lunes, 13 de mayo de 2013

Los Mayos, fiestas de reminiscencias neolíticas


Durante el mes de mayo, son muchos los pueblos de la sierra de Albarracín que celebran la festividad de Los Mayos. La fiesta comenzó la pasada madrugada, cuando los mozos salieron de ronda por las casas de las mozas de los pueblos, cantando: "Ya estamos a treinta del abril cumplido, alégrate maña, que mayo ha venido-". Y a este estribillo siguen letras alusivas y cuajadas de erotismo, describiendo los rasgos (ojos, cabellos, pechos-) de la moza (la maya) a la que se ronda. Así lo describió el escritor y político conquense Manuel Polo y Peyrolón, a comienzos del siglo XX, en su libro Los Mayos de la Sierra de Albarracín.
Antiguamente, el rondador (el mayo) que cantaba a su moza (maya) debía gozar de buena voz (en caso contrario podía pagar a un buen jotero para que hiciese de apoderado suyo) y se hacía acompañar de su colla de amigos, tañendo bandurrias, guitarras y guitarricos
Lo curioso de los Mayos de la Sierra de Albarracín es que la maya a la que se rondaba se adjudicaba al mayopor sorteo, de manera que eran las bolas de la suerte las que determinaban la diana a la que Cupido debía lanzar sus flechas del amor. Aunque, como también entonces ocurría con la redención del servicio militar por dinero, el mayo rico podía pujar por la moza que él quería, sin tener que afrontar el siempre arriesgo juego de la fortuna. Otra cosa es que la maya que él quería le quisiera a él también.
Así no faltaron los casos en muchos de los pueblos de la sierra en los que, a lo Romeo y Julieta, se dirimieron a duelo nocturno los emparejamientos nacidos de las leyes de la suerte y el dinero pero ajenos a las del amor.
Antropológicamente es muy posible que la fiesta de Los Mayos sea una reminiscencia de un pasado ancestral, que hunde sus raíces en la humanidad neolítica, en el momento en que el homo sapiens pasó de cazador y recolector a agricultor; un momento, hace seis mil años, en que se hizo imprescindible la división del trabajo, y en el que tomó fuerza el clan y dentro de él, como forma de organización social fundamental, la familia. Prueba de este pasado de miles de años de antigüedad son las impresionantes pinturas rupestres que pueden contemplarse en diferentes puntos de la sierra de Albarracín.
POR OTRO LADO, hasta hace pocos años, fue costumbre, muy generalizada por prácticamente toda la geografía española, especialmente en los pueblos de las montañas de Aragón, la acción de plantar el mayo(el ch
opo más alto que hubiera por la redolada) que los quintos --los mozos que ese año debían realizar su servicio militar obligatorio-- montaban en medio de la plaza del pueblo; un rito de transición y afirmación viril, de fertilidad (el mayo como símbolo fálico) que se realizaba en el tiempo intermedio entre el equinoccio de primavera, el 21 de marzo, y el solsticio de verano (el 22 de junio, en fechas próximas a la festividad de San Juan) a partir del cual los días comienzan a disminuir sus horas de luz, y el trigo empieza a dorar sus espigas.
Tampoco es casual que la fiesta de Los Mayos comience a una semana justa de celebrada la festividad de San Jorge, el héroe que mató al dragón y liberó a la princesa de sus fauces. Y es que durante muchos años fue también costumbre, en la noche de San Jorge, que los mozos enramaran los balcones de las mozas que amaban, en señal de su amor, y en oferta de su cariño y fuerza protectora hacia ellas.
Y tampoco es casual que para el Cristianismo, mayo sea el mes de la Virgen María, la Madre de Dios, triunfadora sobre el mal (a la virgen se la representa en muchas ocasiones sobre una serpiente enroscada, que igual que el dragón --en el caso de san Jorge y san Miguel, a cuyos pies muere-- representa en todas la religiones del mundo al mal). Es además, mayo, el mes de las flores, las mismas que han brotado en los árboles y de las que nacerán, dando comienzo a la vida, nuevos frutos.

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