La
discriminación racial, aún latente en nuestros días, solo podrá ser erradicada
mediante la educación en valores que promuevan la convivencia
Luis Negro
Marco
/ Historiador y periodista
Hace un par de semanas se estrenaba en las salas de cine de España la película Detroit, de la directora estadounidense Catherine
Bigelow. Casi dos horas y media de intenso metraje que muestran el odio y
brecha social que generaron, y siguen causando, las leyes de segregación racial
contra los afroamericanos en los Estados Unidos, vigentes hasta finales de los
sesenta.
La película se centra en los desórdenes
civiles protagonizados por la población negra de Detroit, en julio de 2017, en
protesta por la creciente y arbitraria represión policial a la que estaba
sometida. El punto álgido de aquellos disturbios se produjo cuando en la noche
del día 25, agentes de la policía local de Detroit asaltaron el Algiers Motel en busca de un supuesto
francotirador que les habría disparado desde una de sus ventanas. La brutal y cruenta actuación policial se saldó
con el asesinato de tres jóvenes negros (Carl Copper, Aubrey Pollard y Fred
Temple) completamente inocentes, quienes en el momento de la intervención de la
policía se encontraban en compañía de
dos jóvenes blancas, victimas igualmente de la represión policial, si bien
ellas tuvieron la fortuna de salvar sus vidas. Tres policías fueron
posteriormente juzgados por aquellos sucesos. Sin embargo fueron absueltos de
todos los cargos (no obstante no volverían ya a incorporarse al servicio
activo)
por un juzgado formado solo por blancos.
Dibujo de Antonio Postigo, publicado en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, ilustrando este artículo. Edición del miércoles, 27 de septiembre de 2017 |
Los
disturbios raciales que se vivieron en
el verano de 1967 en Detroit alcanzaron tal magnitud que, para atajarlos, el
presidente Lyndon Johnson se vio obligado a movilizar a la Guardia Nacional, y
a toda la policía del estado de Michigan. Asimismo, el presidente puso en
marcha una comisión nacional de investigación con el triple objetivo de averiguar
la verdad de cuanto ocurrió, el por qué
de los desórdenes civiles, y qué medidas habría que tomar para que sucesos
semejantes no pudieran volverse a repetir.
Sin
embargo, transcurridos ahora cincuenta años, en muchos estados de Norteamérica
las cosas parecen no haber cambiado en nada. Precisamente, hace tan solo unos
días, la ciudad de San Luis volvía a ser escenario de grandes protestas
protagonizadas por la poblacion negra, indignada al conocer la absolución de un
policía que estaba acusado de asesinar con su arma, el 20 de agosto de 2014 en
San Luis, a un joven afroamericano (Michael Brown) tras haber intentado robar
en una tienda.
Llama
poderosamente la atención que sean precisamente los Estados Unidos –que
aparecen como paradigma de la libertad– en donde la segregación racial se
manifieste de manera tan palpable, y en donde organizaciones racistas, como el
Ku Klux Klan no solo sean permitidas, sino que además gocen de un
extraordinario poder, siendo uno de los lobbys más poderosos de la nación.
Otorgar el grado de normalidad a esta situación sería tanto como dar por válida
la desigualdad a la hora de aplicar la justicia en función del color de la
piel, creencia religiosa, sexo o inclinación política.
Cartel de la película DETROIT, de la directora estadounidense Catherine Bigelow Film estrenado en España el 15 de septiembre |
En los
últimos meses del mandato de Obama cobró pujanza en Norteamérica el movimiento
afroamericano: “Black Lives Matter” (las vidas de los negros también son importantes),
en protesta por la constatación real de que la mayoría de los muertos en los
Estados Unidos por disparos de la policía son afroamericanos. Quizás el
problema subyace –en última instancia– en el propio sistema educativo
estadounidense, y en los valores y constructo social que el sistema quiere
lograr como base para su modelo ideal de nación. Si no es integral e ignora a
determinados sectores –como hasta ahora– la fractura seguirá abierta y la
cohesión social será inviable.
Porque
todas las vidas son, y deben ser igual de importantes, cobra todo su sentido,
una de las pancartas que pudieron verse recientemente en San Luis, recordando
la memoria del joven afroamericano asesinado en 2014: “We come in peace to fight for justice”: Avanzamos hacia la paz,
luchando por la justicia.
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