Auschwitz, no olvidemos aquel horror
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Cartel anunciador de la exposición "Auschwitz, no hace mucho, no muy lejos" que se pudo visitar en Madrid durante el pasado año, 2019 |
Al
liberar Auschwitz, los soldados rusos descubrieron las cámaras de gas y los
crematorios, que en vano los guardias nazis habían intentado destruir, así como
numerosos barracones conteniendo miles
de toneladas de objetos (ropa, zapatos,
juguetes de niños, prótesis dentales, cabellos de mujer, documentos de
identidad, joyas…) pertenecientes a las más de un millón de personas que habían
sido allí asesinadas. Los supervivientes desvelaron entonces a sus libertadores
cómo los nazis habían sistematizado, a través de verdaderas “fábricas de la
muerte” el mayor crimen de la historia, el genocidio del pueblo judío y gitano.
La
organización consistía en un vasto complejo de campos de concentración apoyados
por una amplia red de “Kommandos” (campos anexos) distribuidos a lo largo de una
extensa área geográfica a través de Alemania, Polonia y la antigua
Checoslovaquia. Todos los campos se encontraban bajo la supervisión de la
Gestapo y dirigidos por guardias nazis de las SS y tiranos kapos, bajo las
órdenes directas de Himmler, y las directrices genocidas de Hitler contenidas
en su “Solución final” para el exterminio del pueblo judío.
Fue
en el campo de concentración de Struthof (el único que hubo sobre suelo francés)
en donde el criminal SS Josef Kramer, comandante del campo de concentración de
Bergen-Belsen, efectuó –en agosto de 1943– y utilizando como “cobayas” a
prisioneros soviéticos, los primeros ensayos de exterminio en cámaras de gas,
los cuales pasaron a la fase de “industrialización”, según la propia
terminología nazi, en Auschwitz-Birkenau.
Todos
los campos de exterminio se regían por un mismo reglamento, implacablemente
aplicado, con una brutalidad sin límites, a todos los deportados por igual ya se
tratase de
Hiela
el corazón constatar la absoluta falta de arrepentimiento (algo que fue común
en todos los criminales de guerra nazis) que mostró en sus memorias el que fue
comandante del campo de concentración de Auschwitz, Rudolph Hoess (durante el
Proceso de Núremberg fue condenando a muerte el 16 de abril de 1947) quien con inhumana
frialdad escribió: “Las madres, conscientes del destino que les aguardaba a
ellas y a sus hijos [la cámara de gas] intentaban esconderlos entre sus vestidos,
una vez habían sido obligadas a desnudarse. Pero viendo ya la muerte
inevitable, todavía encontraban fuerzas para hacer bromas con sus bebés y
tranquilizarlos en los momentos previos a ser obligados a entrar las cámaras de
gas”.
Tan
solo han pasado 75 años de aquel horror. No hace tanto tiempo, y debemos actuar
de manera que aquellos hechos nunca más se vuelvan a repetir. Y para ello, como
reza uno de los lemas del monumento que se inauguró en 1962 en París, dedicado
a las víctimas de los campos de concentración nazis durante la Segunda guerra
mundial, “es bueno perdonar, pero jamás hay que olvidar”.
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