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martes, 2 de abril de 2024

Francisco Rodil publica "Sutiles presencias", un libro de cuentos centrados en lo sobrenatural

 

Cuentos de fantasmas

https://www.diariodesantiago.es/lecturas/cuentos-de-fantasmas/

Luis Negro Marco 

portada del último libro del escritor y
periodista Francisco Rodil Lombardía
Francisco Rodil, periodista y escritor, es así mismo integrante del Coro Cardenal Quiroga de la catedral de Santiago de Compostela. Fue director de La Voz de Asturias, delegado del Grupo Z en el Principado y director gerente de Radio Televisión de Galicia. Como novelista, destacan sus obras: El señor de Senescal (2003), La noche de las luminarias (2018), que se usa como libro de texto en bachillerato en la Comunidad de Navarra y Los prodigios de Gillingham (2021). Y en cuanto a su faceta de periodista, destaca su obra: Sin máscara: relatos del periodismo de camuflaje (1999) en la que reivindica que la información es mucho más que un negocio y que tiene que ver con la libertad.


Ahora, en Sutiles presencias, el autor asturiano (pero residente desde hace más de 30 años en Santiago) nos vuelve a sorprender con un libro tejido de diez cuentos, aparentemente independientes entre sí, pero todos con un hilo conductor común: la huellas de lo sobrenatural.De hecho, anunciando el deleite de las páginas que aguardan al lector, Rodil preludia su libro con una cita del joven escritor senegalés Mohamed Mbougar Sarr (ganador del Goncourt, premio literario de Francia, en su edición de 2021) en la que se nos avisa: “Hay una presencia que permanece después de cualquier partida. Es posible, incluso, que la verdadera presencia de los seres y de las cosas empiece solo tras su desaparición”. 


Pues así ocurre con estos extraordinarios relatos cortos, en que lo que se deja entrever cuenta mucho más que lo que aparece impreso. Y así sucede, por ejemplo, con Café Universal, Lección póstuma, o Fonda de las ánimas, cuentos fantásticos dignos de ser desvelados durante un filandón: historias de misterio que se contaban durante la noche en invierno, al calor de la lumbre de la cadiera, mientras las mujeres filaban (hilaban, de ahí el término filandón) la lana.Así mismo, puede decirse que la estructura de Sutiles presencias guarda similitud con los relatos góticos de terror, especialmente con Manuscrito encontrado en Zaragoza, del escritor polaco Jan Potocki (fallecido en 1815), considerada como la gran obra maestra de la literatura fantástica de todos los tiempos.


Algunas de estas mágicas historias nos llenan también de ternura, como ocurre con Bagatela, en la que una niña, víctima de una enfermedad incurable, encontrará en el interior de un piano, que sus padres le regalan, un secreto que se hallaba allí celosamente guardado durante décadas, esperando a que ella lo descubriera.



Un escalofrío estremecerá al lector cuando lea los relatos Nochevieja (con una casa encantada en un pueblo abandonado) y La sombra (este último ambientado en el Camino de Santiago, con alegorías de la “Santa Compaña”) en los que lo real y lo fantástico se entremezclan de tal modo, que es imposible deslindar sus límites, como ocurre en las mejores narraciones románticas del siglo XIX.Y no podían faltar, en este florilegio de cuentos, las referencias a la arqueología (así ocurre en el fascinante relato El santuario) evocadora de tradiciones y misterios del pasado, pues no en vano el autor, en sus tiempos de juventud, colaboró en intervenciones arqueológicas, concretamente en las excavaciones de las necrópolis medievales de Fuentidueña del Tajo, cuyas tumbas fueron excavadas, desde el tiempo de los visigodos, en la roca.
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Francisco Rodil es también el autor de las novelas: El señor de Senescal (2003), La noche de las luminarias (2018) y Los prodigios de Gillingham (2021)
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Y si Los diez fabulosos relatos de Sutiles presencias son ya de por sí una muy buena opción para leer en estas navidades, más aún si a ello unimos la cuidada edición que Velasco presenta al lector, con una evocadora portada y un toque muy personal en la contraportada, presentando una “sutil presencia” que el agudo lector no tardará en descubrir.


jueves, 2 de noviembre de 2023

Humano humor



Humano humor

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

A la festividad religiosa de Todos los Santos (1 de noviembre), que fue instituida por el papa Gregorio III en el año 731, le sigue la conmemoración (memoria, recuerdo, mención reminiscente) de los difuntos, la cual se remonta al siglo XI, cuando San Odilón, abad del monasterio de Cluny (Francia) la celebró por vez primera. Por este motivo, este santo francés es invocado –especialmente en el día de Ánimas– como “poderoso abogado de las almas encarceladas en el Purgatorio”, para que interceda por ellas en pro de su salvación.

Los dos primeros días de noviembre son, por lo tanto, fechas especialmente señaladas para el emotivo reencuentro con los seres queridos que ya no están con nosotros. La carencia de un ser amado siempre genera una profunda tristeza y el tiempo que transcurre hasta superar su pérdida, un doloroso duelo cuyo signo exterior de pena se manifestaba, hasta no hace muchos años, con trajes y vestidos negros con que, generalmente las viudas, vestían, siendo además costumbre –en los lutos rigurosos– que se abstuvieran de ir a los paseos públicos, así como a los teatros y ateneos durante los 6 primeros meses desde el fallecimiento del marido.

Sin embargo, no en todas las sociedades, ni en todas las épocas, la realidad de la muerte ha sido afrontada con llantos. De hecho, en algunos países hispanos, como Guatemala o Méjico, siguen siendo muy populares los «velorios», en que la familia del difunto agasaja en su propia casa a quienes acuden a dar el pésame, no faltando las risas, los chistes y las bromas con las que –lejos de constituir una afrenta para el finado– se trata de dar una despedida alegre al ser querido que acaba de finalizar su misión en la Tierra.


De este modo, ya desde la Antigüedad, tenemos constancia de hechos de humor íntimamente relacionados con la muerte. Así ocurrió tras el fallecimiento del emperador César Augusto (finado en el año 14 d.C.)
quien a la fecha de su óbito no había todavía pagado los legados que había prometido al pueblo romano. Así, para recordarle la deuda pendiente, un hombre chistoso, viendo pasar las exequias de un entierro, se acercó al ataúd e hizo ostensibles gestos de que hablaba al oído del difunto, diciéndole en voz alta: “Cuando llegues al Cielo acuérdate de decir a Augusto que todavía no ha pagado sus mandas al pueblo romano”.

De manera que, habiendo llegado pronto a oídos del emperador Tiberio (el sucesor de Augusto) esta burla, hizo llegar ante su presencia al bufón. Una vez en palacio, Tiberio le pagó personalmente los sestercios que –como ciudadano romano– el difunto Augusto le había dejado a deber y acto seguido, mandó que le quitaran la vida diciendo: “Que vaya a verse con Augusto y él le dará por sí mismo noticias más frescas que las que le envió por mediación del muerto”.

El emperador Tito (39-81 d.C.) mucho más ecuánime que su predecesor Tiberio, abolió la ley de lesa majestad que se empleaba contra quienes hablaban mal de los emperadores difuntos, aduciendo con grandes dosis de sentido común: “Pues mis predecesores son dioses, a ellos les toca castigar los ultrajes que les hacen. Por mi parte, si injustamente me deshonran, los compadezco, si con razón, sería injusticia horrible castigarlos por haber dicho la verdad”.

Siguiendo con la antigua Roma, las exequias de los emperadores (que ostentaban el título de «Divino») debían estar revestidas de la fastuosa teatralidad acorde con su rango y atributo divino. De este modo, durante los funerales, criados diestros en el arte de la cetrería colocaban discretamente un águila bajo la estatua del emperador difunto, de manera que en el momento en que se encendía la pira funeraria, el águila, al sentir el calor, volaba por encima de la llama, creyendo el pueblo que observaba tal prodigio que se trataba del alma del difunto emperador encaminándose hacia el cielo.

Mucho más prosaico que el divino artificio anterior, fue lo que le aconteció a Martín Freiras, gobernador de la ciudad portuguesa de Coímbra, a quien muy bien podría aplicársele el refrán: “El muerto al hoyo y el vivo al bollo”, puesto que cuando falleció  (en Toledo, en el año 1248) su señor, el monarca Sancho II, intimado a rendir la plaza, dijo ante el cadáver de su rey: “Mientras os creí vivo, habría mucho más permitido me enterraran vivo que el faltaros a la fidelidad que os debo, pero puesto que os encuentro difunto, no encuentro mejor modo de actuar que el que nos rindamos ante nuestros enemigos”.

Otro tal le aconteció al Lazarillo de Tormes, quien, habiendo oído al anochecer el tañido de la «sobrehuesa» (el lánguido toque de difuntos), sobrecogido escuchó a continuación, en un callizo oscuro de la ciudad, a un coro de plañideras que cortejaban las exequias de un difunto, moviendo sus lenguas más que un badajo de campana en el día del Corpus. Pero lo peor vino cuando, aterrado, prestó atención a lo que decían sobre el cadáver al que acompañaban: “¡Oh, ahora te vas a la casa triste y desdichada, a la casa lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni beben!”. El desdichado Lazarillo al oír aquello quedó pávido y exclamó: “¡Oh desdichado de mí, para mi casa llevan a este muerto!”.

Que la inevitabilidad de la muerte sea abordada bajo un prisma de inteligente humor, no es irreverencia sino respeto, pues, al fin y al cabo, de todos los seres vivos, solo al ser humano le es propio el sentido del humor, es decir, el mostrarse alegre, jovial y complaciente. Una alegría que nace de la tierra (humus: materia orgánica en descomposición) y que resulta imprescindible para la vitalidad de nuestra existencia. La muerte, de este modo, también puede ser contemplada como la serena manifestación de un humilde humano humor.

lunes, 30 de octubre de 2023

Palestina

 

        Luis Negro Marco / Historiador y periodista
 Como una tierra constantemente batida por oleadas de pueblos empujados por los vientos de la Historia, el territorio de Palestina ha cambiado tanto de dominadores como de nombres. Pero el de Palestina (nombre que le habrían dado los romanos para tratar de borrar al de los irreductibles judíos de Israel) parece provenir de los Filisteos, cuya memoria ha perdurado en la denominación de «Phalastin», término que sirvió para dar nombre al litoral que se extiende entre Jaffa y Gaza. 

Palestina: provincias en las que fue dividida la región por los israelíes al regreso de su cautividad en Babilonia (536 a.C.)

Llamado por los israelitas «Tierra prometida», el territorio fue dividido por ellos en 13 tribus. Más tarde, al regresar los judíos de su cautividad en Babilonia (536 a.C.) lo dividieron en 4 provincias: Betania al este del río Jordán, Galilea al noroeste, Samaría en el centro y Judea en el suroeste. Bajo la dominación de Roma, Palestina pasó a formar una sola provincia, con el nombre de Reino de Judea, cuya corona ciñó –en el año 40 a.C.– el rey Herodes. 

Ya en el siglo IV d.C. los romanos volvieron a subdividir el territorio en 4 regiones, otorgándoles a cada una de ellas el nombre de Palestina, junto a su respectivo numeral, con capitales en Escitópolis, Bostra, Cesarea y Petra. Durante las Cruzadas, los cristianos –que la denominaban con el título de Tierra Santa– fundaron en Palestina el Reino de Jerusalén (1099 – 1291) que fue señorío feudal de los príncipes de Galilea y de Tiberíades, de los Condes de Jope y de Ascalón… y desde el siglo XIII, del Reino de Sicilia. Hecho, este último, crucial para la monarquía hispana pues (siguiendo a los historiadores Daniel Berzosa y Matilde Latorre), cuando Fernando el Católico, casado con Isabel la Católica, ocupa en 1468 el reino de Sicilia, el monarca aragonés (nacido en Sos del Rey Católico) adquiere también el título de rey de Jerusalén, el cual, perpetuamente ligado desde entonces a la monarquía hispana, sigue honoríficamente ostentando nuestro monarca, el rey Felipe VI. 

Palestina, también llamada «Eretz Yisra'el» (Tierra de Israel) por el pueblo judío, seguiría siendo

conquistada y tras la caída, en el año 1453, de Constantinopla –la actual Estambul– a manos de los turcos, el sultán Selim I la incorporó al Imperio Otomano, con el rango de provincia y capital en Jerusalén, dependiente del bajalato de Damasco. Ya en el siglo XX, en 1917, en plena Primera Guerra Mundial, una declaración firmada por el ministro de Asuntos Exteriores inglés, Arthur Balfour iba a ser determinante para el devenir de Palestina: “El gobierno de Su Majestad británica se muestra favorable para la constitución en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío…dándose por supuesto que no se tomará ninguna medida que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina…”. 

Palestina pasó a ser gobernada –a partir de 1921– por la Sociedad de Naciones, a través del Mandato Británico. Durante siete años, la región conoció una paz relativa que se truncó en 1928. A partir de entonces, la tensión árabe-judía fue en aumento, fomentada por la aparición de un nuevo líder árabe, Haj Amin el Huseini, muftí de Jerusalén (controvertido personaje por sus afinidades con Hitler y la Solución final del gobierno nazi, responsable del Holocausto –el asesinato, durante la Segunda Guerra Mundial, de más de 6 millones de judíos en las cámaras de gas–), que predicó entre sus compatriotas palestinos la guerra santa contra los no musulmanes. 
    Nicolas de Fer (1647-1720). Cartografía de Tierra Santa. 1688.

Ya en 1947, la ONU nombró una comisión especial, cuyos delegados recomendaron un proyecto de división de Palestina para la formación de dos Estados (uno árabe y otro judío) que el mando judío aceptó, mientras los árabes lo rechazaron de plano. Sin embargo, el Consejo General de la ONU lo aprobó por considerarlo una solución justa. Pero los árabes, no conformes con la resolución, declararon la guerra. Así, el 14 de mayo de 1948, fecha que coincidía con la partida del Alto Comisariado Británico y con la proclamación del Estado de Israel, la naciente nación judía entraba en guerra con el Líbano, Siria, Irak, Transjordania y Egipto. 

Durante la guerra árabe-israelí de 1948, alrededor de 750.000 árabes residentes en Palestina, huyeron o fueron expulsados de sus hogares, de los aproximadamente 1.200.000 que vivían en la región durante el Mandato Británico. Este desplazamiento es conocido por los palestinos como la «Nakba» (catástrofe o desastre). La guerra finalizó a finales de 1949 con la victoria de Israel, que anexionó más territorios y logró la firma de un armisticio con los países árabes beligerantes, pero sin que se alcanzara un tratado de paz, por lo que –al menos técnicamente– continuaban en guerra con Israel.

 De este modo, en 1967 tuvo lugar la «Guerra de los Seis Días» en la que el ejército israelí se hizo con el control de la península del Sinaí, perteneciente a Egipto, y solo seis años después, en 1973, Egipto y Siria desencadenaron la guerra del «Yom Kippur», que acabó con otra incontestable victoria de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel). el 13 de septiembre de 1993 podía haber sido una fecha transcendental para la paz entre judíos y palestinos. Bajo la emocionada mirada del presidente estadounidense Bill Clinton, el presidente israelí Yitzhak Rabin y Yasser Arafat, líder de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) se estrechaban la mano, en busca de la paz. 

Ashbel, Dob (1896-1989). Cartografía - Mapa de Palestina, Transjordania, Sur de Siria y Sur del Líbano. Cambio de fronteras entre 1859-1938. Mapa realizado por D. Ashbel en 1940

La ocasión fue la firma del primer tratado de los que se conocieron como los «Acuerdos de Oslo», que establecían un marco provisional para la creación del Estado palestino. Sin embargo, el terrorismo de «Hamas» continuó y el presidente Rabin fue asesinado por un israelí ultranacionalista el 4 de noviembre de 1995. De manera que, truncados los caminos hacia la paz, en 2006 se desataba la guerra entre Israel y la organización terrorista libanesa «Hezbollah», que provocó que el Consejo de Seguridad de la ONU desplegara a sus cascos azueles en la frontera entre Israel y el Líbano, bajo el mandato de la FPNUL –Fuerza Provisional de Naciones Unidas para el Líbano– en cuya misión siguen participando, desde sus inicios, tropas españolas. 

Ahora, en medio de la más cruenta guerra que se libra en la región desde hace 50 años, es posible que los Estados Unidos, como ya ocurriera con los Acuerdos de Oslo, vuelvan a poder ser determinantes para dar otra oportunidad para la paz entre israelíes y palestinos. Tal vez, esta vez sí, sea posible si, tal y como apunta el politólogo israelí Aaron David Miller, “se cuenta con israelíes y palestinos valientes para batallar por los acuerdos y el imprescindible apoyo del mundo árabe en su conjunto”. Porque solo con la ayuda de todos, será posible la paz.

martes, 17 de octubre de 2023

Libros, la localidad turolense más letrada del mundo

 https://www.elperiodicodearagon.com/opinion/2023/09/11/libros-91925104.html

L  i b r o s


Luis Negro Marco / Historiador y periodista

Libros: «Localidad con ayuntamiento en la provincia, partido judicial y diócesis de Teruel, con 638 habitantes. Tiene cartero, está situado en una hondonada, debajo de un enorme peñasco. Hay una fuente de aguas sulfurosas, de excelentes resultados».


Entrada, por carretera, a la localidad turolense de Libros, el pueblo más letrado del mundo.

Con esta sucinta definición aparecía definida, en uno de los diccionarios enciclopédicos españoles de finales del siglo XIX, la localidad turolense de Libros, con sus huertas regadas por el Turia y situada a 28 kilómetros al sur de Teruel, entre Villel (localidad natal de Tadeo Calomarde, el influyente y decisivo político durante los últimos años del reinado de Fernando VII) y el –saliente valenciano en suelo aragonés– Rincón de Ademuz.

Dice un refrán español: “Libro cerrado no saca letrado”. Un proverbio que para los habitantes de Libros adquiere pleno significado, por cuanto su propio nombre es una declaración de apertura, como las páginas abiertas de un libro, hacia la aventura del saber.

Para los paleontólogos, al igual que para los arqueólogos, las distintas capas de tierra y sedimentos que a lo largo de millones de años se han ido acumulando en el suelo, son como las páginas de un libro, que nos informan sobre cómo fue el paisaje, la flora, la fauna y el hábitat humano, hace millones de años (en el caso de la Paleontología) y miles de años (en el caso de la Arqueología).

Y lo más curioso es que la localidad turolense de Libros, es uno de los lugares del mundo donde esas terrosas páginas del pasado pueden leerse con mayor nitidez, al tiempo que nos aportan una de las más valiosas informaciones sobre el millonario pasado de nuestro planeta.

Estas «páginas del pasado» de Libros se encuentran en el interior de unas pizarras calcáreas bituminosas que, desde el siglo XVIII, fueron explotadas por empresas mineras para extraer de ellas su rico contenido en azufre. Y fue así como, desde finales del XIX y hasta el último cuarto del del siglo XX, las labores mineras dieron con un extraordinario, a la vez que del todo imprevisto, hallazgo paleontológico: en el interior de las grandes cantidades de margas pizarrosas que se retiraban de las minas para extraer el azufre, había centenares de ranas fosilizadas, cuya antigüedad se remontaba al Mioceno (período geológico que se desarrolló entre los 23 y los 5 millones de años anteriores a nuestros días).

Las ranas fósiles de Libros, aplastadas entre laja y laja, como si fuesen hojas de árboles que se hubiesen puesto a secar entre las páginas de un libro, son conocidas a nivel mundial por su excelente estado de conservación (muchos de los ejemplares conservan el esqueleto completo, e incluso las impresiones de sus órganos, el tejido muscular y hasta la piel) por lo que se encuentran distribuidas y son exhibidas en los más prestigiosos museos paleontológicos, tanto nacionales como extranjeros.

Por otro lado, y ya acercándonos a fechas mucho más recientes, es interesante resaltar que Libros tuvo una estrecha relación con Villafeliche, por cuanto los célebres molinos de pólvora –que abastecieron de munición a Zaragoza durante los dos sitios a los que la sometieron las tropas de Napoleón en 1809 y 1809– de la población zaragozana, precisaban del azufre que se extraía de Libros para la elaboración de
la negra y explosiva mezcla.

Exterior de una de las librerías existentes en la localidad vallisoletana de Urueña, "La villa del libro", modelo que podría servir a la localidad turolense de Libros para llevar a cabo un interesante proyecto literario-turístico de proyección nacional e internacional.

De este modo, arrieros villafelichinos llegaban hasta Libros con el doble de vasijas
 fabricadas en los casi dos centenares de alfares con los que llegó a contar Villafeliche– que las necesarias para traer en ellas el azufre de la localidad turolense, mientras que los «libreros» (los habitantes de Libros), a cambio del sulfuroso elemento de sus minas, adquirían los excedentes cerámicos de sus aragoneses paisanos villafelichinos.

Y, como de otro modo no podía ser, Libros hace también honor a su nombre, a través de su callejero literario (muchas de las calles de la población han sido rebautizadas con nombres de escritores españoles) y mediante la organización del festival «Mi pueblo lee», en cuyas tres ediciones celebradas hasta ahora, han participado algunos de los más destacados periodistas y escritores de España.

En este sentido, la población turolense de Libros quizás podría tender puentes con la vallisoletana de Urueña (conocida como «la villa del libro») en la que hay 12 librerías y tres museos (el del cuento, el de la música y el de las campanas). Porque aunar esfuerzos es transcender fronteras y cuando de cultura se trata no hay ninguna.

Finalmente, Libros también aspira a tener una gran biblioteca (la palabra griega biblion significa libro) que, al igual que lo fue la de Alejandría –una de las siete maravillas del mundo en la Antigüedad, se convierta en el gran faro de la cultura de los libros en nuestro país. Una idea que, a buen seguro no se convertirá en papel mojado, sino que  –bien al contrario–, haciendo buena la paremia de que «el papel lo aguanta todo”, se será muy pronto una hermosa realidad, ya que todo el saber acumulado por la Humanidad, desde sus orígenes hasta nuestros días –¡todo!– no está en internet, sino en los libros.

domingo, 5 de abril de 2020

"Operación Balmis" contra el coronavirus

Ahora todos somos uno
Más que nunca tenemos que protegernos para proteger y en esta misión tenemos asegurada la victoria


24/03/2020

Existe un axioma según el cual cuanto más difíciles han sido los momentos en la historia de la Humanidad, mayores han sido también las muestras de ayuda desinteresada, altruismo y solidaridad de las personas. Por lo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que el cariño y el amor son la gran e ineludible verdad sobre la que se sustenta la inigualable belleza de la naturaleza humana.

La actual situación de emergencia sanitaria que hay en España provocada por el coronavirus (covid-19) es una buena muestra de ello. Todos los días estamos viendo las grandes muestras de agradecimiento con las que la población española obsequia a todo el personal sanitario, así como las manifestaciones de reconocimiento que ofrenda a los transportistas y a todas las personas que, día a día, siguen trabajando en los supermercados y en el sector de la alimentación, asegurando de este modo que todos los hogares sigan igual de abastecidos que antes de la crisis. Con un especial recuerdo y apoyo a nuestros mayores y a cuantas personas están a su cuidado, dignificando unos y otros no solo su vida, sino también la del conjunto de la sociedad.

Sin embargo, y felizmente, no acaban aquí las manifestaciones de gratitud. Existen muchas más. Pero quiero centrarme ahora, especialmente, en un caso que considero de especial interés, puesto que proviene de la juventud, y particularmente, de la juventud aragonesa. Me refiero, en concreto, a una serie de emotivas cartas que, dirigidas a los militares españoles y escritas por jóvenes estudiantes de nuestra tierra, están siendo publicadas durante los últimos meses en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, cuyo director es Nicolás Espada, dentro de su magnífico suplemento semanal El Periódico del estudiante que coordina la periodista Laura Rabanaque. Y lo más destacable: todas estas emotivas cartas finalizan con muestras de agradecimiento hacia los militares españoles y con la palabra «gracias».

Con gran atención las he ido leyendo, y en todas y cada una he podido constatar una claridad expositiva, una sensibilidad narrativa y tal profundidad de conocimientos de la cultura militar, que denotan en sus jóvenes autores (Carmen, Rocío, Jaime, Marta o Paola, entre otros) un sincero reconocimiento al valor y a la labor que desarrollan nuestras Fuerzas Armadas, así como un auténtico sentimiento de pertenencia a ellas, pues todos y cada uno de nosotros servimos al bien común de España.

Y en el caso de nuestros jóvenes, estamos hablando de una juventud que, a pesar de ser la gran ausente en los medios de comunicación (salvo meritorias excepciones, como en el caso de este periódico) demuestra un alto grado de formación y calidad humana. Ellos son la mejor prueba de que tenemos ante nosotros un futuro prometedor.

En sus entrañables Cartas a un militar, los jóvenes aragoneses, además de mostrar un reconocimiento a las Fuerzas Armadas, recuerdan también que gracias a su labor secular se lograron importantes avances en la ciencia y en la medicina.
De hecho, se debe a un militar aragonés, el comandante médico Fidel Pagés Miravé (1886-1923) la invención de la anestesia epidural que actualmente se aplica a muchas madres en el momento de dar a luz. Y del mismo modo, el médico militar navarro Nicasio Landa (1830-1891) fue el inventor, en 1865, de un mandil de socorro para el ágil transporte de heridos en combate hasta los hospitales de campaña, el cual –durante décadas– fue decisivo para que las vidas de muchos soldados fueran salvadas.

Soldados de la UME desplegados,con equipos de desinfección, en la Plaza de España de Zaragoza.- Foto Ángel de Castro / El Periódico de Aragón.- 23 de marzo de 2020
Asimismo, es relevante destacar el hecho de que el actual despliegue de nuestras Fuerzas Armadas, ordenado por el Gobierno de España para proteger el bienestar y la salud de toda la ciudadanía, lleve el nombre de Operación Balmis. Un reconocimiento al médico y cirujano militar español Francisco Xavier Balmis y Berenguer (1753-1819) quien desde 1803 y hasta 1806 –bajo los auspicios del rey de España Carlos IV– dirigió la Real expedición filantrópica de la vacuna contra la viruela a lo largo de la América hispana, Filipinas, Cantón, Macao y, de vuelta a España –completando con su llegada a nuestro país la vuelta al mundo– la isla inglesa de Santa Elena.

Una universal y pionera campaña de vacunación (considerada por la OMS como la primera misión internacional de carácter sanitario en el mundo) a la que también va intrínsecamente unido el nombre de la enfermera gallega Isabel Zendal Gómez (nacida en 1773, y cuya fecha de fallecimiento en Méjico se desconoce), así como los de los veintidós niños españoles que estuvieron a su cargo durante las innumerables travesías, portando las pústulas de la viruela en sus brazos (conocidos por ello como «los niños de la viruela») de la que se extraía la aguadilla de la vacuna para su eficaz aplicación.

Todo lo anteriormente expuesto evidencia que las Fuerzas Armadas no solo emanan de la sociedad sino que nacen con la vocación de estar a su servicio, procurar su bienestar y garantizar sus libertades y protección. Por todo lo cual, no es sino la manifestación de la más pura normalidad democrática el ver en las calles de nuestras ciudades y pueblos a los militares de la Legión, de la Infantería de Marina, y de la UME (la Unidad Militad de Emergencias, cuyo lema es precisamente Para servir) proporcionando tranquilidad y serenidad a la población, en estos momentos en que tanto se necesita.

Más que nunca, necesitamos protegernos para proteger y en esta inexcusable misión tenemos asegurada la victoria final, porque ahora todos somos uno, unidos por el cariño y el amor.


*Historiador y periodista

Ejército de España: Para servir a la sociedad


  Nuestro ejército  

En situaciones de crisis, es uno de los instrumentos de que dispone el Gobierno para hacerles frente

JAVIER FERNÁNDEZ
20/03/2020
La grave crisis sanitaria que estamos viviendo, pandemia según la OMS, nos tiene absorbidos de tal manera que se hace difícil tratar un tema que no sea ese. Yo, que intento ser prudente, no quisiera escribir sobre algo de lo que no sé casi nada, así que lo haré de un tema que tiene que ver con las decisiones que está tomando el Gobierno y con uno de los instrumentos de los que dispone para tratar de poner fin a la crisis. Tema del que, por razones obvias, sé algo.
En tiempos ordinarios se suelen escuchar frases del tenor: «Menos tanques y más escuelas». Una inmensa mayoría de ciudadanos la podría suscribir, pero en situaciones de crisis se pueden observar las cosas de distinta manera. Y el papel del ejército en nuestros días puede ser una de ellas. No puedo dejar de citar antecedentes históricos, como el larguísimo Gobierno del general Franco, para saber que en nuestro país no han sido muchas las simpatías a quienes hemos vestido el uniforme caqui.
Si hacemos un repaso, aunque sea somero, a los graves conflictos en el mundo, veremos que la lista es casi interminable. Guerras abiertas en Afganistán, Siria, Libia, Kurdistán y Yemen del Sur. Conflictos bélicos en Pakistán, India, Irak, Ucrania, Israel-Palestina. El eterno Líbano. La locura armamentística en Corea del Norte. Grupos armados en Indonesia y en buena parte de África. Desórdenes públicos de especial gravedad en Hong-Kong, Argelia, Bolivia, Ecuador, Chile, Colombia. Lo de Venezuela. El narco en México. Bolsonaro incendiando el Amazonas. Y en algunas ocasiones, de conformidad con instituciones supraestatales, especialmente la ONU, nuestros militares tienen que actuar para tratar de paralizar, o minimizar, parte de estos conflictos (guerras abiertas muchas veces). Tal como informa la web del Ministerio de Defensa, España tiene activas 17 misiones internacionales o de mantenimiento de la paz: Eurofor Althea, Bosnia Herzegovina; Colombia; Sea Guardian, Mediterráneo; SNMG/SNMCMG, OTAN, Mediterráneo Oriental; Letonia; Turquía, OTAN; Irak; Afganistán; Líbano; EUTMRCA, UE, Centroáfrica; Mediterráneo Sur, UE, Libia; Apoyo Aéreo, Gabón; EUTM, UE, Mali; Seguridad marítima, África Occidental; Piratería en el mar, Somalia; EUTM, UE, Interior Somalia; Apoyo Aéreo, Malí-Senegal.
Si en vez de posar nuestra vista en la actualidad lo hiciésemos en el pasado (siglos XIX y XX), solo en España, veríamos que los conflictos en los que estuvimos involucrados eran otros: guerra contra los franceses (1808-1814): guerras carlistas (1833-1839; 1846-1849; 1872-1876): la guerra de África (1859); las guerras en Cuba (1874-1884; 1886-1888; 1898); cantonalismo (1873-1874); guerras coloniales en Centro y Sudamérica: (1811-1898); conflictos en el norte de África: (1906, 1909, 1921, 1925); guerra civil (1936-1939).
Regresando a la actualidad y exclusivamente a nuestro país, los primeros militares a los que hemos visto esta semana por nuestras calles son los de la UME, una unidad muy joven, ya que fue creada en el 2005 por el Gobierno presidido por José L. Rodríguez Zapatero. Su cuartel general está en Torrejón de Ardoz (Madrid) y tiene, además de Cuartel General, Transmisiones y Escuela de Formación, cinco batallones situados en esa misma localidad, el primero, y los demás en: Morón (Sevilla), Bétera (Valencia), Zaragoza y San Andrés de Rabanedo (León). Su actual jefe es el teniente general Luis Manuel Martínez Meijide, con fuerte vinculación personal y familiar zaragozana, que ha sustituido recientemente a Miguel Alcañiz Comas, aragonés de Maella. No creo necesario explicar las labores de esta unidad puesto que es conocida por todos y, me atrevo a decir, que alabada por una inmensa mayoría. España no es el primer país que crea unidades específicas para trabajar en labores de protección civil ya que Francia, Canadá o Japón también las tienen.
Pero la UME no es la única unidad militar que puede participar en acciones concretas dentro del estado de alarma decretado por el Gobierno. Además de las más evidentes de policía, controlando ciertos desplazamientos, podrían actuar en funciones de desinfección de zonas especialmente contaminadas e, incluso, montando hospitales de campaña en casos de extrema gravedad. Tampoco debemos olvidar la posibilidad de utilizar medios militares en convoyes de transporte si fuese preciso abastecer de determinados productos estratégicos. Por supuesto que todo el personal sanitario militar está ya colaborando en las funciones que el Gobierno ha determinado.
No creo que sea bueno tratar de establecer listados de quienes más están trabajando en esta crisis, pero podría ser útil que hiciésemos un esfuerzo para analizar, ahora que tenemos tanto tiempo recluidos en casa, temas que de ordinario no centran nuestra atención. Y el ejército es uno de estos, su necesidad y funciones, a diario y en casos extraordinarios, en España y fuera de nuestras fronteras. Por supuesto que yo también prefiero más escuelas que cañones, aunque un Estado precisa de muchas cosas a las que, a veces, no les vemos la necesidad, pero la tienen. Y a las pruebas me remito.
*Militar. Profesor universitario. Escritor

viernes, 21 de febrero de 2020

Tiempo de Carnaval

Carnaval, expresión de humano humor

Luis Negro Marco

A partir del jueves lardero (del latín lardum –tocino– y por lo tanto, todo lo que tiene que ver con la gastronomía del mondongo) retorna el alegre carnaval, embutido en multitud de personajes diferentes: en Luco de Jiloca, en forma de zarrapastrosos zarragones; en Bielsa, transfigurado en onso que acaba de despertar de su letargo invernal, acompañado de amontatos, trangas y madamas con sus joviales y vistosos vestidos blancos, adornados de cintas de color. Tiempo de chirigotas, metamorfosis, tránsito, disfraces, tiznados, caretos y mascaradas, a Épila llegan las mascarutas, como a San Juan de Plan el peirot y, al festivo son de las dulzainas, los galantes enmascarados gigantes a Zaragoza.

De manera que al igual que Isis (la de los mil nombres, diosa de la fertilidad para griegos y romanos)
Tranga y Madama, del Carnaval de Bielsa
Fot- Luis Negro
ocultando su rostro bajo un velo, el carnaval emboza su acreditada fama burlona bajo diferentes denominaciones: carnestolendas o carnevale, adiós a la carne, porque tras su finalización –el martes de carnaval, que antecede al miércoles de ceniza– llegan el ayuno y la abstinencia propios de la Cuaresma.

Así mismo, el carnaval es denominado entrudo en Portugal y entroido en Galicia, porque es la fiesta que da entrada a la Cuaresma; pero también podría ser el carnaval el carrrus navalis (la fascinante y majestuosa carroza en que los emperadores romanos celebraban con júbilo sus triunfos, al igual que los comandantes de la flota griega sus victorias navales) asociado a las gozosas celebraciones del Navigium Isides, en honor de Isis, y que en la antigua Grecia se celebraba el 5 de marzo coincidiendo con el inminente resurgir de la primavera y el comienzo de la navegación.

Carnaval de San Juan de Plan, 1990
Foto: Luis Negro
El escritor romano Apuleyo, que vivió en el siglo II de nuestra era, en su Metamorfosis (obra también conocida con el título de El asno de oro) nos aporta una descripción de aquella fiesta que bien podría parecernos hoy la crónica de un desfile de carnaval: grupos de hombres disfrazados de mujer, de gladiador, de magistrado, o de pescador, junto a mujeres ataviadas con vestidos blancos y adornadas con flores y espejos a sus espaldas, vertiendo perfume a los participantes. Incluso señala Apuleyo que entre el séquito también había una osa amaestrada vestida de matrona, portada por esclavos sobre una litera; completando el cortejo una multitud de músicos y jóvenes de ambos sexos ataviados con albos ropajes.

Y ya en tiempos más próximos destacan de entre las figuras del carnaval los zanni (de la palabra latina sannio, con el significado de bufón, burlón y escarnecedor) personajes de la carnavalesca comedia italiana, entre los que se encuentran Arlequín, Colombina, y el viejo avaro comerciante Pantalón, quien haciéndose a la mar carnavalera, llegó también a la burlesca pantomima anglosajona con el nombre de Pantaloon.

Máscara de Mekuyo Mamarracho,
Carnaval de la etnia Combe de
Guinea Ecuatorial. 
Foto: Luis Negro
Así mismo, desde mediados del siglo XVI se hizo muy popular en Francia el personaje de  Saint Pansard (o Pançar) así llamado en alusión a su pantagruélica panza, obtenida a base de zampar en los días de Carnaval, previos al miércoles de ceniza. Y ya a mediados del siglo XIX, en el Carnaval de París se introdujo al cervantino personaje de Sancho Panza, muy probablemente por su –en nombre y figura– con Saint Pansard semejanza.

En cualquier caso, parece evidente que (al igual que ahora el carnaval es sinónimo de sátira, buen humor, alegría y diversión) en los pueblos de la antigüedad los ritos asociados a la fecundidad, invocando a la vida que renace, estuvieron marcados por un tono de alegría (hilaritudo –hilaridad–, como lo definieron los autores clásicos) en sus manifestaciones religiosas, las cuales –a partir de la risa, el baile y el amor– constituían un armónico encuentro entre el medio ambiente y la naturaleza humana.

Así, a la luz de lo anterior, nos resulta más fácil comprender el hecho de que durante la Edad Media, llegado el domingo de Resurrección, fuera costumbre que los sacerdotes hicieran bromas (risus paschalis –risa de Pascua–) durante sus homilías, recordando de este modo que Jesús, burlándose del demonio, había resucitado. Y que, en definitiva, al igual que la inocente y pura de un niño que acaba de nacer, es la sonrisa de Dios la que nos otorga la vida y con ella el buen humor, la felicidad y la alegría de vivir.

miércoles, 19 de febrero de 2020

Febrero, el mes de la purificación

La Candelaria y el mes de febrero

LUIS NEGRO MARCO
*historiador y periodista

El 2 de febrero es para los cristianos el día en que se conmemora la Presentación de Jesús en el templo de Jerusalén; una celebración que antiguamente también se conoció con el nombre griego de «Hypapante» (Encuentro), pero también como el de la Purificación de María, ahora comúnmente conocido como el día de la Candelaria. Sin embargo, las cuatro denominaciones constituyen un armónico todo. Y es que según la ley de Moisés, la mujer judía que daba a luz un  hijo varón quedaba impura durante 40 días  (80 si era una niña). De manera que al final de ese tiempo, debía presentar a su hijo en al templo y ofrecer un cordero como sacrificio de purificación.

Cumplido con el rito, y cuando la Virgen, el Niño y San José bajaban del templo, se encontraron con dos ancianos (de ahí el nombre de fiesta del Encuentro), llamados Ana y Simeón. Este último, cogió a Jesús en sus brazos y dijo que ya podía morir en paz, porque había visto con sus ojos al Salvador, la luz que había de alumbrar a todas las naciones. Pasaje este último que explica por qué el 2 de febrero, el de la Presentación de Jesús, es también conocido con el nombre del día de la Candelaria (la llama que alumbra) en cuya celebración los fieles congregados participaban, como ahora, en una procesión portando candelas encendidas –imagen del cirio Pascual anunciando al Cristo resucitado– que son posteriormente bendecidas por el sacerdote. 

Virgen de la Candelaria. Siglo XVIII
Cristóbal Hernández de Quintana
Museo de Arte de Ponce (Puerto Rico)
En los albores del cristianismo esta celebración tenía lugar el 15 de febrero (cuarenta días después de Reyes). Una fecha interesante por cuanto en ese mismo día, Roma  celebraba la «Lupercalia», fiesta de la purificación del territorio y de la fecundidad. A partir del siglo VI la Iglesia trasladó la fiesta de la Candelaria al 2 de febrero (transcurridos cuarenta días desde la Navidad), cerrando con ella el ciclo iniciado el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción.

Por su parte, el pueblo celta también celebraba, llegado el 1 de febrero, la fiesta del «Imbolc» para la purificación de tierras y ganados; una manifestación que cerraba el ciclo iniciado en «Samaín» (31 de octubre y 1 de noviembre –nuestro día de Todos los Santos–) y abría las puertas a uno nuevo, hasta el comienzo de la primavera.

De otro lado, febrero fue durante la Roma antigua el mes consagrado a la purificación de las fronteras del imperio (fiesta «Terminalia», el día 23) e incluso de los difuntos (en su honor se celebraban las «Feralia» entre los días 13 y 21 de este mes). De ahí que muy probablemente febrero derive su nombre de Februo, dios etrusco de la muerte y de la purificación, identificado posteriormente por los romanos con Plutón, dios del inframundo y raptor de la diosa Proserpina, base sobre la que se sustentó el mito del cíclico renacer de la primavera. En la celebración de su fiesta («Februalia»), hombres y mujeres salían por la noche al bosque portando flameros y antorchas, al encuentro de la raptada hija de Ceres (de donde deriva la palabra cereal) diosa de la agricultura.
Así mismo, el propio nombre del mes (febrero) es sinónimo de purificación, puesto que proviene del sustantivo latino «februum»: instrumentos rituales de purificación que eran utilizados por los romanos en sus cultos sagrados; y del verbo «februare», con el significado de expiar, purificar.  

Y volviendo a nuestra fiesta de la Candelaria, cabe indicar que su nombre deriva del latino «candere» (brillar por su blancura), siendo el blanco símbolo de virginidad, pureza e inocencia (candidez); y al mismo tiempo “pureza” tiene su raíz en la palabra latina «purus», que a su vez deriva de la voz griega «pyr» (hoguera), términos todos ellos que ayudan a comprender cómo la fiesta de la Candelaria es para los cristianos la celebración de Jesús como la luz que disipa las tinieblas (la ignorancia) y alumbra nuestro camino hacia  el amor y la verdad.