Cronistas de la
verdad
San Francisco de Sales, patrón
de los periodistas
Luis Negro Marco / Zaragoza
Sus
hagiógrafos dijeron del italiano San Francisco de Sales (1567-1622) que en sus libros
y cartas de enseñanza cristiana demostraba fascinación por el lenguaje “claro y
sabroso”, lleno de sabiduría y originalidad, sin tecnicismos que pudieran
entorpecer la inteligencia de lo narrado. Escritos sin nada de oscuridades ni
complicaciones inútiles, pues su objetivo era hacer llegar sus reflexiones
tanto a las personas de la corte como a los más humildes de las más humildes
aldeas. Y es por este motivo por el que San Francisco de Sales, cuya festividad
se celebra el 24 de enero, es el patrón de los periodistas y escritores.
Repasando la
historia de la prensa en España, nos encontramos con que fue en el tramo final
del siglo XVIII –el siglo de la
Ilustración – cuando los papeles periódicos llegaron a
constituir el medio fundamental para formar a los grupos sociales dominantes, y
al mismo tiempo controlar la repartición social del saber.
En
nuestro país, los primeros periódicos fueron los de información política,
fundados por particulares, si bien bajo los regímenes de Fernando VI y Carlos
III se transformaron en órganos oficiales de la Corona , tal y como
aconteció finalmente con la semanal «Gazeta de Madrid» (1661) y el mensual «Mercurio
histórico y político» (1738). Ambos medios tenían una distribución amplia que abarcaba toda España, más los
países hispanos de América, y sus tiradas medias sobrepasaban los 8.000
ejemplares por número.
La «Gazeta
de Madrid» comenzó a publicarse en 1661 como relación de sucesos bélicos, a
iniciativa de Juan José de Austria, mientras que el primer diario de
información urbana fue el «Diario noticioso, erudito y comercial público y
económico» creado en 1758, por el alcañizano Francisco Mariano Nipho
(1719-1803), el primer jornalista
profesional. Fue también en aquellos tiempos cuando se observan los primeros
indicios de especialización entre los periódicos, con predominio de las
ciencias naturales, caso de las «Ephemérides barométrica-matritenses» que se publicó a partir de 1737.
Y
paralelamente a los comienzos de especialización temática aparecieron también
las primeras denominaciones para referirse a la nueva forma de ocupación de
escribir. De este modo, junto al término «literato», comenzaron a circular expresiones como «jornalista», (como
sinónimo de «diarista», –el que escribe diarios-: journaliste, en francés y giornalista,
en italiano), además de «novelero» –el que difunde y vende noticias, y «gazetero».
El primer
diccionario español que registró la voz «gazetero» fue el Diccionario de
Autoridades
de 1734: “el que formala Gazeta y el que las vende”.
Y en cuanto a la denominación actual para referirnos a los diarios escritos (el
periódico), no aparece en España hasta 1803, y reflejada en estos términos: “Escrito periódico en que se anuncian,
extractan y censuran las obras nuevas pertenecientes a ciencias y artes”.
de 1734: “el que forma
Y sin
embargo, en aquel tiempo (con la sola excepción de los periódicos oficiales: «Gazeta»
y «El Mercurio», que contaban con un reducido equipo de funcionarios para su
redacción), todavía no podía hablarse de la existencia de una conciencia
profesional respecto al trabajo periodístico. Más aún: a los periodistas se
les identificaba socialmente con
expresiones de menosprecio –“escritores
de surtido”, o “escritores de por
vida”–, por el mero hecho de transformar su trabajo intelectual en dinero
contante y sonante, así como por los temas por ellos tratados (lo cotidiano y
la novedad –la noticia–) que venían a constituir un género nuevo, por completo
diferente a los regulados en la literatura.
De manera que los periodistas quedaron excluidos del selecto grupo de la
comunidad de eruditos, literatos y hombres de letras, por el mero hecho de escribir
sobre el presente y la actualidad.
No es de
extrañar así que a lo largo del siglo XVIII el término «opinión pública» tuviese
un carácter peyorativo, pues se entendía como “«opinión común», u «opinión
vulgar», debido a que el sustantivo «opinión» –sobretodo si era relacionado con
la política–contrastaba con los de «ciencia» y «verdad.» De manera que el
principio democrático de la opinión pública –la manera de pensar de una mayoría
dentro de un grupo social, un pensamiento que debe ser respetado– no se dio en
España hasta las décadas finales del siglo XIX.
Hoy en día
el papel de la prensa es vital para el normal funcionamiento de las sociedades
democráticas, hasta el punto de que su grado de desarrollo va íntimamente
ligado al de la fortaleza de sus medios de comunicación. Por ello el valor
supremo de la prensa es el de la credibilidad, de manera que sus mensajes deben
ser veraces, pues de otro modo se estaría traicionando la confianza popular. Y
los periodistas son ante todo cronistas de la verdad, cooperadores de esa
verdad que en no pocas ocasiones tan alejada está de la realidad aparente.
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