Las mujeres de Guinea Ecuatorial residentes en Zaragoza, se unieron a las celeraciones del 8 de marzo 8 d
Luis Negro Marco / Zaragoza
En las antiguas civilizaciones de Grecia y Roma (es decir, unos 2.600 años antes de nuestros días), las mujeres tenían un status supeditado al de los hombres. Al igual que a ellos, a los pocos días de su nacimiento, los padres las purificaban ante el altar de los dioses de la familia, adornando su cuello con una cadena (como siguen haciendo hoy en día los padres con sus hijos llegada la Primera Comunión) que habría de acompañarles hasta la mayoría de edad. Esta mayoría de edad llegaba para los hijos varones cuando cumplían los 17 años. Llegado el mes de marzo, todos los jóvenes que cumplían en ese año la mayoría de edad se unían en unas celebraciones llamadas "Liberalia". Un rito de transición que marcaba el paso de la pubertad a la edad adulta del joven, que a partir de ese momento podía vestir la "toga viril" (propia de los hombres) y hacer carrera política o militar ("Cursus honorum" / "Cursus militatis"). Pero en el caso de las mujeres, la situación era bien diferente. Sin llegar al sometimiento absoluto respecto a lospatria potestas" (patria potestad), al igual que sobre el resto de bienes y miembros de la comunidad familiar. La mujer tampoco podía acceder al "Cursus honorum" ni al Senado, ni por supuesto alcanzar la responsabilidad del Imperio. Es más, la actividad laboral de la mujer en Roma, quedaba reducida a las tareas propias del hogar: "sus labores", como hasta no hace muchos años se decía de la mayoría de las madres de quienes ahora rondan los 50 años. Avanzando en el tiempo, la situación social de dependencia de la mujer respecto al hombre, fue continua, y hasta no hace más de un siglo, el papel de la mujer continuó relegado a la procreación, al cuidado de los hijos, y a los
trabajos domésticos de la casa. Aún más: a ella le correspondía hacer buena parte de los trabajos del campo, y su opinión no era tenida en cuenta, ni incluso estaba permitida en muchas instituciones. Hasta tan sólo hace un siglo, muchos países tenían prohibido el que la mujer pudiese realizar estudios universitarios; el derecho al voto femenino fue una conquista que no tiene más de 80 años; y en algunas sociedades su grado de dependencia respecto al marido fue tan patente, que ni siquiera podía abrir una cuenta bancaria sin la firma de su esposo. Afortunadamente las sociedades han avanzado. Y si lo han hecho ha sido, precisamente por la incorporación de la mujer a los puestos de responsabilidad y trabajo, en igualdad de condiciones y oportunidades que los hombres. Porque la sociedad precisa del COMPROMISO DE TODAS y TODOS, es decir, de hombres y mujeres, para avanzar. Y ello sólo se puede hacer desde la IGUALDAD. De otro modo, las injusticias, los agravios comparativos, y la reserva de esferas sociales sólo a los hombres, crearía una
grave descompensación que afectaría a la cohesión social y al bienestar no sólo familiar sino al de la sociedad en su conjunto. La consecución de los derechos de la mujer, no sólo no ha sido un problema, sino una gran necesidad que afortunadamente se va afianzando día a día gracias a la EDUCACIÓN. De ahí que la ESCOLARIZACIÓN DE NIÑAS Y NIÑOS desde sus primeros años, debe ser una de las prioridades de todas las naciones del mundo, como bien ha determinado la UNESCO durante las ultimas décadas. La mujer del presente y del futuro ha de gozar de los mismos derechos que
los hombres; una mujer trabajadora, luchadora y formada. Claro está que los hombres también tienen mucho que aportar para que el cambio sea posible. Hace falta (ya se está dando de hecho) un cambio en la mentalidad masculina, empezando por el lenguaje muchas veces peyorativo respecto a las capacidades de las mujeres, y por supuesto infundado. La igualdad debe basarse, además, en el RECONOCIMIENTO, el RESPETO y la SENSIBILIDAD hacia la diferencia. Por supuesto que cualquier mujer puede realizar el mismo trabajo que cualquier hombre, sin exclusión. Y las diferentes capacidades de unos y otras (hombres y mujeres) se complementan perfectamente en las relaciones diarias. SENSIBILIDAD, SENTIDO COMÚN, RESPETO, MODULAR NUESTRO LENGUAJE (que es el medio por el que expresamos nuestras ideas y sentimientos) para ABANDONAR definitivamente LAS DIFERENCIAS DE GÉNERO, son aspectos fundamentales para propiciar un CAMBIO DE MENTALIDAD SOCIAL que propicie la creación de un nuevo espacio de CONVIVENCIA en el que HOMBRES Y MUJERES, UNIDOS, trabajemos por la construcción de UN FUTURO CADA DÍA MEJOR.
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