Música, claveles y revolución
El 25 de abril de 1974 tuvo lugar en Portugal
la que ha pasado a la Historia con el nombre de “Revolución de los Claveles”, la cual puso definitivamente fin a la
dictadura salazarista, liderada en su última etapa por el que en aquel momento
era presidente del país, Marcelo Caetano.
Pero si aquel movimiento popular, el de la Revolução
dos Cravos, pudo triunfar fue
simplemente porque estuvo inspirado desde sectores de la oficialidad del
estamento militar. Las guerras que mantenía entonces el gobierno luso en las
colonias africanas de Angola y Mozambique, suponían una sangría para las
familias del país, que veían impotentes cómo sus hijos marchaban a luchar a una
guerra de imposible victoria, por cuanto para entonces, la práctica totalidad
de las naciones de África (en plena efervescencia anticolonialista), ya habían
alcanzado la independencia.
Auditorio de Galicia / L. N. M.- 25 / 04 / 2017 |
Mas la férrea censura, y el control impuestos
por los agentes continuadores de la PIDE (la “Policía Internacional de Defensa
del Estado” que había creado el dictador Oliveira Salazar) hacía imposible, o
al menos inaudible, la respuesta popular. Y fue en este contexto de represión
social en el que la música apareció ante la sociedad portuguesa como el
vehículo ideal para expresar el sentimiento unánime de ansias democráticas.
El 7 de abril de 1973, prácticamente un año
antes de la “Revolución de los Claveles”,
tenía lugar en Luxemburgo la edición anual del festival de Eurovisión, en el
que “Mocedades” quedó segundo con la canción “Eres tú”. Portugal envió en su representación a un joven cantante,
imberbe, atildado y vestido a la moda de los setenta, llamado Fernando Tordo.
Su canción: “Tourada” (corrida de
toros, –que quedó decima–) llevaba los aparentemente inofensivos versos del
poeta luso Ary Dos Santos. Sin embargo todo el público portugués entendió
–excepto los férreos censores, claro está–, que aquellas “banderillas de esperanza en la plaza de la primavera” eran una
metáfora de cuanto estaba por acontecer.
De modo que la verdadera transcendencia de “Tourada”, estribó en la constatación de
que la música podía convertirse en el gran revulsivo que hiciera posible el
avance de la sociedad portuguesa hacia la democracia.
Luis Negro Marco
Cuando el 10 de mayo de 1972 José Afonso interpretó
en Santiago de Compostela (por vez primera), su conocida composición “Grândola, Vila Morena”, el artista
portugués, muy posiblemente, no era consciente de la gran importancia que su
canción iba a tener en los inicios de la “Revolución
de los Claveles”.
Aquel himno a la libertad, la fraternidad y la
igualdad, emitido por Radio Renascença en la madrugada del 25 de abril de 1974, iba
a ser la segunda señal (la primera, un día antes, había sido la emisión
radiofónica de la romántica balada “E
depois do adeus”, del cantante Paulo de Carvalho) elegida por los oficiales
conjurados, para dar inicio a la revolución en Portugal.
En ese día, el ejército (en su mayoría
reclutas que realizaban el servicio militar obligatorio) salió pacíficamente a
las calles con los tanques y fusiles, sin hacer uso de las armas. Hecho
transcendental que contribuyó de manera decisiva a que la revolución atrajera,
no solo a la práctica totalidad de la población portuguesa, hastiada de años de
guerra y represión, sino también a la comunidad internacional, que no tardó en
refrendar (salvo excepciones, como el caso evidente de España, que vivía aún
bajo la dictadura franquista) la iniciativa revolucionaria de los militaras
portugueses.
Los claveles llegaron después, por casualidad,
cuando un soldado pidió un cigarrillo a una camarera. Ella le respondió que no
tenía. Nunca había fumado. Pero en sus manos portaba un ramo de claveles, y le
ofreció al soldado (a falta de tabaco), una flor. El soldado entonces,
convirtió en jarrón su fusil y acomodó el clavel en la boca del arma. La mujer
ofreció entonces el resto de claveles a los compañeros del soldado, que repitieron su ejemplo. Aquella imagen –captada
por los reporteros y difundida por la televisión y los periódicos– corrió como
la pólvora a lo largo de todo el país y naciones del mundo, convirtiéndose en
el símbolo de la revolución.
Una canción, un clavel, un simple gesto que
cambiaron los destinos de una nación.
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