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viernes, 19 de diciembre de 2014

La Educación se fundamenta en los valores del respeto, la solidaridad, el amor y la verdad, y en la búsqueda de la felicidad como meta para toda la Humanidad

                                  El Periódico de Aragón. Noticias de Zaragoza, Huesca y Teruel



               Educar en la filantropía      
 
Luis Negro Marco
 El lingüista, y sociólogo búlgaro Tzvetan Todorov publicó recientemente La pintura de la Ilustración: De Watteau a Goya, libro  en el que entre otros aspectos destaca que es sobre todo en la obra de Goya donde se detecta el tratamiento de los niños en sí mismos,  y no como hombres o mujeres incompletos. Así se observa por ejemplo en el emblema que el ministro Godoy le encargó al artista de Fuendetodos en 1806, para su Real Instituto Militar Pestalozziano, en Madrid; una Academia Militar en toda regla, dirigida por el coronel valenciano Francisco Amorós (fundador de la gimnasia de aparatos, llamada por ello gimnasia amorosiana) inspirada en los principios del pedagogo suizo Enrique Pestalozzi (1746-1827). Resulta curioso, no obstante que Goya hubiese estudiado en su juventud en el colegio  de los Padres
Escolapios, en Zaragoza, y que el fundador de las Escuelas Pías, San José de Calasanz, hubiese abierto  en Roma –en el año 1597– la primera escuela popular y gratuita para niños pobres.  
 Es decir, siglo y medio antes de que naciese Pestalozzi, cuyos fundamentos pedagógicos son
Emblema del Real Instituto Militar Pestalozziano


calcados, aunque mucho menos ambiciosos, que los del pedagogo aragonés. El propio Caravaggio se insp
iró en la obra pedagógica de San José de Calasanz, para una de sus pinturas realizadas en unaiglesia de Roma en 1599.  El continuador barroco de la terribilitá retrató a niños de la calle como ángeles dictando a San Mateo su Evangelio. Obviamente, el fresco de Caravaggio permaneció en la pared del templo  el tiempo que tardaron los clérigos que le hicieron el encargo en descubrirlo, y por supuesto, hubo de modificar su pintura. 
Calasanz, al igual que Cicerón, era de la opinión de que la docencia no tiene otro fin que conducir (educar) a los niños hacia la verdad, por lo que denominó a sus maestros y sacerdotes escolapios “cooperadores de la verdad”. Una idea que fraguó sólidamente a finales del siglo XVII con el pensamiento ilustrado, basado en el desarrollo de las ciencias y la generalización de la actividad educativa de todos los niños, independientemente de su condición social.  De este modo, el principio   de igualdad de oportunidades comienza a considerarse como un valor necesario de la nueva sociedad, y la educación el medio para conseguir la felicidad. 
San José de Calasanz educadondo a los niños
Surge de este modo el saber filantrópico, basado en el desarrollo armónico de la Humanidad, para cuya consecución surgen nuevas asociaciones, integradas por personas de muy diversos ámbitos y condiciones sociales, unidas por un mismo afán de progreso. Es el caso de la “Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País”, fundada en 1776, y en torno a la cual gira la magnífica exposición “Pasión por Aragón”, cuyo comisario es el historiador Domingo Buesa, y que permanecerá abierta hasta el 8 de enero en el Patio de la Infanta de Zaragoza. Por cierto que el lema de la Sociedad Económica Aragonesa fue, desde sus inicios el de “florece fomentando”, el cual se dibuja adornando un árbol, símbolo de la vida. Porque al igual que él, las personas crecemos de un sólido tronco de fuertes raíces del que la sabiduría acumulada hace que broten las ramas de las ciencias y las artes para alcanzar la felicidad.
 Idea ésta  ya bien fundada en dos grandes clérigos y pedagogos del XVI (los dos por cierto oscenses –el uno de Fonz–, Pedro Cerbuna Negro, a quien se debe la fundación de la Universidad de Zaragoza, y el otro, que ya hemos visto, de Peralta de la Sal –San José de Calasanz–, quien a partir de 1597, popularizó e hizo universal la gratuidad de la enseñanza, para que de este modo también los niños pobres pudiesen acceder a la educación.
  En un interesante y reciente artículo, la escritora aragonesa Magdalena Lasala, recordaba que a finales del siglo XVIII, la mayoría de familias aún no comprendía la importancia de que los niños fuesen a la escuela. Y que fue iniciativa conjunta de la Sociedad Económica, y de los Padres
La Fundación BISILA BOKOKO AFRICAN LITERACY PROJECT es un filántrópico proyecto, impulsado por la  empresaria española Bisila Bokoko, de origen guineoecuatoriano, cuya finalidad es la construccon de bibliotecas para niños en diversos países de África. En la imagen, Bisila, en el centro, rodeada de niños y profesores durante la inauguración de la última (por ahora) de sus bibliotecas, en Zimbabwe, a finales del pasado mes de diciembre.-
Escolapios, la apertura, en 1784, de ocho escuelas de primeras letras, gratuitas y mixtas (algo revolucionario para la época) en distintos barrios de Zaragoza, empezando por el de Peñaflor. En estas escuelas a las niñas y niños  no solo se les enseñaba, sino que también se les proporcionaba la comida que no todos los días podían ofrecerles sus padres en casa.
 Y es que el bien último de la acción filantrópica es el de propiciar la felicidad, el bienestar personal, involucrando en ello también la vida familiar, incluso con un sentido de responsabilidad social. Son evidentemente los niños más pobres y necesitados quienes más precisan el fomento (impulso) educativo para potenciar sus capacidades y que sus destrezas florezcan, para alcanzar nuevas metas de bondad. Incluso en un sentido religioso, la búsqueda de Dios no es sino la búsqueda de la felicidad. Y así lo expresó el propio San Agustín: “Cuando te busco como mi Dios estoy buscando una vida feliz”.
Proyectos filantrópicos, como el de la Fundación BBALP, constituyen una sólida apuesta por la educaicón de los niños más desfavorecidos. La infancia es la depositaria de los grandes valores de la Humanidad, y es preciso potenciarlos a través de la Educación, impulsando la solidaridad y la felicidad personal. Porque la expresión de una niña  y un niño felices, hacen felices a todo el mundo, incluso a las personas que no les conocen.-
Hace  solo unos días la niña pakistaní Malala Yousafzai se convertía en la persona más joven en recibir el premio Nobel de la Paz. Ella fue víctima en 2012 de un atentado terrorista talibán, en su país, cuando regresaba de la escuela. Logró sobrevivir y ahora proclama, como lo hizo San José de Calasanz en 1597, que “un maestro, un libro, y un lápiz pueden cambiar el mundo”. Los más de cien niños y sus profesores asesinados el pasado 17 de diciembre en la ciudad pakistaní de Peshavar, por terroristas talibán, también pensaban que es posible alcanzar un mundo en el que reine el amor y la felicidad. Así lo entendieron también los más de tres centenares de niñas católicas secuestradas por el grupo terrorista Boko Haram en Nigeria. Una verdad que también sabían los cuarenta jóvenes universitarios, estudiantes de Magisterio, que fueron asesinados hace apenas dos meses en Méjico por un grupo de narcoterroristas.  

Solo la ignorancia de quienes habitan en las tinieblas y por tanto están alejados de la luz de la verdad, puede ser fuente del odio inmisericorde que alimenta a quienes nada saben de amor, para imponer el miedo asesinando a los seres más bellos del mundo: niñas y niños inocentes, de quienes Santa Teresa de Calcuta dijo que “son como las estrellas. Nunca hay demasiados”. Por eso la educación tiene el reto de educar a los niños en la filantropía, en el amor a los demás, y hacerlo desde la verdad, porque como dijo Cicerón: “Son las palabras de las personas justas las que educan a la sociedad”.

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