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jueves, 12 de octubre de 2023

La pilarista independencia de Guinea Ecuatorial

                             https://www.elperiodicodearagon.com/opinion/2023/10/12/pilarista-independencia-guinea-ecuatorial-93235259.html

       La Pilarista independencia de Guinea Ecuatorial 

A las 12 horas del 12 de octubre (día del Pilar) de 1968, España                         declaró la independencia de su colonia  del África central

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

El 12 de octubre de 1968, el pueblo guineoecuatoriano celebraba con júbilo desbordante la independencia de Guinea Ecuatorial. La transmisión de poderes fue realizada en la ciudad de Santa Isabel –hoy Malabo, en la isla de Fernando Poo, ahora llamada Bioko– por el entonces flamante ministro de «Información y Turismo», Manuel Fraga Iribarne (quien en 1976 fundaría «Alianza Popular», germen del actual «Partido Popular»), mediante la siguiente fórmula:En nombre del Jefe del Estado [Francisco Franco] y del pueblo español, me honro en transmitir los poderes al presidente de la República de Guinea Ecuatorial y a su pueblo. ¡Viva Guinea Ecuatorial!”.  Seguidamente, fue el turno del presidente de la nueva nación, Francisco Macías Nguema (el 22 de septiembre de 1968 había ganado en segunda vuelta las elecciones) quien ante las cámaras de TVE-GE («Televisión Española en Guinea Ecuatorial», cuya emisora de Santa Isabel había sido inaugurada por Franco el 20 de julio de 1968, mediante un mensaje de saludo al pueblo guineano) pronunció solemnemente las siguientes palabras: “Declaro formalmente constituida la República de Guinea Ecuatorial, de la que paso a ser su primer presidente constitucional. ¡Viva la República de Guinea Ecuatorial!”.

12 de octubre de 1968.- Santa Isabel.- En el centro, Francisco Macías Nguema, primer presidente constitucional de la República de Guinea Ecuatorial, junto al ministro español de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, en el acto oficial de la independencia de la nación africana.

Así pues, el día de la Virgen del Pilar, en el que también se celebra la fiesta de la Hispanidad, fue y sigue siendo una fecha que ha quedado grabada en letras de oro en la historia de la joven nación centroafricana, a la cual nos siguen uniendo estrechos lazos económicos, culturales y lingüísticos, puesto que Guinea Ecuatorial es el único país de África cuyo idioma oficial es el español.

El largo camino hacia la independencia lo habían recorrido conjuntamente, aunque no siempre bien avenidos en la peregrinación, España y los principales líderes nativos, quienes desde las atalayas de sus respectivos partidos políticos habían pugnado, durante los últimos años de la colonia, por atraerse las simpatías y los votos de sus paisanos guineoecuatorianos

Después de la II Guerra Mundial «Naciones Unidas» urgió a los países europeos a acelerar el proceso descolonizador de África. Sin embargo, España –que no entraría en la Organización hasta 1955– se mostraba reticente y muy especialmente por la postura mantenida por el que entonces era vicepresidente del Gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco (sería asesinado por la banda terrorista ETA el 20 de diciembre de 1973), quien recurrió a todas las fórmulas políticas posibles para que Guinea Ecuatorial (así como el Sahara Occidental) continuaran manteniéndose dentro de la esfera política y económica de España.  

De este modo, Franco concedió a Guinea Ecuatorial algo insólito para los propios españoles que vivían
sumidos bajo el férreo yugo de su dictadura: nada menos que el reconocimiento del territorio como
«Gobierno Autónomo», regido por un Estatuto de Autonomía (válido para las provincias de Río Muni y Fernando Poo) que fue aprobado mediante referéndum –celebrado el 15 de diciembre de 1963– por la mayoría del pueblo guineoecuatoriano.

Posteriormente, el 30 de octubre de 1967, daría comienzo en Madrid la «Conferencia Constitucional», con representantes de los diferentes partidos políticos guineoecuatorianos (Macías Nguema, Bonifacio Ondo y Atanasio Ndongo destacaron especialmente por ser los líderes políticos más valorados por sus paisanos) con la finalidad de elaborar una Constitución cuyo texto fue aprobado mediante referéndum el el 11 de agosto de 1968.

Catedral de Bata.- De estilo neobarroco, el templo se terminó de construir en 1958, durante el gobierno español. La catedral de Bata está dedicada al "Apóstol Santiago y Nuestra Señora del Pilar".- Foto: Luis Negro 

Los actos festivos, las celebraciones y la alegría que recorrieron todo el territorio de la antigua colonia española prometían un futuro lleno de esperanza, oportunidades y bienestar para la naciente Guinea Ecuatorial, pero pronto emergió en Francisco Macías la figura de un sanguinario dictador que hasta entonces había cuidadosamente ocultado ante sus compatriotas.

Su ministro de Asuntos Exteriores, Atanasio Ndongo, pronto se dio cuenta de ello e intentó revertir la situación, trazando un plan para derrocarlo. Sin embargo, los espías de Macías descubrieron sus intenciones y esperaron la oportunidad para la venganza. Así, el 5 de marzo –día en que Zaragoza celebra su fiesta de la «Cincomarzada»– de 1969, habiendo sido llamado al despacho presidencial, Atanasio Ndongo acudió puntualmente a la cita y sorpresivamente “decidió” tirarse por uno de los balcones del edificio. El político moriría apenas tres semanas después “a causa de las heridas sufridas en la caída”.

En esa misma «Cincomarzada guineana» de 1969, Macías emitía un decreto por el que instaba a todos los españoles a que abandonaran el país en un plazo máximo de 24 horas. Las muertes de los rivales políticos del dictador se producían una tras otra, así como las de cualquier persona susceptible de ser disidente. Todo tipo de religión quedó abolida en el país, ya que según hacía cantar a los niños en las escuelas, “Macías es el único milagro de Guinea Ecuatorial”. Había comenzado el «Macismo», un sanguinario régimen dictatorial de corte marxista, inspirado en el de la China de Mao y comparable al del contemporáneo y genocida gobierno comunista (1976-1979) que Pol Pot instauró en Camboya.

Catedral de Bata.- Detalle del altar mayor del templo en el que se representa al Apóstol Santiago, arrodillado, ante la aparición de la Virgen del Pilar (portando en sus manos la columna que se venera en la Basílica de su nombre, en Zaragoza). Está representado el puente sobre  el río Ebro, que baña la zaragozana Basílica del Pilar (y que aparece representada tras él), y, a su izquierda, la catedral de Santiago de Compostela.  FotoLuis Negro

Durante los 11 años que duró la dictadura de Macías en Guinea Ecuatorial, fueron asesinadas decenas de miles de personas, al tiempo que otras 200.000, al menos, se vieron obligadas a salir del país y buscar refugio en España, así como en las vecinas naciones de Gabón, Camerún y Nigeria.  Derrocado por el actual presidente, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, el 3 de agosto de 1979, Macías fue condenado a la pena de muerte y ejecutado en Malabo, el 26 de septiembre de 1979.

 Con Obiang (que fue cadete en la «Academia General Militar» de Zaragoza) la religión católica volvió a ser la principal del país, reinstaurándose el culto en las iglesias. La catedral de Bata, de estilo neobarroco y terminada de construir el 8 de diciembre –día de la Inmaculada Concepción– de 1955, lleva el nombre de «Catedral de Santiago Apóstol y Nuestra Señora del Pilar». Por ello, el retablo mayor del templo está constituido por un gran relieve policromado en el que el apóstol peregrino aparece arrodillado, orante a orillas del Ebro, ante el Pilar de Zaragoza.

 Un religioso e imperecedero recuerdo que evoca a la pilarista –y por eso también aragonesa– independencia de Guinea Ecuatorial.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Alfonso Bullón de Mendoza: "Villar y Herrera son la otra cara de la Cincomarzada"


Alfonso Bullón de Mendoza: “En bastantes ocasiones, el carlismo no ha sido bien comprendido”

Alfonso Bullón de Mendoza, catedrático de Historia contemporánea y director del «Instituto CEU de Estudios Históricos», estuvo presente en la tarde-noche del viernes, 24 de agosto de 2018, en las localidades zaragozanas de Herrera de los Navarros y Villar de los Navarros, presentando un documental sobre Charles Lewis Gruneisen, el primer corresponsal de guerra de la historia, que, el 24 de agosto de 1837 presenció y narró, para el periódico londinense «The Morning Post» la batalla de Villar de los Navarros. Un hecho de armas que aconteció en la primera guerra carlista (1833-1840) y supuso una importante victoria para Don Carlos, tío de la reina Isabel II, en sus aspiraciones a la Corona española.

Luis Negro Marco 

Pregunta: Si hubiera de hacerlo brevemente, ¿cómo definiría usted el estado actual de la historia y de la investigación histórica en España?
Respuesta: Sin duda nunca ha habido tantos historiadores profesionales en España como existen en la actualidad, aunque otra cosa es que sus publicaciones lleguen al gran público, pues dentro del mundo académico lo que se valora no son las publicaciones de carácter divulgativo, sino las que aparecen en revistas especializadas de muy escasa difusión.

P: Usted es uno de los grandes especialistas en el estudio de la historia del carlismo ¿considera que este tema ha sido bien abordado por los historiadores?
R: Creo que en bastantes ocasiones el carlismo no ha sido bien comprendido, pues se trata de entender con la mentalidad de hoy a hombres de hace cerca de doscientos años, cuya escala de valores era muy distinta de la actual.

P: Las guerras carlistas se suscitaron por un problema sucesorio a la Corona de España tras la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1833 ¿Les asistía la razón a los carlistas cuando reclamaban  la corona para don Carlos, en detrimento de su sobrina, la reina Isabel II.
Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera, es catedrático de Historia, director de la revista de Historia Contemporánea APORTES, y desde julio de 2018, Presidente de la "Asociación Católica de Propagandistas"
R: Desde el punto de vista de la legalidad del Antiguo Régimen parece indudable, pues por más que se denominara rey absoluto, Fernando VII no podía cambiar el orden de sucesión a la corona sin respetar una serie de formalidades que no tuvo en cuenta, la principal de las cuales era convocar unas cortes cuyos diputados tuvieran poderes extraordinarios para discutir el tema.

P: Charles Lewis Gruneisen era masón y apoyó la causa de Don Carlos convencido de que su partido representaba el progreso en España. ¿No es un mito infundado el identificar al carlismo como contrario a las libertades?
R: La mayor parte de los tories ingleses, incluyendo al duque de Wellington, veían con simpatía la causa carlista, pues no hay que olvidar que Gran Bretaña no ha tenido nunca una constitución escrita como las que los liberales españoles copiaron de Francia. Los carlistas eran vistos por ello como defensores de esa España tradicional que se había opuesto a Napoleón en 1808. 

P: ¿Qué principales ideas fueron las que sustentaron el pensamiento carlista a lo largo del siglo XIX?
R: La defensa de la religión frente a los ataques del liberalismo (exclaustración, desamortización, matanzas de frailes como la de Madrid de 1834) y la defensa del papel decisivo del Rey en el gobierno del reino, sin que eso supusiera que podía hacer cuanto le viniera en gana (de ahí su oposición al cambio dinástico perpetrado por Fernando VII). Posteriormente fue tomando protagonismo la defensa de los fueros y leyes particulares de cada zona.

P: Si el carlismo fue firme defensor de los fueros de los navarros y de las provincias vascongadas, ¿por qué tuvo sin embargo tanto peso también en Aragón?
R: El carlismo tuvo gran peso en toda España, y si el Navarra y vascongadas el alzamiento inicial tuvo tanta fuerza, adhiriéndose a él Vitoria y Bilbao, fue no porque se tratara de un alzamiento en defensa de los fueros, sino porque la existencia de los mismos en el País Vasconavarro hizo que las autoridades locales pudieran disponer de unas milicias armadas que protagonizaron la sublevación, milicias que habían sido neutralizadas en el resto de España. Probablemente la región más carlista de España fuera Cataluña, pero Aragón y Valencia adquirieron al final del conflicto un peso mayor que el del Norte debido al genio militar de Cabrera.

P: Se ha repetido mucho y durante muchas semanas, que el independentismo catalán tendría su base en el pasado carlista de Cataluña a lo largo del siglo XIX y principios del XX ¿Qué opina usted al respecto?
R: En carlismo, en tanto amante de la tradición, juega un papel importante en la recuperación de la cultura catalana y vasconavarra, pero desde el punto de vista político se enfrentó al nacionalismo, lo que se vio con gran claridad en la guerra civil española, cuando gudaris y requetés se combatieron a muerte en la campaña del Norte.

P: ¿Herrera de los Navarros y Villar de los Navarros podrían ser en el futuro referente en Aragón sobre el estudio y difusión de la historia del carlismo como lo es actualmente Estella en Navarra?
R: Quizá el evento que hoy se conmemora más en Aragón relacionado con el carlismo es la fallida sorpresa de Cabañero sobre Zaragoza el 5 de marzo de 1838 (la cinco marzada). La acción de Villar o Herrera supone la otra cara de la moneda, la que recuerda a ese carlismo que tuvo opciones reales de ganar la guerra.


lunes, 5 de marzo de 2018

La Cincomarzada de Zaragoza, 180 años después

                    (Este artículo fue publicado en "El Periódico de Aragón" el 5 de marzo de 2018)
El día de la victoria

Luis Negro Marco 

    Aquel lunes, 5 de marzo de 1838, los primeros rayos de sol habían acariciado los tejados de Zaragoza a las seis y cuarto de la mañana. El santoral del calendario indicaba que era la festividad de San Eusebio papa y cristianos mártires. Hacía apenas una semana, el 27 de febrero, la capital aragonesa había vivido con alegría el martes de Carnaval, que en Madrid se había celebrado con suntuosos bailes de máscaras, en salones y calles de la ciudad.

 El 5 de marzo de 1838, el «Diario de Madrid» anunciaba en su sección de “Diversiones púbicas, que en el Teatro del Príncipe de la capital de España se volvería a poner en escena «Los amantes de Teruel», el afamado drama de Juan Eugenio Hartzenbusch. También se podían leer, en las hojas del día, noticias anunciando la venta de bienes desamortizados a la Iglesia, los cuales lejos de revertir en beneficio del estado llano, habían supuesto un balón de oxígeno para la nobleza, los caciques y la burguesía más anquilosada. Parecería, incluso, que aquel desastre desamortizador hubiera sido la principal fuente de inspiración para al escritor siciliano Tomás de Lampedusa, a la hora de escribir, más de un siglo después, «Il Gattopardo», novela en que insertó la célebre máxima definitoria de siglos de historia: “Es preciso que todo cambie para que todo siga igual”.


"En aquel frustrado asalto resultaron muertos en torno a 300 soldados carlistas, y varios defensores de la ciudad, incluido el general Juan Bautista Esteller..."
Aquel 5 de marzo de 1838, Madrid parecía la más romántica y bucólica de las capitales de Europa. Y ello, a pesar de que apenas seis meses atrás (el 12 de septiembre de 1837, merced a la contundente victoria que los carlistas obtuvieron el 24 de agosto anterior en Villar de los Navarros), el Pretendiente Don Carlos había llegado con sus tropas a las mismas puertas de la ciudad, y a punto había estado de derrocar a su sobrina, la reina Isabel II, y de proclamarse rey. Porque en aquel 5 de marzo de 1838, España vivía inmersa en el sexto año consecutivo de una cruenta guerra civil (la I Guerra Carlista) que a su finalización –no fue hasta el 6 de julio de 1840, cuando el general carlista Ramón Cabrera depuso las armas en el Maestrazgo y Cataluña, y se exilió en Francia–, dejó no menos de 300.000 muertos y casi el doble número de heridos.

 El motivo de aquella terrible guerra fue la disputa suscitada por la sucesión al trono de España. Por un lado se posicionaron los defensores de la legalidad sucesoria vigente en España a la muerte del rey Fernando VII (acaecida el 29 de septiembre de 1833). Legalidad representada por su hermano, Carlos María Isidro de Borbón (Carlos V), cuyos partidarios recibieron el nombre –por el suyo– de carlistas. Y frente a ellos, quienes proclamaron reina (con el nombre de Isabel II)  a la  hija del difunto rey, en cuya minoría de edad ejerció las responsabilidades del trono, en calidad de regente, su madre María Cristina. De ahí que sus partidarios recibieran los nombres, indistintamente, de isabelinos o cristinos.
       Escudo real carlista

Y fue en aquel contexto de guerra fratricida, en el que las tropas carlistas aragonesas, comandadas por el brigadier Cabañero, (aragonés, de la localidad turolense de Urrea de Gaén), intentaron la conquista de Zaragoza en la madrugada del 5 de marzo de 1838. En aquel frustrado asalto resultaron muertos en torno a 300 soldados carlistas, y varios defensores de la ciudad, incluido el general Juan Bautista Esteller. Cabo de guardia el 5 de marzo, Esteller fue asesinado al día siguiente en Zaragoza, en la plaza de la Constitución –al pie de la placa que honraba la que había sido promulgada en 1837–, por  una multitud enfurecida, que le acusaba (era falso) de haber sido cómplice de los carlistas en su fallida acción.

 Zaragoza recibió por su victoria la inmediata felicitación del general Espartero (quien años después –el 3 de diciembre de 1842–, autoproclamado regente, en lugar de la regente María Cristina, ordenaría un terrible bombardeo contra Barcelona, ciudad de la que llegó a decir, “había que bombardear al menos una vez cada 50 años"), al tiempo que la reina gobernadora, María 
Cristina, otorgaba  a la ciudad el título de «Siempre heroica», y los laureles de la victoria, que aun a día de hoy adornan el escudo de Zaragoza.

 Este año, en que se cumple el redondo centésimo octogésimo aniversario de aquel episodio histórico, hubiera sido una buena oportunidad para tratar de encontrar una alternativa razonable a la fiesta de la Cincomarzada,  y estudiar si deberían permanecer el título y símbolo de la ciudad, a los que antes se hacían referencia, pues fueron otorgados sobre la sangre derramada de aragoneses. Pero, un año más, todo sigue igual.

 La fecha del 5 de marzo de 1838 para Zaragoza ocupa el privilegiado espacio de la Historia, y desde ese prisma historiográfico se debería abordar su estudio e investigación. Elevarla a la categoría de victoria de las libertades frente a la tiranía, sería peor que una posverdad histórica. Sería un error.

lunes, 18 de septiembre de 2017

La batalla carlista de Villar de los Navarros fue narrada por el periodista del THE MORNING POST, Richard Lewis Gruneisen, el primer corresponsal de guerra

Por segundo año consecutivo, entre el 25 y 27 de agosto, las localidades de Herrera y Villar de los Navarros, recrearon aquel importante episodio de la primera guerra carlista en Aragón, cuya crónica fue escrita para THE MORNING POST por el periodista londinense Richard Lewis Gruneisen, quien empotrado en el ejército carlista de Don Carlos, está considerado como el primer corresponsal de guerra de la historia.

Vista de la localidad zaragozana de VILLAR DE LOS NAVARROS, donde el 24 de agosto de 1837,
en el marco de la Primera Guerra Carlista (1833-1840), tuvo lugar la batalla de su nombre, cuya
victoria para el ejército carlista de Carlos V, puso prácticamente en sus manos la Corona de España

 Foto: Luis Negro Marco
Luis Negro Marco / Historiador y periodista

  Como este año, aquel caluroso 24 de agosto de 1837 cayó también jueves. El día anterior, las localidades zaragozanas de Herrera y Villar de los Navarros habían acogido a dos ilustres huéspedes que, provenientes de Muniesa, iban acompañados por un imponente ejército integrado por siete mil soldados carlistas. Se trataba del pretendiente a la Corona de España, Carlos V, y de su sobrino, el Infante Sebastián Gabriel, que comandaba las tropas.

 Era una etapa más de la larga marcha que desde hacía poco más de tres meses el Pretendiente carlista había emprendido desde su cuartel real, en la localidad navarra de Estella. Su objetivo final era llegar con su ejército a Madrid, y ocupar el trono que, de acuerdo a las leyes sucesorias de la Corona entonces imperantes en España, creía que le correspondía, en vez de a su sobrina –la reina Isabel II, entonces de tan solo siete años de edad–, que había sido proclamada en septiembre de 1833, a la muerte de su padre Fernando VII.

 Conocedor el Gobierno (el general Baldomero Espartero se había hecho cargo de él apenas una
Herrera de los Navarros, distante a apenas siete kilómetros de Villar de los Navarros, fue la localidad
en la que se inició la batalla, toda vez que a ella llegaron las tropas del isabelino general Buerens, en
mañana del 24 de agosto de 1837, provocando la falsa retirada de los carlistas hacia el
santuario de la Virgen de Herrera, y Val de Navarra, término de Villar de los Navarros. 
                                                                                                                                                                        Foto: Luis Negro Marco
semana antes, el día 18 de agosto) de las intenciones del Pretendiente, y con el objeto de hacer imposible su propósito, había creado una fuerza específica: el Ejército del Centro, bajo las órdenes del propio general Espartero y las del general Marcelino Oráa, comandante de las fuerzas de Aragón, Valencia y Murcia.

  El 23 de agosto de 1837 el avezado “Lobo Cano” (que con este apodo designaban los soldados carlistas al isabelino Oráa), sabedor de la comprometida posición de los expedicionarios realistas en Villar y Herrera de los Navarros, se situó con su división en Daroca, ordenando a su mariscal de campo, Clemente Buerens, se situase con la suya en Belchite, encerrando así en una tenaza al ejército carlista.

 Sin embargo, sorpresivamente, y sin esperar la ayuda de su superior Oráa, el brigadier Buerens, al mando de seis mil soldados, ordenó avanzar a sus tropas hasta Herrera de los Navarros. Así, en las primeras horas del día 24 de agosto de 1837, los carlistas, al verlos llegar, retrocedieron hacia la cercana población de Villar de los Navarros, fingiendo que se batían en retirada. Buerens cayó en la trampa y mandó cargar contra ellos a su caballería, pero al llegar a un barranco, ya en el término del Villar, fue recibida desde las alturas con un nutrido fuego de fusilería.


Villar de los Navarros. Tarde del 25 de agosto de 2017. recreación de la batalla carlista de 1837 en
el campo de la ermita de "Santa Bárbara", por parte de los grupos pertenecientes a la "Asociación
Cultural de Amigos del Museo Miliar de Valencia", y de la Asociación Histórico-Cultural "Heroinas
Unidas y Húsares de Aragón".- 
Foto: Luis Negro Marco
Desconcertado el general isabelino por aquella emboscada, cometería aún un segundo y definitivo error, al mandar a sus fuerzas intentar avanzar a través de un angosto paso al final del cual, tranquilamente, les aguardaba el grueso del ejército carlista, cuyos escuadrones de caballería comandaba el turolense Joaquín Quílez, junto al navarro coronel Lucus (conocido con el apodo de Manolín, debido a su baja estatura). Ambos contribuyeron de manera decisiva a la victoria final que los carlistas obtuvieron en la acción de Herrera, y ambos también, encontraron la muerte en ella.

 El triunfo obtenido en Villar de los Navarros fue de tal magnitud, que a juicio de algunos historiadores pudo haber sido decisivo para el destino de la monarquía en España, en favor de la dinastía carlista.

 La cara triste de aquel episodio histórico fue la de los casi dos mil prisioneros, entre ellos el general Ramón Solano, los cuales –trasladados en muy penosas condiciones, y despojados de la práctica totalidad de su ropas– fueron trasladados a partir del día siguiente hasta la localidad turolense de Villarluengo, inicio para ellos de un penoso calvario de meses, a través de distintas cárceles por todo el Maestrazgo aragonés, que acabó costando la vida a la mayor parte de ellos.

 
La batalla de Villar de los Navarros fue narrada
por el que está considerado primer corresponsal de
 guerra,  "empotrado" como reportero del diario londinense
 
THE MORNING POST, en el ejercito de Don Carlos V.-
 La película-documental sobre este reportero inglés:
 
RICHARD LEWIS GRUNEISEN (1806-1879) fue
estrenada en 2017. Dirigida por Jorge Semprún,
 ha contado con la colaboración del historiador
 Alfonso Bullón de Mendoza, así  como con la de algunos
 de los reporteros de guerra más reconocidos de
España, como son: Rosa María Calaf,
Alfonso Armada, Jesús González Green, y Alberto
Vázquez Figueroa
, entre otros.
La producción de la película ha corrido por cuenta de la
FUNDACIÓN LARRAMENDI
Precisamente, fue un reportero inglés del Morning Post, Charles Lewis Gruneisen (1806-1879), que se había unido a los expedicionarios carlistas en Cantavieja pocos días antes de la batalla de Villar de los Navarros, uno de quienes más intercedió ante el Pretendiente Carlos V para que se tratase a los prisioneros de Herrera con clemencia, de acuerdo al Convenio de Eliot, que había sido aceptado por ambos ejércitos contendientes en abril de 1835, para humanizar una guerra que había alcanzado cotas extremas de crueldad.

 Se sabe que Charles Gruneisen envió la crónica de la batalla de Villar de los Navarros a su periódico de Londres, The Morning Post, y que ésta fue publicada el 8 de septiembre. De esta forma, el periodista inglés (que posteriormente escribiría un libro sobre sus vivencias periodísticas en España, y que a su vez fue un destacado crítico de ópera), se convirtió –en tierras aragonesas– en el primer corresponsal de guerra, casi veinte años antes de que el también británico Howard Russell (considerado el padre del periodismo de guerra), enviase sus crónicas sobre la guerra de Crimea, la primera también de la que se hicieron fotografías para ser publicadas en la prensa.

sábado, 17 de septiembre de 2016

A propósito de la gran acogida popular de la I recreación en Herrera de los Navarros de la batalla carlista del 24 de agosto de 1837.- La verdadera historia siempre transmite lecciones de reencuentro, a través de la verdad y el amor.

El abrazo de la historia
  
Luis Negro Marco / Historiador y periodista

  Una  de las acepciones que el Diccionario otorga a la palabra recrear es la de alegrar, deleitar y divertir, siendo en función de ella, la recreación, el esparcimiento y la diversión para alivio del trabajo, en sitios campestres o en lugares amenos y gratos. De ahí el recreo escolar, el patio o espacio idóneo para la recreación, o lo que es lo mismo, la diversión.

  Seguramente por ello, por su acepción lúdica, a la vez que entretenida y didáctica, las recreaciones históricas van ganando fuerza en los programas festivos de estío de un cada vez mayor número de municipios aragoneses. Así, por ejemplo, este año, la localidad zaragozana de Herrera de los Navarros celebró, durante la última semana de agosto, y por vez primera, la recreación histórica de la batalla carlista de Villar de los Navarros, que aconteció el 24 de agosto de 1837. Se trata de un acontecimiento histórico poco conocido y apenas divulgado en los libros de historia, ni siquiera en los de historia de Aragón de nuestros escolares, pero que –por ejemplo- fue determinante en la celebración  de la fiesta de la Cincomarzada de Zaragoza.


Periódico COMARCA DE DAROCA / agosto de 2016, con información sobre la I recreación histórica de la batalla carlista del 24 de agosto de 1837, en Herrera de los Navarros (26 y 27 de agosto)
La de Villar de los Navarros constituyó una contundente victoria para el ejército carlista,
mientras que la acción del 5 de marzo de 1838, al intentar el asalto a la ciudad de Zaragoza, constituyó una completa derrota para las tropas carlistas aragonesas del general (también aragonés) Cabañero. Entre ambas acciones no habían transcurrido siquiera siete meses, y si bien la victoria de carlista de Villar  de los Navarros cayó en el olvido de la historia, la obtenida en Zaragoza por las tropas regulares y partidarios de la regente María Cristina (y de su hija, la reina Isabel II) en 1838, pasó a celebrarse cada año –como todavía a día de hoy– con fastos y hasta con la addenda de un título honorífico en el escudo de la ciudad. Quizás porque como dice la sabiduría popular, la historia (al menos la oficial) siempre la escriben los vencedores.
Periódico COMARCA DE DAROCA / agosto de 2016.- Noticia sobre la I recreación histórica de la batalla carlista del 24 de agosto de 1837, en Herrera de los Navarros (26 y 27 de agosto). 
 De todos modos, incluida la anterior reflexión, lo interesante de las recreaciones históricas es que eliminan el vacío existente entre los hechos históricos y el presente, y conectan a la ciudadanía con sus raíces, con su pasado histórico, en suma con la historia de sus propios antepasados. Así ocurrió, por ejemplo, en Herrera de los Navarros, en el transcurso de la primera recreación de la batalla carlista antes citada. Cientos de personas de todas las edades, se congregaron el 27 de agosto en la plaza de la población, frente a la iglesia, ya sentadas en los cientos de sillas que distribuyó el Ayuntamiento, ya de pie, y con decenas de niños sentados en el suelo, expectantes en primera fila del escenario, donde los actores de la compañía zaragozana Navegantes, realizaron una magnífica interpretación de aquellos hechos, basados en un elaborado guión y una excelente selección musical. 

 Asimismo, las recreaciones históricas nos permiten comprobar la extraordinaria memoria oral que pervive en las personas mayores de los pueblos aragoneses.  Y lo que  muchas veces interpretamos como tan solo leyendas, no son sino una rica y destilada memoria sobre unos hechos relevantes que tuvieron lugar hace siglos o incluso  milenios.  Hechos que fueron transmitiéndose de forma oral, de generación en generación, hasta nuestros días. Y esto es algo que se ha podido constatar en Herrera y en Villar de los Navarros, donde, al hilo de la recreación de la batalla carlista habida entre ambas localidades en agosto de 1837, fueron muchas las personas de allí, mayores y no tanto, que recordaban aquellos sucesos, pues les habían sido transmitidos por sus padres, y a estos por sus abuelos, y a estos por sus bisabuelos… y si continuásemos en la secuencia genealógica, nos encontraríamos con familiares que vieron con sus propios ojos aquella trágica batalla, que oyeron el estruendo de los cañones, el galope de los caballos sobre los recién segados campos de trigo,  y que vieron el humo de los fusiles, la sangre de los heridos, sus mutilaciones, y el horrible rostro de la muerte propio de la guerra, de cualquier guerra que parece llevar implícita en sus genes la humanidad desde los primeros balbuceos de la civilización.


Iglesia mudéjar de Villar de los Navarros, lcalidad zaragozana en cuyo término (Val de Navarra) tuvo lugar, el 24 de agosto de 1837, la batalla carlista de Villar de los Navarros, uno de los hechos de armas más relevantes de la I Guerra civil carlista (1833-1839).-                                              Foto: Luis Negro Marco
Otro valor de las recreaciones, por tanto, es que reviven el pasado y lo convierten en noticia del presente, pues es sabido que el pueblo que no conoce su pasado está condenado a repetirlo. De hecho, la imagen iconográfica de la Historia es la de una mujer con un libro en una mano y un punzón o cálamo en la otra, y mirando hacia atrás, indicando que escribe para las generaciones venideras. Para que la historia les sirva de enseñanza y les prevenga de repetir los postreros errores.

 Finalmente, las recreaciones históricas, tienen el valor de constituir un elemento de unión de la sociedad, como en Alicia a través del espejo, de Carroll, constituyendo una pantalla en la que poder contemplar, como si viajásemos a través de un agujero negro, a un pasado reciente o lejano, y a través de él aproximarnos a la verdad. Los actores de la compañía Los Navegantes lo definieron muy bien al final de su espectáculo, ofrecido en la plaza de Herrera de los Navarros en el atardecer del 27 de agosto: La historia debe servir para que todos nos fundamos en un simbólico abrazo entre hermanos, como de hecho así se conoce (el abrazo de Vergara) al pacto suscrito en la citada localidad guipuzcoana, el 31 de agosto de 1839, entre los generales Espartero, y el carlista Maroto, con el que se dio por concluida la I Guerra civil carlista. Y nuestro deber es seguir trabajando no para celebrar victorias, sino para vivir en paz.