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Mitología Jurásica, o un dinosaurio en el laberinto
Mitología Jurásica, o un dinosaurio en el laberinto
Foto: Luis Negro Marco |
Jurassic
World, la
reciente película de la saga Parque
Jurásico, y sus paralelismos con la mitología griega y el héroe San Jorge
Fue el naturalista inglés Richard Owen
(1804-1892) quien en 1842 inventó la palabra “dinosaurio”, derivada de las
griegas “deinos” –enorme–, y “sauro” –lagarto–; denominaba con este término a
un nuevo orden de reptiles terrestres que se habían encontrado en estado fósil
en Inglaterra, y que para entonces, tan solo contaba con tres géneros
conocidos: el “megalosauro”, el “hielosauro”, y el “iguanodonte”. A día de hoy
se conocen más de mil especies de dinosaurios, y es posible, que este número no
sea más que la punta de un enorme iceberg.
Lo más curioso respecto a los dinosaurios es
que quien les dio su nombre, Owen, lo hizo desde una premisa creacionista, y
como artificio explícito para subvertir las ideas evolucionistas que ya bullían
en una generación de Darwin (1809-1882). De este
modo, el paleontólogo inglés atribuyó a los dinosaurios una perfección
“divina”, como la que cabría esperar del Dios creador, atribuyéndoles una
movilidad extraordinaria, y especulando incluso con la idea de que la fabulosa
fisiología de los dinosaurios permitía comparaciones más estrechas con los
mamíferos de sangre caliente, que con los modernos reptiles de sangre fría. Por
tanto contra las ideas evolucionistas, Owen concluía que el mismo cuidado que
Dios había puesto en la creación de los dinosaurios, lo tuvo en etapas
geológicas sucesivas de la
Tierra , y muy particularmente, cuando creó a la Humanidad.
En la mitología griega, se consideraba a
Minotauro como a un monstruo, mitad hombre y mitad toro, fruto de la unión de
Pasifae con un gran toro blanco que habitaba en la isla griega de Creta, mil
trescientos años antes del nacimiento de Cristo. Al nacer, Minotauro fue
encerrado en un laberinto, en el que se internaban a mujeres y hombres elegidos
al azar, para que sirviesen de alimento al monstruo. Una vez el rey Minos hubo
vencido a los atenienses, les impuso la obligación de enviar cada año a Creta, a siete jóvenes de cada sexo. Hasta que
el héroe Teseo, con la protección del hilo que le proporcionó Ariadna para que
pudiese salir del laberinto, libró a los atenienses de aquel tributo, matando
al Minotauro.
Si nos detenemos un poco en este relato
mitológico de la Antigüedad
clásica, vemos que guarda una estrecha relación con el del héroe cristiano San
Jorge, alanceando, venciendo al dragón,
y liberando de él a la hija de un rey africano a la que había secuestrado. Una
historia que, a su vez, se encuentra en la práctica totalidad de civilizaciones
antiguas de la
Humanidad. La figura
del dragón también aparece en la
Biblia , y es representada como un animal fabuloso, al que se
le atribuye la figura de serpiente corpulenta y monstruosa, con pies, alas y hasta siete cabezas –que arrojan fuego
por la boca–, dotada de gran fiereza y
voracidad.
El paleontólogo estadounidense Stephen Jay
Gould, ya preconizó que se trataría tan solo de una leyenda urbana el
considerar la evolución de la vida en la Tierra como un hecho tan lento que resultase
imposible ser detectado durante la vida de un ser humano. Quizás por ello, en “Jurassic
World”, los científicos vuelven a cometer el error de Adán y Eva en el Paraíso
–que comieron la fruta prohibida–, y dan un paso fatal al crear una especie
nueva y terrible de dinosaurio. Una trama muy acorde con el mito de “la caja
Pandora”: aquella en la que, de acuerdo a la mitología griega, el héroe
Prometeo (que había salvado a la estirpe humana de la destrucción de Zeus), había
encerrado con gran esfuerzo los mayores males que afectan a la humanidad. Hasta
que Pandora y su esposo Epimeteo abrieron de manera temeraria aquella caja, dispersando
por todo el mundo, en forma de nube, aquellos males, e infectando por siempre
de maldad a la civilización. Y al igual que la mitología griega recuerda también
que Prometeo recibió la cólera de Zeus cuando aquel le robó el fuego sagrado para
entregarlo a la humanidad, del mismo modo la irrupción artificial de la ciencia en las leyes
naturales provocará en la isla de “Nublar” un terrible e inesperado desenlace.
La paradoja de la espectacular Jurassic World, estriba en que los
viejos dinosaurios extinguidos hace
sesenta y cinco millones, se transmutan en la pantalla en modernos héroes:
“guerreros de la ecología”, simbolizando el poder absoluto de la Tierra –y no al contrario– sobre
la humanidad. De manera que el “encuentro digital” entre dinosaurios y
personas, entraña aquí el reconocimiento, por parte de la Humanidad , de sus
propias raíces, así como la necesidad imperante de reconciliación con nuestro
mundo natural: un valle de lágrimas, alegría, y maravilla sin fin.
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