por Arminio. Perdidas sus divisas imperiales, y con ellas el poder de Roma, simbolizado por las águilas, Augusto se llegaría a lamentar amargamente: “Varo, devuélveme mis águilas”.

 Pero más allá de este fracaso militar puntual, Augusto disciplinó al Ejército, reformó el Senado, y universalizó el esplendor de Roma, favoreciendo las Letras hasta tal punto que su siglo fue llamado “El siglo de oro de la Literatura latina”.

 La propaganda de Roma se hizo extensiva a todo el Imperio gobernado por el “Divino Augusto” (Emperador y Dios), siendo sus decenas de miles de colonias y municipios manifestaciones de su prosperidad y riqueza. Así emergió la refulgente Bilbilis (actual Calatayud), en las faldas del cerro de “Bámbola” cuna del poeta Marcial, en la que el emperador Augusto erigió un pedazo del Imperio de Roma en pleno corazón del Jalón Medio, tierra de celtíberos otrora tan hostiles al dominio de Roma. Asimismo, el momento de mayor esplendor del yacimiento arqueológico de Los Bañales (quizás la antigua ciudad de Tarraca) próximo a Uncastillo, comenzó a partir de Augusto, desempeñando un papel  comercial destacado, al estar ubicado junto a un tramo de la vía romana que unía Caesaraugusta con Pompaelo (Pamplona). 

 La figura del emperador debía ser reconocida y venerada por todo su pueblo, por lo que proliferaron sus retratos y esculturas en bronce por todo el Imperio. Es el caso de la copia en bronce del “Augusto de Prima Porta”, instalada en la Avenida de César Augusto de Zaragoza. Dicha escultura fue regalada por Mussolini a la ciudad de Zaragoza, una vez terminada la Guerra Civil, en recuerdo a su fundador.

 Corría el año 14 de nuestra Era cuando en la ciudad de Nola (región italiana de Campania), fallecía el primer, y seguramente mejor emperador de Roma. Se cuenta que al morir dijo a sus amigos: “¿Creéis que he representado bien la comedia de la vida? Si os ha gustado, aplaudid”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.