La
oportunidad de conocer Tierra Santa sin salir de la ciudad
El director del Museo, el sacerdote Amador Santamaría, muestra el funcionamiento de los luminosos en uno de los diversos mapas que, como éste, forman parte del museo.- Foto: L. N. M. |
Luis Negro Marco / Zaragoza
La iniciativa
de crear un museo bíblico surgió del espíritu filantrópico e inquietudes
pedagógicas que caracterizaron al sacerdote escolapio Miguel Balagué Salviá
(1910-1988), uno de los grandes biblistas españoles del siglo XX. El padre
Balagué hablaba perfectamente el griego antiguo y el hebreo, lenguas de las que
fue profesor, junto con la asignatura de Sagradas Escrituras, en el noviciado escolapio de Irache (Navarra)
entre 1939 y 1941, y posteriormente, en el de Albelda de Iregua (La Rioja).
Réplica del Arca de la Alianza, una de las maquetas originas con que cuenta el Museo.- Foto: Luis Negro Marco |
En años
sucesivos el museo, y el grupo de escolapios implicados en la materialización
del museo se fue ampliando, hasta su primera ubicación en Albelda. Más tarde,
en el año 1962, se trasladó al colegio de los escolapios en Salamanca, y en
1999, al colegio de “Escuelas Pías” de
Zaragoza, en la calle de “Conde de Aranda”. Su apertura al público requirió
del esfuerzo de muchas personas, especialmente del padre Jesús Ramo, quien
contó con la colaboración de los también sacerdotes escolapios: Amador
Santamaría (actual director del museo) y Luis Domeño.
Torre Antonina, castillo romano, en donde Pilatos expuso a los judíos antes de mandarlo crucificar. Foto: Luis Negro Marco |
Del mismo
modo, la arquitectura del colegio “Escuelas Pías” contribuye a realzar las
posibilidades didácticas de este original museo, por cuanto la sala en que se
exhibe tiene la misma forma oval que
el patio interior porticado en torno al
que evoluciona, construido a principios
del siglo XX, y declarado (al igual que el resto del colegio) Bien de Interés
Cultural.
Manuscritos del Mar Muerto, o Manuscritos de Qumram. Reproducciones a escala de las vasijas y pergaminos originales .- Foto: Luis Negro Marco |
Se trata sin
duda alguna, de auténticas obras de arte distribuidas en orden cronológico e
histórico, que nos transportan, a modo de efectista túnel del tiempo, hasta mil
años atrás.
Túnica igual a las que vestía el pueblo judío en tiempos de Jesús.- Foto: Luis Negro Marco |
El Museo
Bíblico ha recreado asimismo una reproducción exacta de la columna en que los
romanos ataron a Jesús para azotarlo (la
origina se conserva todavía en el interior de la basílica de los padres
Franciscanos en Jerusalén), y la lanza del legionario Longinos, que atravesó el
costado de Cristo ya en la cruz. Destaca
también de la visita una gran maqueta a escala de la ciudad de Jerusalén, en la
que unos haces de luz progresivamente iluminados indican los distintos caminos
recorridos por Jesús (Huerto de los Olivos, Palacio de Herodes, Sanedrín, Torre
Antonina) hasta su llegada al Calvario, en donde fue crucificado y sepultado.
El Museo incluye
asimismo más de cincuenta biblias de todos los tiempos y en diversos idiomas
(también en aragonés, en una magnífica traducción efectuada por el sacerdote
escolapio –ya fallecido– Pedro Recuenco. Y es que fue también un escolapio, el
sacerdote Felipe Scío y Riaza (1738-1796) quien por encargo realizado en 1780 por el rey Carlos III, quien tradujo
por vez primera la Biblia completa al castellano.
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