En
el nombre de Dios
Luis Negro Marco / Historiador y periodista
En
septiembre de 1996, el terrorista
argelino Antar Zouabri (1970-2002) era uno de los principales líderes de la organización terrorista
argelina GIA (Grupo Islámico Armado), cuyo objetivo era el de establecer una
república islámica en Argelia, y derrocar al «gobierno laico» del país. El historiador estadounidense Bruce Hoffman (director del
Centro de Estudios para la
Seguridad y Defensa de la Universidad de
Georgetown), recogía en el libro A mano armada (Espasa, 1999), parte de un comunicado de prensa que Zouabri había transmitido a comienzos del otoño de 1996, en el que -entre otros- expresaba que el objetivo del terrorismo del GIA, era el de «fundar
un verdadero Estado Islámico, y si
algún inocente tenía que morir mientras se alcanzaba este divino fin, que así
fuese». Además, según explicaba el terrorista,
«matar a los apóstatas [infieles que no
profesen la religión del Islam] o a aquellos que no forman parte del movimiento
islámico, era un deber para él y sus seguidores».
Veinte años después de aquellas inhumanas declaraciones, parece que el
diabólico mensaje del terrorista, lejos de desaparecer ha calado –de manera
incomprensible para la Razón ,
y completamente ajena a la dignidad humana– en ciertos sectores sociales (y de manera alarmante, la mayoría dentro de ellos son jóvenes) no sólo
de las naciones árabes, sino también de Europa.
Ante la
pregunta de por qué se está desatando este odio que está cristalizando en
crímenes contra la Humanidad ,
y la urgente necesidad por parte de la comunidad mundial por buscar sus causas
y eliminar cualquier espacio para el terror, el papa Francisco pronunciaba el pasado mes de enero, una verdad universal: «Nunca se puede matar en
nombre de Dios. Sólo una forma ideológica y desviada de la religión puede
pensar que se hace justicia en nombre del Omnipotente, masacrando
deliberadamente a personas indefensas, como ocurrió en los sanguinarios
atentados terroristas de los últimos meses en África, Europa y Oriente Medio».
Se refería entonces el papa Francisco al atentado en un mercado de la localidad nigeriana de Yola, perpetrado por Boko Haram, el 18 de noviembre de 2015, y que causó la muerte a al menos 32 personas; al atentado de Ankara (Turquía), contra una multitud de jóvenes manifestantes pacifistas, que costó la vida a 95 personas; y al atentado de París (13 de noviembre de 2015), en el que murieron 129 personas.
Las palabras del papa, dirigidas no sólo a los cristianos sino a
la comunidad mundial, pueden ser la clave, el punto de partida para que el
terrorismo quede erradicado de una vez por todas en el mundo. Porque cualquier
persona que utiliza el nombre de Dios para arrogarse el sacrílego derecho de
acabar con la vida de otro ser humano,
blasfema de la manera más grave contra la religión que dice profesar.
Porque para las personas que creen en Dios, toda la Humanidad somos sus hijos y por tanto quien mata en su nombre se aleja de su Creador.
¿Por
qué, en el nombre de Dios, fueron asesinadas por terroristas islámicos, el
pasado 4 de marzo, cuatro monjas de las
Misioneras de la Caridad ,
(la Congregación
fundada por la Beata
Teresa de Calcuta, dedicada a prestar cuidados a las personas
más necesitadas), junto a doce ancianos del asilo que administraban en la
ciudad yemení de Adén?
Oh, Dios mío, tú que como nadie
sabe cuán frágil es el amor,
¿por qué lo hemos dejado morir
sin haberlo socorrido?
(Georges Moustaki; de su canción: Pourquoi mon Dieu; 1971)
¿Por que, en el nombre de Dios, al menos 72 personas (la mayoría de
ellas niñas y niños que estaban jugando en un parque) fueron asesinadas el
pasado 27 de marzo –el día de celebración de la Pascua cristiana– y más de
tres centenares resultaran heridas en Lahore? Según afirmaron inmediatamente
los terroristas, el objetivo de este crimen eran las niñas y niños cristianos y
sus familias. Sin embargo muchos de los niños que resultaron muertos eran
también musulmanes. Niñas y niños, madres y padres asesinados que poseían la
sabiduría que jamás un terrorista podrá alcanzar: y es que ya cristianos, ya musulmanes, las familias y sociedades pueden
comunicarse, vivir en paz, y dejar confiadamente a sus hijos para que
compartan, jueguen y se diviertan en alegría y armonía, sea cual sea la
religión que profesen.
Porque nada hay más ajeno a las religiones que el
odio y la muerte, pues para ser dignas
de recibir dicho nombre, deben fundamentarse en el amor y la verdad. Valores universales
e inviolables de la
Humanidad , y que desde las sociedades democráticas hemos de
sustentar y promover sin fisuras, pues a todos nos
corresponde trabajar para (palabras del Santo Padre) cerrar las
manos de quienes siembran el terror y la muerte, trabajando en la construcción
de un mundo en el que puedan reinar el
amor, la justicia y la reconciliación.
El desaparecido
cantante Georges Moustaki –francés, de origen griego– compuso para su disco Tendres années («Años de
ternura»), de 1971, una canción
que llevaba por título: Pourquoi mon Dieu?, en cuyo estribillo cantaba: «Oh,
Dios mío, tú que como nadie sabe cuán frágil es el amor, ¿por qué lo hemos dejado
morir sin haberlo socorrido?».
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