De primavera árabe a invierno yihadista
El periodista Patrick Cockburn y el general
Miguel Ángel Ballesteros, analizan en sendos libros el terrorismo yihadista, la
gran amenaza para la seguridad mundial
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La era de la Yihad
Edita:
Capitán Swing; 571 páginas
Madrid, 2016
Miguel Ángel Ballesteros
Yihadismo
Edita: La Huerta Grande ;
163 páginas
Madrid, 2016
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Desde los atentados del 11-S, perpetrados por
la organización terrorista de Al Qaeda, la movilización de tropas por parte de
la coalición internacional, liderada por los Estados Unidos, provocó primero la
caída del régimen talibán en Afganistán, a finales de 2001, después el de Sadam
Hussein en Iraq, en 2003 (ambos bajo la era del presidente Busch), y en octubre
de 2011 (bajo la presidencia del presidente Obama), se produjo el derrocamiento
del dictador de Libia Muammar Gadafi, que había permanecido 41 años en el poder.
La primavera árabe, nombre con el que se conoció a las revueltas
populares que se produjeron a comienzos de 2011 en varios países del norte de África
(Túnez, Libia, Egipto), así como en Siria e Iraq, lejos de suponer la
sustitución de todos sus antiguos
regímenes totalitarios por democracias, posibilitó en unos casos el surgimiento
de nuevos grupos terroristas (caso del Daesh
–también llamado Estado Islámico– en
Iraq y Siria); en otros se abrió un gran vacío de poder (como está ocurriendo
actualmente en Libia, con dos gobiernos enfrentados, uno en Tobruk y otro en
Bengasi), y en el caso de la
Siria de Bashar al Asad, dio comienzo una espeluznante guerra que ha costado la vida a
más de dos centenares de miles de personas,
provocando a su vez más de un millón de
desplazados.
Luis Negro Marco
En el caso de Libia, los rebeldes que derrocaron
al Rais, pudieron llevar a cabo su Lobjetivo gracias al apoyo aéreo que recibieron por parte de los países
integrantes de la OTAN. A
pesar de lo cual, en septiembre de 2012, el embajador estadounidense en
Bengasi, Chris Stevens, fue brutalmente asesinado por un grupo de yihadistas
que incendiaron la sede diplomática de los Estados Unidos en el país. Desde
entonces, Libia ha pasado a ser un Estado fallido, un país somalizado, en palabras del periodista Patrick Cockburn,
autor de «La era de la Yihad », quien ya predijo
en 2012 que tras el derrocamiento del Gadafi, los rebeldes libios terminarían
enfrentándose entre ellos, como efectivamente ha ocurrido. Una situación de
vacío en Libia que ha permitido la llegada y el asentamiento de miles de
terroristas de Al Qaeda y el Daesh en el país, mientras que muchos de
los antiguos guerrilleros que lucharon contra Gadafi han pasado a formar parte
del inmenso tramado de mafias que comercia y se lucra con el tráfico de personas.
Y es que nunca como hasta ahora habían muerto tantas personas en el
Mediterráneo (en su mayoría procedentes de países del África subsahariana) en un
desesperado y trágico intento por llegar a Europa.
En cuanto a Iraq, la retirada de la mayor
parte de las tropas estadounidenses allí desplazadas bajo la presidencia de
Obama, permitió la reorganización de los militares que habían integrado el ejército
de Sadam Hussein, que se lanzaron a la conquista del territorio, ya no solo en
Iraq, sino también en la vecina Siria, enarbolando la bandera terrorista del Daesh, también llamado Estado Islámico. Las acciones llevadas a cabo
tras la toma de la ciudad iraquí de Mosul, la Siria de Palmira, o las matanzas indiscriminadas
de cristianos yazidíes en Iraq, son muestras palpables de las atrocidades que
esta organización terrorista ha cometido y está dispuesta a seguir llevando a
cabo en su afán por construir un gran Estado Islámico, basado en la progresiva conquista
de territorios donde instaurar su poder, fundamentado en el terror.
De este modo, el Yihadismo es contemplado por
la comunidad internacional como la gran amenaza para la seguridad de las
democracias y muy especialmente de los países europeos, como se ha podido
constatar en los brutales atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid [España
debe sumar al Yihadista el terrorismo de la organización terrorista ETA, que
tantas víctimas y dolor ha provocado en nuestra sociedad], así como los del año
siguiente en Londres, o los muy recientes de París, Bruselas y Niza.
Reconocido lo cual, el general Miguel Ángel
Ballesteros, autor de «Yihadismo»,
recomienda en su libro no caer en el error de engrandecer los efectos de los
atentados terroristas, y fortalecer a la ciudadanía en su capacidad de
resiliencia. Reivindica por ello la necesidad de promover una cultura de la
seguridad, que evite la parálisis por el terror.
En este sentido, los planes educativos habrán
de tener en cuenta en el futuro estos nuevos dramáticos parámetros, que inciden
de manera tan determinante en la sociedad, de manera que el afianzamiento de
los valores que fomenten la solidaridad, el respeto y la tolerancia, sean
capaces de contrarrestar el miedo y el rechazo a la diferencia, que son las
fuentes de las que se nutren los grupos
terroristas de todo signo.
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