Civilización y barbarie
Luis Negro Marco / Zaragoza
Cuando en el siglo XIX Europa se lanzó a la salvaje colonización de África,
lo hizo en muchas ocasiones bajo el presunto objetivo de conseguir “la
civilización de África”. Curiosa meta para un continente que desde el siglo XV
y hasta prácticamente los últimos años del siglo XIX esclavizó a millones de
africanos que fueron llevados a trabajar en las plantaciones de América. Pero la explotación esclavista también tuvo lugar en los propios países de África; así, entre 1885 y 1908 millones de personas fueron víctimas de un auténtico genocidio en el Congo durante la dominación colonial del país por parte del rey de Béligica, Leopoldo II “La
civilización esclavista” fue continuada en los Estados Unidos, principalmente en
las inmensas plantaciones de algodón de sus Estados del Sur, y en 1861 fue
factor desencadenante de la cruenta guerra civil entre los esclavistas estados
federalistas sureños y los abolicionistas y unionistas estados del norte. En
1815 el Congreso de Viena prohibió que
continuase la trata depaíses árabes fueron ajenos a la trata que, especialmente a partir del siglo
XVIII, intensificaron a través de caravanas de esclavos cuyas rutas transcurrían
por el sur del Sahara y Este de África. Y así transcurre la historia del mundo, entre
civilización y barbarie, como si la humanidad estuviese atrapada en el interior
de un reloj de arena que gira constantemente, sin que se sepa a ciencia cierta
dónde está la civilización y dónde la barbarie. Han pasado más de 1.500 años desde la caída del Imperio romano y sin
embargo, lo único que nos diferencia de aquéllos es nuestra manera de vestir y
nuestros deslumbrantes avances tecnológicos. También Roma consideró que la suya
era la única que podía denominarse “Civilización”, de donde deriva el término
“Ciudadanía”, es decir el colectivo de personas con derechos y garantías
respecto al poder del Estado. Por el contrario eran denominados “Bárbaros” los
pueblos nómadas de las estepas al Este de Europa y Asia, fuera de los límites
del Imperio que no hablaban el latín, la "lengua del Imperio", y aún hoy en día utilizamos la palabra “bárbaro” como sinónimo de
bruto o incivilizado. Uno de aquellos pueblos “bárbaros” fueron los “Vándalos”
que tras instalarse en España fugazmente a finales del siglo V pasaron al Norte
de África, instalando su reino en la antigua Cartago (actual Túnez) un efímero
reino que finalmente cayó bajo las acometidas de Bizancio a finales del primer
tercio del siglo VI. Y también la palabra “vándalo” ha devenido en adjetivo
negativo, y decimos, por ejemplo, que son “unos vándalos” quienes hacen destrozos
en el mobiliario urbano o no respetan las normas de convivencia. Pero ¿de verdad
fueron bárbaros los Bárbaros y vándalos los Vándalos? ¿O se trató de un
interesado estereotipo maniqueo creado para defender no ya al Imperio romano de
las embestidas de aquellos pueblos que buscaban nuevos espacios vitales para su
subsistencia, sino a los intereses personales del Emperador, su Corte y las rica familias patricias de Roma? Además, y volviendo a los conceptos de Civilización y Barbarie, no se puede
obviar que la civilización romana basó su multisecular hegemonía en un sistema
económico de producción esclavista en el que los esclavos ni siquiera eran
considerados como personas. E incluso entre la ciudadanía romana había una
clara distinción entre “Patricios” (personas adineradas y detentadoras de
poder) y una inmensa mayoría social conformada por los “Plebeyos”, palabra que
con un matiz despectivo (los no pertenecientes a la nobleza) también ha llegado
hasta nuestros días. Y es que lugares considerados cunas de la civilización (como también lo
fueron las tierras en torno al Mar Negro, cruce de caminos entre las culturas occidental y oriental) han
llegado a ser después escenarios de barbarie, como aconteció con la guerra de
Crimea (1853-1857) que enfrentó a Rusia
con Francia e Inglaterra, en esta ocasión aliadas con el imperio otomano;
una bizarra, aunque seguramente pragmática, alianza para una anterior Europa
Renacentista que tantas luchas había mantenido contra los impíos musulmanes. Pero “Hablemos como personas civilizadas” ¡cuántas veces habremos oído
esta frase! ¿Quizás como contraposición a los bárbaros no civilizados? ¿Quizás
como nuestra diferenciación de los “Cafres”, pueblo de tronco bantú del África
austral? ¿Por qué se ha generalizado en nuestra sociedad la palabra “cafre”
–siendo el nombre de un pueblo africano ancestral– como sinónimo de bárbaro? Ciertamente hay personas muy atildadas y
educadas que jamás levantan la voz y sin embargo, carentes de la mínima
inteligencia emocional y sentimientos, poseen un potencial de agresividad
inimaginable. Y esto es algo que se pudo
comprobar ya en los juicios de Nuremberg (1945-1946) contra los criminales de
guerra nazis, responsables de la muerte de millones de judíos que fueron masacrados
en los campos de exterminio de la
Alemania de Hitler. Los acusados escucharon sin pestañear sus condenas y jamás (algunos
de ellos murieron siendo casi centenarios) mostraron el más mínimo signo de arrepentimiento
ni compasión hacia sus víctimas.Y ahora, en nuestra civilizada era de internet seguimos viendo, desde
2011, cómo cada día mueren decenas de inocentes en la cruel guerra de Siria, a
las puertas de Europa. Pero los países civilizados solo intervendrán si las
armas que matan son consideradas de “destrucción masiva”. Curioso criterio de
nueva Humanidad.El silencio, la mentira dicha educadamente, la indiferencia, la falta de
compasión, la ausencia de caridad con el necesitado, o el indigno e inhumano comportamiento de las gentes
civilizadas y de orden, son infinitamente más bárbaros y brutales que los de
cualquier persona indignada que, aunque asistida por la razón de la verdad, no
encuentra otro modo de hacerse oír que el de alzar la voz de sus palabras.
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