Francisco Negro Láinez, un hombre bueno
( Bello, 1915 - Zaragoza, 2010 )
Luis Negro Marco / Santiago de Compostela
El día 1 de abril de 2010, hace hoy cuatro años, fallecía en Zaragoza, a los 94 años de edad,
y tras una larga enfermedad, Francisco Negro Láinez, nacido en Bello, el 26 de
septiembre de 1915, siendo sus padres Bienvenido Negro Alamán, natural de
Cella y María Teresa Láinez Beltrán, de
Navarrete del Río. Hizo sus primeros estudios en el colegio que los Padres Escolapios tenían en Daroca, siendo su primer maestro el padre Pedro Burgués, y
el padre Juan Carrato que estaba al frente del célebre Observatorio Aéreo de
Daroca, el cual había instalado en lo alto de una torreta, encima del Colegio
de los Escolapios, muy cerca de la Puerta Alta.
Una vez acabado segundo de bachiller, Francisco Negro decidió
dejar los
estudios y ponerse a trabajar con su hermano, que vivía en Alcañiz y
era recaudador de contribuciones, llevando a cabo con él este trabajo en los
pueblos de las zonas de Aliaga, Castellote y Montalbán. En Alcañiz, se afilió
también al partido Carlista, llegando a ser presidente comarcal de la Juventud Tradicionalista
(carlista) de Alcañiz", cargo que desempeñaba cuando comenzó la Guerra Civil.
Francisco Negro en una foto tomada en la Virgen del Buen Acuerdo (Gallocanta) en 1996.- Sus padres, Bienvenido y María Teresa tuvieron 11 hijos, dos de ellos sacerdotes. |
El mismo 18 de julio de 1936, Francisco Negro se trasladaba, a
Cambrils, a pasar las vacaciones con su hermano y su mujer; allí, un día,
estando en la playa, acudieron unos policías y les obligaron a los tres a ir a
la casa en que vivían, les tomaron declaración y revolvieron toda la casa
creyendo que tenían armas escondidas. Iban con un miliciano, y por las noches,
que tenían costumbre de subir a la terraza, les obligaban a bajar de ella; es
decir, estaban vigilados.
Su hermano representaba en Cambrils a una casa de seguros y
tenía allí a un
agente que era del
Comité Local y a través de él, consiguió unos salvoconductos y pudieron salir
hasta Valencia, en donde se hospedaron en casa de un tío de ellos, Julio Negro,
En la casa donde vivían, había escondidas algunas imágenes de la Iglesia , teniendo la
suerte de que nunca la registraron. En la Valencia de la guerra, Francisco Negro y su
hermano Luis se dedicaban a recoger envases de vidrio por las calles y bares a
los que
suministraba bebidas la fábrica propiedad de su tío, y luego los vendían. Él, además, y sobre todo, se dedicaba a formar en las interminables colas para comprar alimentos.
suministraba bebidas la fábrica propiedad de su tío, y luego los vendían. Él, además, y sobre todo, se dedicaba a formar en las interminables colas para comprar alimentos.
Pero como era joven, y con idea de pasarse a la zona
nacional, Francisco decidió, en el
verano de 1937, enrolarse en el ejército republicano, y estando en el frente de
Andalucía, se pasó a las fuerzas
nacionales en Bélmez (Córdoba). Solicitó
entonces ir al Requeté (la milicia que los carlistas aportaron al Ejército de
Franco, y que algunas fuentes llegan a cifrar en 75.000 soldados) y lo
destinaron a un batallón del Tercio de “San Rafael” de Córdoba. Nada más
incorporarse, en mayo de 1938, entró en combate en el pueblo de Porcuna
(posición de “Mano de Hierro”) en la que el Tercio tuvo numerosas bajas, pero
cuya decisiva acción, mereció los elogios del propio general Queipo de Llano a
través de una orden especial. Poco después, y con la finalidad de obtener el
correspondiente permiso por ello, se presentó al cursillo de alféreces
provisionales (pues necesitaban alféreces que sirviesen como carne de cañon y
por eso existía el dicho: "alférez provisional, cadáver efectivo")
que le concedieron, yendo al campamento que la Legión tenía en Dar
Riffien, entre Ceuta y Tetuán.
Allí
permaneció un mes estudiando y aprendiendo la instrucción, lo que él y sus
compañeros alternaban con alguna escapada a Tetuán. Al mes les hicieron un
examen de aptitud y aprobó con el número uno de la promoción. Para pasar a la
segunda fase del cursillo, había que presentar un certificado académico de
estudios, al menos de Bachiller, que
entonces constaba de tres años
—pero él sólo tenía hasta segundo— o bien presentar una declaración
jurada de los estudios, pero él no tenía el más mínimo interés, porque lo que
verdaderamente le interesaba era pedir permiso para poder ver a sus padres y
hermanos. Para ello contó con la inestimable colaboración de un compañero del
Tercio de Requetés que era hijo del comandante militar de Córdoba, el cual le
dio una carta de presentación y un pasaporte para trasladarse a Milagro
(Navarra) con un mes de permiso.
La sorpresa le llegó a Francisco cuando, al regresar al
batallón, se extrañaron de verle, diciendo que
le habían dado de baja y que aunque no se hubiera presentado, no le
habrían reclamado. Así que se reintegró a su Tercio de Requetés, y ya casi
finalizando la guerra, habría de participar en la —quizás— más dura batalla de
toda la guerra: la ofensiva republicana sobre el frente andaluz de
Peñarroya-Pueblo Nuevo, planificada por el general Rojo, que se llevó a cabo
durante los primeros días de enero de 1939, y en la que según varias fuentes
participaron 300.000 soldados por parte republicana y 150.000 del bando del
ejército sublevado. El objeto de dicha ofensiva era distraer las fuerzas de
Franco que se dirigían a la toma de Madrid y Barcelona.
En Peñarroya, el Tercio de “San Rafael”, junto con otras
fuerzas, estuvo cercado durante dos días. Fueron los dos días peores que pasó
en la guerra, según afirmaba cuando hablaba de ello, pero al final les llegaron
refuerzos y lograron vencer. Desde allí les llevaron a Granada, en marchas,
recogiendo a las tropas vencidas que entregaban sus armas: “A mí, después de
todo, me daba pena: vencidos, sin armas, mal vestidos y alimentados; allí se
acabó la guerra” —decía—.Cuando
llegó a casa de sus padres, que entonces estaban en Milagro (Navarra), le dijo
a su madre que le pusiera un colchón en el suelo para dormir, pues acostumbrado
a dormir en el suelo durante tanto tiempo, no podía dormir en una cama.
A pesar de todo lo expuesto, mi padre apenas habló nunca de
la guerra, y siempre decía de ella que al final todos fueron perdedores. Él
como tantos otros (hombres y mujeres) “que ganaron la guerra” habrían de
convertirse en auténticos exiliados interiores, destinados, con su esfuerzo y
sudor, a trabajar día y noche para sacar a su familia adelante, mientras la
propaganda franquista hablaba de la “nueva y grande España”. Además, mi padre,
siendo carlista, quedaba como sospechoso al Régimen (mi padre estaba suscrito a
la revista carlista “Esfuerzo Común”,
que por las veces que fue secuestrada por la Dictadura , se conocía
coloquialmente con el nombre de “Secuestro
Común”) que se
apoyaba decididamente en la Falange (durante la Guerra Franco había
promulgado el Decreto de fusión entre falangistas y Carlismo, creando la FET y de las JONS) y olvidaba
a los carlistas, de cuya sangre, sin embargo, el dictador con tanta avidez se
había servido —a través de los tercios de requetés— en los principales frentes
de batalla.
Mi padre Francisco en su casa de Zaragoza soplando la vela de su 93 cumpleaños con mis hermanos María Teresa y Fernando |
Así que olvidada y superada la guerra, el 6 de febrero de 1945
Francisco Negro contraía matrimonio con Generosa Marco del Carmen, natural de
Torralba de los Sisones (quien falleció en Zaragoza, a la edad de 85 años, el 6
de febrero de 2007) y el 13 de enero de 1946 nacía Jesús (sacerdote escolapio
actualmente en Bolivia) el primero de los diez hijos. Seis varones: Jesús, Javier, Carlos, José María, Fernando y Luis) y cuatro
mujeres: María de los Ángeles, Isabel, Trinidad y María Teresa) que habrían de tener.
Mi padre trabajó casi toda su vida, hasta su jubilación, en
1984, como secretario de la
Hermandad de Labradores y Ganaderos (luego Cámaras Agrarias)
en Odón y Bello primero, y después en Oliete, Ariño y Alacón.
La bondad y verdadera santidad del matrimonio Negro-Marco, les llevó a acoger durante un año (dentro de un programa
nacional de acogida de niños refugiados de la Alemania vencida,
promovido por Cáritas) a una niña austriaca, Inge, de nueve años, cuyo padre,
marino mercante, había muerto durante la II Guerra Mundial, y también a contribuir con
15.000 pesetas (que el matrimonio obtuvo
de la venta de un ganado, que formaba parte de la dote de ella) al sufragio de
los gastos de la construcción del seminario diocesano de Zaragoza.
El 23 de marzo de 19666, Francisco Negro escribía una carta al Padre Provincial de las Escuelas Pías de Aragón, P. Teófilo López que había de ser histórica en la Orden, por cuanto en ella le proponía una magnífica idea: la creación de la que habría de ser primera "Hermandad de Padres y Familiares de Escolapios", germen de otras futuras asociaciones dentro de la Escuela Pía
Fueron mis padres, en suma, unas personas buenas, que supieron
crear una gran familia, muy vinculada a la gran familia religiosa de las
Escuelas Pías, en cuyo seno, según sus palabras, “pudieron sus hijos ser
educados en la ciencia y la fe”.
Mis padres Francisco y Generosa fueron verdaderos escolapios seguidores de san José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías, porque, como Calasanz, ellos siempre fueron cooperadores de la Verdad y constructores del Amor de Cristo.
El 23 de mayo de 2013, fallecía asimismo mi hermana María de los Ángeles, segunda de los diez hijos de mis padres Francisco y Generosa y la mayor de las cuatro hermanas. Junto con su esposo Pedro Martín, tuvieron dos hijos, Luis y Pedro, éste último casado con Bárbara, y tienen una hija, Azzurra, de infinitos ojos azules. Como los del cielo desde el que velan por nosotros mis padres Generosa y Francisco, y mi hermana María de los Ángeles. Sé que siempre estáis conmigo a mi lado. Y os quiero tanto...
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