Derechos Humanos, la última frontera
Luis Negro Marco /
Zaragoza
Con la llegada de Colón a América en 1492, se abrió un vasto mercado económico que pronto hizo necesaria gran mano de obra para trabajar en las inmensas plantaciones de cultivo puestas en marcha por los europeos en el Nuevo Mundo. De este modo, en 1510 el rey de España ordenaba las primeras deportaciones de esclavos negros procedentes de África a la isla de “
No será
hasta el siglo XVIII, “el Siglo de las Luces” en Europa, cuando pensadores como
Voltaire empiecen a promover las ideas abolicionistas. Así, principalmente
Inglaterra (a través de importantes sociedades filantrópicas) desempeñó un
destacado papel en el fin de “la
Trata ”, propiciando que miles de esclavos liberados de sus
cadenas pudieran regresar a África. Este grupo de hombres y mujeres ya libres,
fue el origen de algunas naciones africanas, como Liberia o Sierra Leona. Pero
a pesar de todo, la esclavitud continuó existiendo, y ni siquiera la Revolución francesa de
1789 (basada en la “Libertad, Igualdad y Fraternidad”) acabó con el inhumano comercio. Así, Napoleón
lo restableció en 1802 por presiones de su esposa Josefina, quien era
propietaria de importantes plantaciones en La Martinica.
Tras la
batalla de Waterloo que supuso el final del Imperio napoleónico, el Congreso de
Viena (que congregó a todos los países soberanos de Europa) se pronunció a
favor de la supresión de “La
Trata ”. Inglaterra
redactó leyes abolicionistas en 1833, y Francia en 1848, mientras España
mantuvo legal la esclavitud en Cuba hasta el año 1880.
En cuanto a
los Estados Unidos, la cuestión del abolicionismo fue determinante en el
estallido de la guerra de Secesión (1861-1865) entre los Estados del Sur –con
ingente número de esclavos trabajando en sus plantaciones de algodón– y los
unionistas del Norte, partidarios del abolicionismo. Tras la victoria de los
unionistas, bajo la presidencia de Abraham Lincoln, la esclavitud dejaba
también de existir en los Estados Unidos; al menos sobre el papel, pues Lincoln
era asesinado en abril de 1865, pocos días después de haber tomado posesión de
su segundo mandato como presidente del país.
Noventa años
después de la muerte de Lincoln, la discriminación racial seguía vigente en el
país de las libertades. Así, el 1 de diciembre de 1955, la ciudadana
estadounidense Rosa Parks, afroamericana y de 42 años de edad, se negaba a
ceder su asiento en el autobús a otra persona de raza blanca, como establecía
la ley. El resultado: Rosa Parks fue encarcelada por las autoridades de Alabama
acusada de “perturbar el orden”. Ocho años después, Martin Luther King,
marchaba sobre Washington –agosto de 1963– al frente de una multitudinaria
manifestación en defensa del “Trabajo y
Libertad”. Allí, junto al Capitolio pronunció la frase que resquebrajaría las
conciencias de la Humanidad :
“I have a dream” / “tengo un sueño”: el de la convivencia pacífica, basada en la
igualdad de derechos, entre negros y
blancos; Pero en 1968, Luther King era asesinado en la ciudad de Memphis, el
mismo trágico final que tres años antes le había acontecido a Malcom X, otro
gran defensor de los derechos civiles de los afroamericanos, abatido por las
balas en Nueva York en febrero de 1965. Pero el sueño de Martin Luther King se
cumplió, y desde 2009, es un presidente de origen afroamericano, Barack Obama,
quien rige los destinos del país.
En
Sudáfrica, sin embargo, un férreo régimen de segregación racial (conocido como
“apartheid” en la lengua –de origen holandés– de los afrikáner blancos
gobernantes) se mantuvo desde 1948 hasta
1992. Soweto, barrio negro de Johannesburgo, quedará para siempre entre las
páginas más trágicas de la Historia. Allí ,
en junio de 1976 (siendo el presidente del país Johannes Diederichs) la mayoría
negra se manifestó reclamando que la Enseñanza se impartiese en inglés, y no en
afrikáner. La brutal reacción de la
Policía provocó una terrible matanza que terminó con la vida
de casi 600 personas, y miles de heridos. El Obispo Desmond Tutu (Premio Nobel
de 1984) se posicionó sin ambages del lado de las víctimas de Soweto y denunció
estos horrores, pero reclamando al mismo tiempo la convivencia pacífica entre
todas las etnias del país. Lo mismo que Steve Biko, otro gran líder de la
resistencia anti-aparheid asesinado por la Policía en 1977. Para entonces, Nelson Mandela,
llevaba 14 de sus 58 años de vida como preso político en la cárcel de la isla
sudafricana de Robben Island, cumpliendo la condena a cadena perpetua que se le
había impuesto. Sin embargo Nelson Mandela salió de prisión en 1989, y lejos de
acumular rencor, supo perdonar, hecho transcendental que produjo su liberación
y la de todos (blancos y negros) los sudafricanos. Gracias a su actitud de
reconciliación, (como también había hecho antes el arzobispo Desmond Tutu)
Mandela pudo trabajar codo con codo junto al entonces presidente sudafricano
Frederick de Klerk. Juntos hicieron posible el final del “apartheid” y
prepararon la transición hacia las libertades civiles en Sudáfrica. Ambos (De Klerk y Mandela) recibieron el Premio Nobel de la
Paz de 1993, y en noviembre de 1994 llegaron las primeras
elecciones democráticas a Sudáfrica. La victoria fue para el “Congreso Nacional
Africano” de Nelson Mandela, quien se convertía en el primer presidente negro
del país. Clint Eastwood plasmó de forma genial en su película “Invictus”, el
espíritu de reconciliación y consenso del líder africano: un gran legado para
el conjunto de la Humanidad.
Entre 1996 y 1998, “Madiba” puso en marcha la denominada
“Comisión de la Verdad
y la Reconciliación
en Sudáfrica”, presidida por el Obispo Desmond Tutu, que elaboró un extenso
informe en el que se reflejaron las declaraciones de más de 20.000 personas cuyos derechos
humanos fueron violados durante el régimen del apartheid.
Pero la
conquista de los Derechos Humanos es un trabajo que no ha terminado (ni
siquiera, ni mucho menos, en nuestra propia sociedad) pues como nos recuerda el papa Francisco en su libro “Solo el amor nos puede salvar”, los derechos
humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los asesinatos… sino
también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y de estructuras
económicas injustas que originan grandes desigualdades.
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