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martes, 12 de agosto de 2014

El sacerdote Miguel Pajares, primer español muerto a causa del ébola en el ejercicio de su misión humanitaria por curar a los afectados por dicha enfermedad en Liberia

  Sensibilidad, sentido común  
El Padre Pajares (de la orden Hospitalaria de San Juan de Dios) junto al hermano George Combey, en el hospital de Liberia en el que ambos trabajaban combatiendo la enfermedad del ébola. El hermano George murió el día 11 de agosto a causa de la enfermedad, y el Padre Pajares, un día después (el 12 de agosto), en el Hiospirtal Carlos III de Madrid, cinco días después su repatriación  a España

Luis Negro Marco / Sobrado dos Monxes

Nuestro mundo atraviesa por unos momentos graves, difíciles y convulsos, marcados por una tensión extrema, de raíz, paradójica y principalmente, cultural. No estamos ni mucho menos ante El Choque de civilizaciones que aventuró el estadounidense Samuel Huntington (1927-2008) en su famoso libro publicado poco antes de los atentados del 11-M. Se trata, por el contrario de una tensión exacerbada provocada por la amenaza directa o velada contra estados democráticos y soberanos por parte de grupos terroristas (cuantitativamente no muy numerosos, pero fuertemente armados) cuyos activistas asumen interpretaciones de última hora,  extremas, fuera de toda lógica, ajenas a la razón, al más elemental sentido común, y  con absoluta falta de respeto al derecho fundamental de las personas: el de la propia vida. 

 Y en  este mundo en el que vivimos, inmensamente bello, pero a la vez lleno de amenazas y dramas humanos que suponen todo un reto para el avance de la Humanidad, existen personas que a cambio de nada han decidido darlo todo. Es el caso de las decenas de miles de misioneros (religiosas, religiosos y sacerdotes católicos) que han consagrado su vida para ayudar a los más necesitados. El antropólogo  y escritor aragonés Miguel Ángel Millán Asín,  en un reciente libro, Liderazgo y Gestión: lo que podemos aprender de los Fundadores, ponía de relieve un hecho que a la vez de real y determinante para nuestra sociedad actual, es –desgraciadamente– poco conocido: que las Congregaciones Religiosas Católicas fueron –y siguen siendo– desde su creación (algunas de ellas hace ya más de un milenio) pioneras en la formación de personas orientadas a la educación, el cuidado sanitario y la promoción social de los más pobres y desfavorecidos, en cualquier parte del mundo. Dichas Órdenes y Congregaciones (Camilos, Escolapios, Jesuitas, Salesianos,  Hermanos de San Juan de Dios…) constituyeron, en el momento de su nacimiento, una gran revolución debido a su firme compromiso por la consecución de un mundo de justicia y verdad. Así lo aseveraba también recientemente el Papa Francisco al afirmar que “la pobreza está en el centro del Evangelio”.

 Ahora, África (como siempre, debido a un drama humano, guerra o pandemia, como en este caso) ha vuelto a ser noticia de apertura de noticiarios y periódicos. El Ébola ha causado ya el millar de víctimas en Liberia, Sierra Leona y Guinea Conakry. Por cierto aún se sigue aludiendo en la mayoría de medios españoles, cuando se aborda la enfermedad del Ébola, al país de Guinea, en general –como uno de los países que la sufren– olvidando que en África existen tres “Guineas”: Guinea Conakry, Guinea Bissau, y Guinea Ecuatorial, esta última, ex colonia española, situada en él África Central, en la que no hay, afortunadamente, ningún caso de Ébola.

 Hace apenas una semana que el sacerdote Miguel Pajares, perteneciente a la “Orden de San Juan de Dios”, y la religiosa Juliana Bonoha, ambos españoles, fueron repatriados por el Gobierno, en un avión de las Fuerzas Armadas. El primero se infectó  del Ébola en el hospital en el que trabajaba (al igual que la hermana Juliana, quien afortunadamente dio negativo en las pruebas) atendiendo a las personas que habían contraído la enfermedad. El Gobierno de España hizo, repatriándoles, lo que tenía obligación de hacer con  dos  de sus ciudadanos que lo precisaban. Otras personas de aquel mismo hospital hubieron de quedarse en Monrovia y han corrido peor suerte que ellos;  fue el caso de la religiosa congoleña Chantal Pascaline, quien contagiada por la enfermedad, murió a causa de ella el pasado 9 de agosto. Sin duda, la hermana Chantal, al igual que quienes allí han trabajado,  han sido un insuperable ejemplo de honestidad y amor al prójimo, hasta haber dado la propia vida por él.

 El psicólogo canadiense Robert Hare (Calgary, 1934) escribió ya en 1993 un libro para la reflexión: Sin conciencia, el inquietante mundo de los psicópatas que nos rodean. Grosso modo, el libro viene a decir que personas muy respetables y reconocidas socialmente,  muestran asimismo una asombrosa falta de sensibilidad, solidaridad y sentido común a la hora de su toma de decisiones públicas y personales. Viene lo anterior a cuento de que, causa una gran inquietud el  hecho de que, tras una operación de repatriación de los dos españoles a la que el Gobierno ha dado una amplia difusión a través de los medios de comunicación, rayana en  la más calculada propaganda, el Gobierno de España se haya planteado siquiera (afortunadamente el Presidente Rajoy ya ha anunciado que el Estado asumirá todos los costes, algo como él ha afirmado es de "puro sentido común") pasar parte de la factura de los gastos de repatriación de los dos religiosos a la Congregación religiosa a la que pertenecen. 

 Un anunció que (se quiera o no reconocer, llegó a hacerse público) denotando una  gran falta de sensibilidad e inteligencia emocional por parte de los responsables ministeriales que hicieron tal afirmación. Un gesto también, que implica ya no solo desprecio, sino un auténtico desconocimiento sobre la gran labor humanitaria que desde hace décadas, desempeñan las Órdenes Religiosas Católicas españolas, y no solo en África, sino en todo el mundo. También en España.

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