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domingo, 24 de enero de 2016

De "jornalistas" a tejedores de la democracia

Cronistas de la verdad
                       San Francisco de Sales, patrón de los periodistas

Luis Negro Marco / Zaragoza

 Sus hagiógrafos dijeron del italiano San Francisco de Sales (1567-1622) que en sus libros y cartas de enseñanza cristiana demostraba fascinación por el lenguaje “claro y sabroso”, lleno de sabiduría y originalidad, sin tecnicismos que pudieran entorpecer la inteligencia de lo narrado. Escritos sin nada de oscuridades ni complicaciones inútiles, pues su objetivo era hacer llegar sus reflexiones tanto a las personas de la corte como a los más humildes de las más humildes aldeas. Y es por este motivo por el que San Francisco de Sales, cuya festividad se celebra el 24 de enero, es el patrón de los periodistas y escritores.

 Repasando la historia de la prensa en España, nos encontramos con que fue en el tramo final del siglo XVIII –el siglo de la Ilustración– cuando los papeles periódicos llegaron a constituir el medio fundamental para formar a los grupos sociales dominantes, y al mismo tiempo controlar la repartición social del saber.

  En nuestro país, los primeros periódicos fueron los de información política, fundados por particulares, si bien bajo los regímenes de Fernando VI y Carlos III se transformaron en órganos oficiales de la Corona, tal y como aconteció finalmente con la semanal «Gazeta de Madrid» (1661) y el mensual «Mercurio histórico y político» (1738). Ambos medios tenían una distribución  amplia que abarcaba toda España, más los países hispanos de América, y sus tiradas medias sobrepasaban los 8.000 ejemplares por número.

 La «Gazeta de Madrid» comenzó a publicarse en 1661 como relación de sucesos bélicos, a iniciativa de Juan José de Austria, mientras que el primer diario de información urbana fue el «Diario noticioso, erudito y comercial público y económico» creado en 1758, por el alcañizano Francisco Mariano Nipho (1719-1803), el primer jornalista profesional. Fue también en aquellos tiempos cuando se observan los primeros indicios de especialización entre los periódicos, con predominio de las ciencias naturales, caso de las «Ephemérides barométrica-matritenses»  que se publicó a partir de 1737.

 Y paralelamente a los comienzos de especialización temática aparecieron también las primeras denominaciones para referirse a la nueva forma de ocupación de escribir. De este modo, junto al término «literato», comenzaron a  circular expresiones como «jornalista», (como sinónimo de «diarista», –el que escribe diarios-: journaliste, en francés y giornalista, en italiano), además de «novelero» –el que difunde y vende noticias, y «gazetero».

 El primer diccionario español que registró la voz «gazetero» fue el Diccionario de Autoridades
de 1734: “el que forma la Gazeta y el que las vende”. Y en cuanto a la denominación actual para referirnos a los diarios escritos (el periódico), no aparece en España hasta 1803, y reflejada en estos términos: “Escrito periódico en que se anuncian, extractan y censuran las obras nuevas pertenecientes a ciencias y artes”.

 Y sin embargo, en aquel tiempo (con la sola excepción de los periódicos oficiales: «Gazeta» y «El Mercurio», que contaban con un reducido equipo de funcionarios para su redacción), todavía no podía hablarse de la existencia de una conciencia profesional respecto al trabajo periodístico. Más aún: a los periodistas se les  identificaba socialmente con expresiones de menosprecio –“escritores de surtido”, o “escritores de por vida”–, por el mero hecho de transformar su trabajo intelectual en dinero contante y sonante, así como por los temas por ellos tratados (lo cotidiano y la novedad –la noticia–) que venían a constituir un género nuevo, por completo diferente a los regulados en la literatura.  De manera que los periodistas quedaron excluidos del selecto grupo de la comunidad de eruditos, literatos y hombres de letras, por el mero hecho de escribir sobre el presente y la actualidad.

 No es de extrañar así que a lo largo del siglo XVIII el término «opinión pública» tuviese un carácter peyorativo, pues se entendía como “«opinión común», u «opinión vulgar», debido a que el sustantivo «opinión» –sobretodo si era relacionado con la política–contrastaba con los de «ciencia» y «verdad.» De manera que el principio democrático de la opinión pública –la manera de pensar de una mayoría dentro de un grupo social, un pensamiento que debe ser respetado– no se dio en España hasta las décadas finales del siglo XIX.

 Hoy en día el papel de la prensa es vital para el normal funcionamiento de las sociedades democráticas, hasta el punto de que su grado de desarrollo va íntimamente ligado al de la fortaleza de sus medios de comunicación. Por ello el valor supremo de la prensa es el de la credibilidad, de manera que sus mensajes deben ser veraces, pues de otro modo se estaría traicionando la confianza popular. Y los periodistas son ante todo cronistas de la verdad, cooperadores de esa verdad que en no pocas ocasiones tan alejada está de la realidad aparente.

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