Roscones, roscas y
rosquillas
Luis
Negro Marco / Xinzo de Limia
El roscón es a San Valero como la tranga al
Carnaval. Con o sin nata, los roscones se comían ya en la antigua Roma y en
torno a las mismas fechas en las que Zaragoza celebra a su patrón. Dentro del
roscón se escondía el haba, y a quien en suerte tocaba la sorpresa se convertía
en el rey o la reina de la comparsa. Reinado que tan solo duraba unos días (“Reina por un día”, como el vetusto
programa de televisión del que ahora
solo se acordarán las personas más que cincuentenarias), pues tras la fiesta el
pueblo volvía a la dura realidad de gobernantes privilegiados y gobernados
sometidos. Días de fiesta en los que, como es la excepción la que confirma la
regla, los esclavos mandaban sobre sus amos –se supone que sin dejarles que se
emocionasen demasiado– y se hacían servir por ellos.
La vida, al igual que la Tierra, da muchas vueltas Foto: L. N. M. |
La festividad de San Valero coincide con las
del comienzo de las celebraciones de apertura de las puertas del año. Días en
los que el mes de enero se agosta, y en los que aun cuando los fríos hacen
tiritar por las mañanas y la ventolera despeina, se barruntan los tiempos más
plácidos de las calores primaverales que han de llegar.
Desde que la Humanidad empezó a tomar
conciencia sobre su propia existencia en la Tierra , hace 40.000 años, tuvo necesidad de
plasmar un ideograma del mundo en el que habitaba, el cual ya intuyó de forma esférica
y redondo. La Tierra ,
como la vida, da muchas vueltas, al igual que la caprichosa rueda de la
fortuna. Un día se está abajo, pero quizás, al siguiente se haya subido arriba,
y viceversa. A este cambio constante, no sometido siempre a reglas fijas, y por
tanto impredecible, es a lo que los físicos han llamado “entropía”, que vendría
a significar la incertidumbre –o ausencia de certeza– sobre los
acontecimientos, y que entraña un potencial enorme de comunicación por
descifrar. De manera que a mayor certeza sobre los acontecimientos, menor grado
de entropía, y por tanto mayor redundancia y menores posibilidades de comunicación
y aprendizaje.
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