domingo, 10 de abril de 2016

¿Qué mayor pecado que el de quien atenta contra la sagrada vida de las personas?

En el nombre de Dios

Luis Negro Marco / Historiador y periodista

 En septiembre de 1996, el terrorista argelino Antar Zouabri (1970-2002) era uno de los principales líderes de la organización terrorista argelina GIA (Grupo Islámico Armado), cuyo objetivo era el de establecer una república islámica en Argelia, y derrocar al «gobierno laico» del país. El historiador estadounidense Bruce Hoffman (director del Centro de Estudios para la Seguridad y Defensa de la Universidad de Georgetown), recogía en el libro A mano armada (Espasa, 1999), parte de un comunicado de prensa que Zouabri había transmitido a comienzos del otoño de 1996, en el que  -entre otros- expresaba que el objetivo del terrorismo del GIA,  era el de «fundar un verdadero Estado Islámico, y si algún inocente tenía que morir mientras se alcanzaba este divino fin, que así fuese». Además, según explicaba el terrorista, «matar a los apóstatas [infieles que no profesen la religión del Islam] o a aquellos que no forman parte del movimiento islámico, era un deber para él y sus seguidores».

  Veinte años después de aquellas inhumanas declaraciones, parece que el diabólico mensaje del terrorista, lejos de desaparecer ha calado –de manera incomprensible para la Razón, y completamente ajena a la dignidad humana– en ciertos sectores sociales (y de manera alarmante, la mayoría dentro de ellos son jóvenes) no sólo de las naciones árabes, sino también de Europa.

  Ante la pregunta de por qué se está desatando este odio que está cristalizando en crímenes contra la Humanidad, y la urgente necesidad por parte de la comunidad mundial por buscar sus causas y eliminar cualquier espacio para el terror, el papa Francisco pronunciaba el pasado mes de enero, una verdad universal: «Nunca se puede matar en nombre de Dios. Sólo una forma ideológica y desviada de la religión puede pensar que se hace justicia en nombre del Omnipotente, masacrando deliberadamente a personas indefensas, como ocurrió en los sanguinarios atentados terroristas de los últimos meses en África, Europa y Oriente Medio».

Se refería entonces el papa Francisco al atentado en un mercado de la localidad nigeriana de Yola, perpetrado por Boko Haram, el 18 de noviembre de 2015, y que causó la muerte a al menos 32 personas; al atentado de Ankara (Turquía), contra una multitud de jóvenes manifestantes pacifistas, que costó la vida a 95 personas;  y al atentado de París (13 de noviembre de 2015), en el que murieron 129 personas.

Anselm, Reginette, Margarita y Judith son los 
nombres de las cuatro monjas, Misioneras de la Caridad
que fueron asesinadas en Yemen el pasado 4 de marzo, 
por  terroristas islamistas. El papa Francisco las calificó
de "ctimas de esa globalización de la indiferencia
a la que no importa nada".
Las palabras del papa, dirigidas no sólo a los cristianos sino a la comunidad mundial, pueden ser la clave, el punto de partida para que el terrorismo quede erradicado de una vez por todas en el mundo. Porque cualquier persona que utiliza el nombre de Dios para arrogarse el sacrílego derecho de acabar con la vida de otro ser humano,  blasfema de la manera más grave contra la religión que dice profesar. Porque para las personas que creen en Dios, toda la Humanidad somos sus      hijos y por tanto quien mata en su nombre se aleja de su Creador.
  
 ¿Por qué, en el nombre de Dios, fueron asesinadas por terroristas islámicos, el pasado 4 de marzo, cuatro monjas de las Misioneras de la Caridad, (la Congregación fundada por la Beata Teresa de Calcuta, dedicada a prestar cuidados a las personas más necesitadas), junto a doce ancianos del asilo que administraban en la ciudad yemení de Adén?

Oh, Dios mío, tú que como nadie 
sabe cuán frágil es el amor, 
¿por qué lo hemos dejado morir 
sin haberlo socorrido?
(Georges Moustaki; de su canción: Pourquoi mon Dieu; 1971)

¿Por qué, en el nombre de Dios, terroristas islámicos asesinaron el pasado 22 de marzo, en Bruselas –en el aeropuerto de Zaventem y en la estación de metro de Maelbeek–  a 35 personas y dejaron heridos a otros más de tres centenares de seres humanos?

¿Por que, en el nombre de Dios, al menos 72 personas (la mayoría de ellas niñas y niños que estaban jugando en un parque) fueron asesinadas el pasado 27 de marzo –el día de celebración de la Pascua cristiana– y más de tres centenares resultaran heridas en Lahore? Según afirmaron inmediatamente los terroristas, el objetivo de este crimen eran las niñas y niños cristianos y sus familias. Sin embargo muchos de los niños que resultaron muertos eran también musulmanes. Niñas y niños, madres y padres asesinados que poseían la sabiduría que jamás un terrorista podrá alcanzar: y es que ya cristianos, ya  musulmanes, las familias y sociedades pueden comunicarse, vivir en paz, y dejar confiadamente a sus hijos para que compartan, jueguen y se diviertan en alegría y armonía, sea cual sea la religión que profesen.

 Porque nada hay más ajeno a las religiones que el odio y la muerte, pues para ser dignas de recibir dicho nombre, deben fundamentarse en el amor y la verdad. Valores universales e inviolables de la Humanidad, y que desde las sociedades democráticas hemos de sustentar y promover sin fisuras, pues a todos nos corresponde trabajar  para (palabras del Santo Padre)  cerrar las manos de quienes siembran el terror y la muerte, trabajando en la construcción de un  mundo en el que puedan reinar el amor, la justicia y la reconciliación.

 El desaparecido cantante Georges Moustaki francés, de origen griego– compuso para su disco Tendres années («Años de ternura»), de 1971, una canción que llevaba por título: Pourquoi mon Dieu?, en cuyo estribillo cantaba: «Oh, Dios mío, tú que como nadie sabe cuán frágil es el amor, ¿por qué lo hemos dejado morir sin haberlo socorrido?».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.